ELECCIONES EN PERÚ
QUE NO SE REPITA LA
AUTOCRACIA DE LOS NOVENTA
Por Roberto Mejía Alarcón
Director de Crónica Viva de Lima
El próximo 5 de junio más de 22 millones de
ciudadanos, en obligación de votar por mandato de la ley, decidirán quién será
la persona que ejercerá la presidencia de la república. Los resultados de la
primera vuelta han puesto en carrera a dos expresiones políticas del
neoliberalismo económico. Hay diferencias de forma y no de fondo.
Así tenemos
que Keiko Fujimori viene demostrando, públicamente, su carácter autoritario. Le
ha dictado a gritos al gobierno de turno lo que debe o no debe hacer. Con ello
ha hecho recordar el estilo mandón heredado de su progenitor.
Pero no está
sola. Hay quienes siguen su ejemplo. En su grupo parlamentario existen
personajes como Cecilia Chacón, cabeza de lista que postuló por Lima. Ella,
ajena a cualquier reparo, ha anunciado la inminente libertad “por la puerta
grande” del verdadero jefe de su agrupación, hoy preso por corrupto y violador
de los derechos humanos. Los jueces están avisados. Pedro Pablo Kuczyinski
carece de esos antecedentes. Es un liberal en lo económico y en lo político.
Ahora se presenta con la etiqueta de hombre de centro. Pretende contemporizar,
para ser elegido, extendiendo la mano a uno y a otro lado. Su discurso permite
advertir que la tiene abierta hacia la derecha y con cierto recelo a la
izquierda. Pero su pasado lo vende. Ayer, como ministro de Estado, promovió
las inversiones de capitales sobre todo en el campo minero y energético, a
costa de una liberalidad extrema que no tardó en colisionar con los intereses
de la nación. Lo social, desde una perspectiva humanista, continuó siendo una
deuda por pagar; la caja fiscal, a diferencia de lo sucedido en países vecinos,
no se fortaleció con ingresos de mayor cuantía; el desarrollo asomó como una
promesa, pero intereses de grupos tradicionales de poder, no lo hicieron
viable.
Da la impresión que el tiempo corre y que los
electores, sí o sí, tendrán que tomar en escasas semanas una decisión entre lo
que puede significar el empoderamiento de una suerte de fascismo o de un
capitalismo que, aún cuando utilice los mejores maquillajes, seguirá siendo
salvaje.
¿Quién será ungido como presidente del Poder Ejecutivo? Corren
apuestas. Pero mientras la espera angustia a uno y otro bando, lo cierto es que
ya va tomando forma la nueva administración del Estado. Como tal tenemos que el
fujimorismo ha sido beneficiado con un mandato que le encarga el control
ampliamente mayoritario del Poder Legislativo. El primer poder del Estado
estará desde julio próximo en sus manos y corre peligro cierto que en caso
obtuviera el bastón de mando de la presidencia de la República, no se
produciría la anhelada separación de poderes. No habría independencia en el
funcionamiento de uno y otro poder y el país, en consecuencia, sería un mero
observador de la inexistencia de límites a dichos poderes por medio de pesos y
contrapesos. Un solo partido con amplia ventaja sobre la oposición,
monopolizaría la actuación del Parlamento. Se registraría una anomalía política
y no sería extraño que el mismo sea obsecuente. Ya ocurrió en la década de los
noventa, con los resultados vergonzosos que han olvidado quienes con su voto lo
han decidido de esa manera. La falta de apego de la mayoría oficialista por la
legalidad constitucional, permitió que se dictaran sin escrúpulos, lo que se
conocieron como “leyes sorpresa”.
Es cierto que la candidata del fujimorismo ha
expresado que no volverá a ocurrir lo que aconteció durante la autocracia de su
padre. La experiencia demuestra, sin embargo, que eso no pasa de ser un saludo
a la bandera. De boca para afuera se dicen muchas cosas bonitas. Todo será
distinto cuando llegue la hora de la verdad y, entonces, el primer frente de
oposición cumpla con poner en práctica la voluntad de una actuación “firme y
fiscalizadora”. Frente que, por lo demás, va al congreso unicameral con una
agenda de cinco puntos: reforma electoral, lucha contra la corrupción,
recuperación de recursos naturales, nueva ley de trabajo e igualdad de
derechos. Muchos nos preguntamos si la bancada oficialista, acatando
disciplinadamente las órdenes de Palacio de Gobierno, dará pase a tal agenda,
con todas las consecuencias de orden político que traería en forma
consiguiente.
A estas alturas y recordando lo escrito por
expertos en la materia, con referencia al primer fujimorismo, en la práctica
una mayoría oficialista en el Parlamento unicameral, solo sirvió para que se
negara, “sistemáticamente, a ejercer su función constitucional de fiscalización
y control de los actos del Ejecutivo”. Ahora, así como ayer es muy probable,
agregamos, con el pretexto de “gobernar y no hablar mucho”, es casi seguro que
las comisiones investigadoras no cumplirán con su rol, brillarán por su
ausencia, hasta que asuman la repudiable costumbre de dejar impunes hechos
penados por la ley y que demandarán una urgente intervención parlamentaria.
Todo ello sin olvidar que un congreso unicameral, abusando de su mayoría
absoluta, que no necesita de apoyos ni de alianzas, vuelva a repetir su falta
de tolerancia, su rechazo al diálogo y consenso, tan importantes en una
verdadera democracia, tan indispensables en una sociedad donde se respeta la
libertad de ideas y en donde deben darse leyes que sirvan para el progreso de
la nación.
¿Cuál de las candidaturas serán realmente de
beneficio para el país? No hay forma de negar que existe una crisis y que ella,
pese a los esfuerzos por ocultarla, es el resultado de las dinámicas generadas
por el conjunto de procesos que han conformado las políticas neoliberales. Sin
cambios sustanciales en las lógicas productivas y distributivas actuales,
persistirán las fosas sísmicas que hacen tan inestable social y ambientalmente
la economía que hoy nos domina. Los electores tienen la palabra para decidir
quién se empodera: ¿una suerte de fascismo neoliberal o un capitalismo
maquillado, pero salvaje, al fin y al cabo?
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