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miércoles, 1 de septiembre de 2010

Página Editorial Latinoamericana


Diario La Tercera de Santiago de Chile
Huelga, secuestro y muerte


La huelga de hambre de Franklin Brito conmovió a los venezolanos por su demanda de acceso a la justicia y de respeto a la propiedad privada.

Por Carlos Blanco

Como secuela de una larga huelga de hambre murió ayer, en Caracas, retenido en el Hospital Militar, el productor agropecuario Franklin Brito. Su fallecimiento ha tenido inmenso impacto en Venezuela, por lo que revela y por sus inevitables consecuencias políticas cuando falta un mes para la elección parlamentaria.

Brito era un productor del campo, dueño de 290 hectáreas en el suroriental estado de Bolívar. En 2003 reclamó que sus tierras habían sido invadidas ilegalmente y que el Instituto Nacional de Tierras había apoyado esa ocupación. Desde entonces, Brito adoptó intermitentemente la huelga de hambre como una forma de lucha, con el apoyo de su familia, lo cual progresivamente logró capturar la atención de la opinión pública. El gobierno de Chávez intentó apaciguar el reclamo a través de concesiones que no atendían al reclamo fundamental del productor, que era la titularidad de sus tierras.

El caso conmovió al país, porque mostraba dos de los problemas centrales bajo el régimen bolivariano: el derecho a la propiedad privada y el acceso a la justicia. No quería Brito una tenencia precaria de sus tierras como una concesión graciosa del gobierno, sino los títulos que consideraba justos; no quería una "donación", sino el ejercicio de un derecho. Y buscó justicia en un sistema judicial que está controlado por Chávez.

Ante la protesta, el gobierno anunció en diciembre de 2009 que revocaría la expropiación, pero no lo hizo, y Brito retomó la huelga de hambre. Cuando ésta alcanzó un mayor impacto noticioso, las autoridades lo trasladaron a la fuerza al Hospital Militar de Caracas, institución totalmente controlada por el gobierno. Brito declaró: "Santiago Cantón (secretario de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos) se comunicó conmigo telefónicamente para pedir mi testimonio y aseguró que investigará mi caso. También dijo que solicitó al gobierno venezolano, con urgencia, los documentos oficiales sobre los que basó la decisión de trasladarme al Hospital Militar contra mi voluntad". Más adelante afirmó: "No confío en los medicamentos que puedan suministrarme en el Hospital Militar. Temo que me den una sustancia que ponga en peligro mi salud mental y así el gobierno justifique la medida que tomó al sacarme de donde decidí retomar la huelga de hambre".

El 11 de enero de 2010, la comisión adoptó medidas cautelares y se dirigió al Estado venezolano, "a fin de permitir el acceso, tratamiento y monitoreo de la situación de salud del señor Brito por un médico de su confianza y/u ofrecido por la Cruz Roja Internacional", igualmente acordó que se debía garantizar su derecho a recibir regularmente visitas. La respuesta brutal del régimen no se hizo esperar. La fiscal general de la República declaró que Brito "tiene conductas mentales no ajustadas a la normalidad". Con esta argumentación se justificó el secuestro bajo control militar del huelguista, que no pudo escoger a sus médicos ni pudo decidir dónde morir.

Del eslogan "Patria, Socialismo o Muerte", a Franklin Brito sólo le tocó la muerte. Es posible que, desde allí, su reclamo en el corto plazo se convierta en pesadilla irresistible para un gobierno que ignoró su sufrimiento.

Diario El Universal de Caracas
¿Y si Chávez tiene cáncer?


Por Alexander Cambero

Desconozco si la información es cierta. Somos de aquellos que no albergamos el odio como sustancia vital en nuestras vidas. Eso de envenenar el alma, con la peste bubónica de querer ver al adversario con la boca cubierta de moscas, es propio de personas con actitudes similares al reducido grupo de bárbaros que desgobiernan la patria. ¿Cuál es la diferencia entre los extremos que sueñan con arrasar con el otro? ¿Acaso, no forman parte de mismo residuo que inspira sus desacertadas actuaciones?


