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viernes, 24 de septiembre de 2010

Intentan resolver el drama que significa pasar por la Aduana y el SAG de los Libertadores

La aduana de camiones en la frontera entre Chile y Argentina será trasladada a la localidad argentina de Uspallata, anunciaron esta semana fuentes gubernamentales transandinas en Mendoza. Anteriormente este trámite se realizaba en la localidad de Alta Montaña.

El tema, uno de los más sensibles en lo que se refiere a agilizar la circulación en la frontera, fue tratado en una reunión que mantuvieron el ministro argentino de Infraestructura, Francisco Pérez, con el embajador chileno en Argentina, Adolfo Zaldívar.

En el encuentro participaron también Ginés González García, embajador argentino en Chile, y el subsecretario chileno del Interior, Rodrigo Ubilla Mackenney.

La reunión se concretó luego de que se observara la necesidad de optimizar la funcionalidad del paso internacional. Igualmente en Uspallata se instalará una casa de cambio de monedas.

Por su parte, Argentina se comprometió a mejorar el  trámite de inspección en el complejo Los Libertadores de los productos agro-ganaderos que ingresan por este paso fronterizo a territorio argentino.

El acuerdo entre ambos países, el que aún se desconoce cuando podrá entrar en vigor, parece favorecer sólo a los vehículos de transporte de mercancías, mientras seguiría el problema del atochamiento para los automóviles, especialmente en el lado chileno, donde se ha mantenido a través de los años un sistema ineficiente y atendido por personal inexperimentado, especialmente en lo que compete al Servicio de Aduanas y al Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) en Chile (ver foto abajo derecha).

Han sido numerosas las quejas enviadas a estos servicios, como también las cartas de protesta que han publicado los diarios en Chile.

Ya hace un año, un grupo de periodistas chilenos publicó en el diario “El Mercurio” un relato de los momentos vividos en la Aduana y el SAG del Paso de Los Libertadores: El texto, tomado del Centro de Documentación de Krohne Archiv, es el siguiente:

“Un grupo de profesionales que nos reunimos cada miércoles a almorzar y a comentar la actualidad nacional e internacional viajamos en grupo a Mendoza, invitados por un empresario y periodista local. Allá experimentamos la calidez de los mendocinos hacia los chilenos y nos sentimos agradecidos de la amabilidad con que nos trataron en todas partes. Quisimos experimentar el viaje por tierra y no nos sentimos defraudados hasta que... reingresamos a nuestro propio territorio.

“De ida, pasamos por los servicios de aduana y otros en el control conjunto que se realizó en Las Cuevas, Argentina. Todo perfecto. De regreso nos correspondió en Los Libertadores, Chile, cuya infraestructura es absolutamente anacrónica. Comenzamos a percatarnos de que no sería igual cuando vimos una inmensa fila de camiones, autos y buses detenidos en la ruta. Después pasamos un largo tiempo en el interior de un bus recalentado por el sol, sin que nos dejaran bajar, por temor de los conductores a que los multaran. Sólo la intervención de un oficial de Carabineros que viajaba como turista posibilitó que se dejara bajar a centenares de pasajeros, que pudieron ir al baño o a comprar algún alimento mientras esperaban.

“La segunda gran desilusión fue comprobar el estado calamitoso de los servicios higiénicos. Una vergüenza para quienes nos sentíamos tan orgullosos de ser chilenos. Pero hubo más, mucho más, por lo cual sentirse avergonzados: órdenes perentorias de formar en filas de a dos para acercarse a los puestos de Policía Internacional, después de horas de espera. Muchos lo tomamos con buen humor y avanzamos marchando, como una tropa en desfile. Después otra espera interminable provocada por una pésima gestión y preparación del personal, donde la burocracia ineficiente impera, logramos aprobar ese trámite y pasar a la aduana y al SAG.

“ Fue como volver al pasado: retirar las maletas de los buses, nueva larga espera, formarse apiñados ante mesones mientras se esperaba el equipaje y recibir las instrucciones prepotentes de los funcionarios. Muchos viajeros nos negamos a ser tratados como un piño y a apretarnos unos contra otros para caber en el reducido espacio. Todo ello ante la mirada resignada de turistas europeos, norteamericanos, brasileños y argentinos, que comentaban su error al pensar que Chile estaba ya a un tris de ser desarrollado.

“Ante las protestas de la gente, algunos funcionarios amenazaban con llamar a Carabineros, tratando de amedrentar a los furiosos viajeros. ¡Qué distinto el trato que recibimos en territorio argentino! Y eso que todo ocurrió en un día... "normal". Sólo nos demoramos tres horas en Los Libertadores. Otros se han demorado hasta siete, según nos contaron".

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