IGLESIA-SALARIO MÍNIMO
UNA COLECTA PARA EL POBRE CARDENAL
RICARDO EZZATI
Por Rafael Luis Gumucio Rivas
Los $400.000 como salario ético,
propuesto por el obispo de Rancagua, Alejandro Goic, apenas alcanza para la
supervivencia de una familia, pero más de un 60% de los chilenos devenga un salario inferior a
esa cifra, incluso, hay un elevado
porcentaje que recibe cada mes menos del sueldo vital - $240.000– y si
consideramos los descuentos del robo de la AFP y de salud – Isapre o Fonasa –
en la realidad está recibiendo un salario aún menor. En fin, este dinero
alcanza sólo para comprar el pan y el té y, con suerte, unas deliciosas y
engordadoras salchichas.
Monseñor Ezzati, con su abultado vientre
de cardenal, es un explotado más, pero esta vez de la iglesia católica, que le
paga el miserable sueldo de $400.000 (como el mismo dijo). Es conmovedor como
nuestro cardenal cumple estrictamente con el voto de pobreza y ha decidido
dejar de lado la rica mesa italiana, los vinos licores y las fiestas
diplomáticas.
Es indignante que una institución tan
rica, como la iglesia, pague tan mal a quien con tanto celo y dedicación la
asiste. Los seglares que se dicen católicos han mantenido un piadoso y cómplice
silencio ante el magro salario del cardenal, que él, por modestia, no se atreve
a decirlo, pero sabemos que con ese estipendio, pasará muchas noches de largo,
sin siquiera probar un mendrugo de pan.
La gente común
ignora que cardenales, obispos y grandes predicadores sagrados no necesitan
sueldo para vivir – de ahí la diferencia del resto de los mortales – pero
siempre contarán con una buena mesa de ricos Epulones, muy orgullosos de contar
entre sus invitados a estos seres con “olor de santidad”. El eremita Ricardo
Ezzati no requiere que lo alberguen, pues Dios se lo provee, en la calle Simón
Bolívar, y si algún día es requerido en otro lugar, siempre tendrá a su
disposición un auto con chofer y con buen equipo de música selecta. Por lo
demás, ni siquiera tiene que gastar este mísero sueldo en pagar a sus
servidores domésticos, monjitas, jardinerosy otros empleados al servicio de la
mayor gloria de Dios.
El padre Felipe Berríos tiene mucha razón
al declarar que los curas tienen tal cantidad de auxilios, provenientes de los
feligreses especialmente, que un salario fijo mensual tiene poco sentido –
cuánto más serán estas donaciones en el caso de cardenales y obispos -.
Cuando existía el Concordato con la Santa
Sede era el Estado el que pagaba a obispos y curas, a condición de que
cumplieran tareas como los demás funcionarios del Estado. El regalismo comenzó
su declive durante el gobierno del “Negro” Manuel Montt, y terminó la
separación entre la Iglesia y el Estado en el gobierno de Arturo Alessandri, en
1925.
El fariseísmo no es solo monopolio del
cardenal Ezzati: al día siguiente de la franca declaración del obispo de
Rancagua, el Ministro del Interior nos anunciaba, con mucha gravedad, que el
país no puede financiar el “salario ético”, propuesto por monseñor Goic. A
estas declaraciones pesimistas se sumaron las de los economistas, que siempre
pronostican catástrofes cuando se propone una mínima mejoría en el salario de
los trabajadores. Para estos “cabeza de huevo”, de aplicarse el salario ético,
el empleo sufriría un serio deterioro.
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