Peor que el cáncer, es sembrar la antipatía entre todos los venezolanos. El régimen de Hugo Chávez se encargó de abrir una profunda herida que costará sanar. Una llaga que crece en los distintos caminos de la geografía nacional; punzante y sangrante, que carcome órganos sanos, son úlceras que destruyen la historia honrada de una nación.

Introdujo el resentimiento social, como mecanismo para perseguir a diversos sectores que no son de su agrado. Con la ayuda de su abusiva y demencial política comunicacional, hizo que muchos venezolanos de bien fueran lanzados al cesto de la inmundicia. Verdaderos iconos de trabajo productivo, responsables de muchos de nuestros éxitos en diversos ámbitos del quehacer nacional, satanizados por no arrodillarse ante el chafarote de Miraflores.


El alma ingenua de miles de sus adeptos, transformada en rabia acumulada. Una verdadera bomba de tiempo que utilizan para avasallar. Son dispositivos humanos que se manipulan para hacernos creer, que la culpa la tienen aquellos que adversan al ciudadano Presidente. La furia de los estómagos vacíos, sin mayor razonamiento que ver comida en sus ollas oxidadas; son un elemento que forma parte de esa terrible pandemia social que se instauró hace once años en Venezuela.

Más allá del supuesto cáncer, existen once años de profundo saqueo. Aquí la corrupción es la característica principal de este régimen marcadamente incompetente. Un grupo de pobres diablos que se hizo del poder para disfrutarlo a manos llenas.

Una horda de mediocres con ínfulas de tener entre sus manos la suerte de Venezuela. Quieren reescribir la historia de la nación y colocarse sobre los lomos de los caballos que avanzaron en pos de la gloria libertaria.

Ahora viven en esplendidas villas que se asemejan a la de los potentados capitalistas que tanto critican. Les encanta Nueva York, con sus fabulosas tiendas en donde compran los famosos.

Su ideología es el verdadero cáncer. Siembran la mentira y la propagan en todas las direcciones. Ese fraude cautivante de vender ilusiones como algodón de azúcar en fiesta patronal, es realmente una enfermedad terminal. Vivir atribuyendo a los demás de las numerosas fallas, desencuentros y carencia de políticas coherentes que hagan producir al país. Son falsos profetas de una doctrina tan podrida como sus contenedores.


Once años de robo descarado. Con los niveles de inseguridad más altos del hemisferio occidental, son parte del historial de Hugo Chávez, como nulo gobernante. Venezuela es víctima de una pesadilla que puede terminar por destruir lo poco que nos queda.


Una verdadera peste negra que convoca a los peores espíritus, para la insana labor de hacer de la república, una gigantesca prisión en donde la democracia muera en la horca.

Diario El Mercurio de Santiago de Chile
Las opciones energéticas de Chile


Aunque diversos países, Chile entre ellos, están realizando importantes esfuerzos para diversificar sus fuentes de energía, las instancias especializadas estiman que la generación de ésta seguirá descansando de modo importante en las fuentes convencionales. Así, la Agencia Internacional de Energía estima que hacia 2050 el 47 por ciento de la energía mundial se generará mediante centrales termoeléctricas basadas en carbón. Otro 28 por ciento lo será por estas mismas centrales, pero usando gas natural como combustible. Como ambas tecnologías emiten gases de invernadero, la creciente preocupación mundial al respecto puede modificar estas cifras, pero es improbable que los cambios sean muy drásticos. Sólo el seis por ciento de la energía, según estimaciones de esta agencia, sería proveído por energías renovables no convencionales. Por cierto, este balance está influido por China, pero aun así es realista respecto de lo que cabe esperar en la evolución de las matrices energéticas internacionales.

Chile se ha propuesto la ambiciosa meta de lograr que hacia 2020 el 20 por ciento de su energía sea generado por energías renovables no convencionales, y está actuando en consecuencia, mediante una serie de subsidios y también la obligación de que las distribuidoras deban incluir en sus compras ciertos porcentajes mínimos de esas energías. Pero eso no bastará para satisfacer la demanda de energía que el país requiere en los próximos años. Incluso si lograse aumentar los niveles de eficiencia energética -tarea que también aborda un plan bastante ambicioso, recientemente actualizado-, tampoco se podrá alcanzar la meta, lo que no extraña, porque nuestro país no es especialmente ineficiente en el uso de energía: en las estimaciones de la citada agencia, aparece en el rango superior de eficiencia, medido en uso de energía en relación con el PIB.

Esta realidad sugiere que, a menos que esté dispuesto a sacrificar en grado significativo su crecimiento económico, tendrá que seguir apelando de modo importante a fuentes convencionales. Entre éstas, probablemente la energía nuclear sea la única que tiene un bajo impacto en las cuatro dimensiones que habitualmente se usan para comparar entre fuentes alternativas (emisiones de gases efecto invernadero, emisiones de contaminantes locales, alteración de ecosistemas, y alteración del paisaje). Sólo la energía geotérmica es comparable al respecto, pero el país no está preparado para instalar plantas nucleares en el futuro cercano. Así, además de los esfuerzos que está desarrollando para diversificar su matriz hacia energías renovables no convencionales, inevitablemente se requerirá una fuerte inversión en centrales térmicas y en grandes plantas hidroeléctricas.

Después de la crisis energética causada por los cortes de gas desde Argentina, la opción chilena por el carbón, unida a un esfuerzo razonable para apoyar el desarrollo de fuentes no convencionales, sigue siendo, en lo fundamental, la estrategia correcta. Ello debe ser complementado por una apertura más clara a las plantas hidroeléctricas, cuyos costos de producción -una vez que se consideran los costos medioambientales- son inferiores a los de las plantas generadoras a base de carbón.

Por cierto, se pueden incorporar a esta estrategia ajustes menores, pero la realidad -como lo muestra la experiencia internacional- es que el país no tiene otros caminos. Aunque duela a muchos sectores, pensar lo contrario refleja una dosis de voluntarismo que mal puede aceptar un país que aspira al desarrollo y a elevar las condiciones de vida de sus habitantes. Las autoridades de este y de futuros gobiernos harían bien en plantear con más claridad las verdaderas opciones del país y enfrentar con más decisión a grupos de presión cuyos intereses, por muy legítimos que sean, no son necesariamente aquellos que convienen a Chile.

A menos que esté dispuesto a sacrificar en grado significativo su crecimiento económico, Chile debe seguir apelando de modo importante a fuentes convencionales


El Mercurio de Santiago de Chile
Elecciones en Venezuela

El Presidente Chávez se apronta para las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre. Hasta ahora ha gozado del control absoluto de la Asamblea Legislativa, ya que en la anterior elección no se presentaron candidatos opositores: alegaron la falta de garantías para un proceso electoral libre y transparente. En verdad, en 2005 carecían de organización. En esta oportunidad, en cambio, todo indica que el Mandatario sufrirá un revés. La interrogante es si logrará o no mayoría en la Asamblea. Las encuestas no lo favorecen. Tampoco la situación económica, menos la seguridad ciudadana, y mucho menos la actual mejor organización de la oposición. Pero el oficialismo es poderoso, dispone de una ley electoral a su conveniencia y cuenta los votos. Sin embargo, un fraude masivo es impresentable e improbable: lo impiden tanto la violencia que desencadenaría como las dificultades para llevarlo a cabo.

La popularidad del Mandatario venezolano ha descendido al 36 por ciento. Como consecuencia de su autoritarismo, se le reprochan directamente el desabastecimiento de electricidad y de alimentos, la inflación, la violencia, el fracaso de las políticas públicas y las fallas de infraestructura. Más lo afectan las restricciones que le imponen la caída de precios y de exportaciones de petróleo, que le impiden cumplir sus promesas y financiar sus campañas. Pero, aunque asediado, Chávez mantiene un férreo control del aparato estatal y de las Fuerzas Armadas. Cualquiera sea el grado de la derrota, su mantención en el poder no está en juego, ni tampoco su agenda populista: su gobierno es ideológico, ajeno a todo pragmatismo.

La probable importante votación que recibirá la oposición -muy dividida y sin líderes connotados- podría abrir una nueva etapa política. En todo caso, un resultado desfavorable para Chávez disminuirá significativamente su ya reducida legitimidad externa e interna.

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