Por Rafael Luis Gumucio Rivas
En Chile, las exequias de los reyes
siempre han sido apoteósicas: el primer documental que se proyectó en este país
versaba sobre el entierro de Pedro Montt; los funerales de Pedro Aguirre Cerda
mostraron un gran fervor popular. Al primer entierro al cual asistí fue el de
don Arturo Alessandri, cuando aún no comprendía la solemnidad de la muerte.
Después de la muerte del Presidente Juan Antonio Ríos, los funerales de ex
mandatarios ya no tuvieron ni el brillo, ni la concurrencia de ciudadanos como
ocurrió con los anteriores.
En Chile somos tan monárquicas que
tendemos a canonizar a los Presidentes de la República, sin siquiera esperar
los cinco años reglamentarios estatuidos por la Iglesia, y sin asistencia de un
abogado del diablo que exija los milagros pertinentes para probar la santidad
del sujeto antes de elevarlo a los altares.
Patricio Aylwin no se convertirá en un
santo por el solo hecho de ser reconocido y alabado por “moros y cristianos”,
por el contrario, fue un personaje muy apasionado y, dentro de esta
característica, tuvo amores y odios, como todo político que se precie de
tal. Pretender que la política es un
oficio para buscar y encontrar la santidad es una aberración, pues se trabaja
con el poder, que siempre es coerción y fuerza.
Según don Patricio, tuvo que elegir entre
los socialistas y la Falange, en sus años mozos y optó por este último
conglomerado. No pertenecía a la generación de los fundadores del Partido de la
Flecha Roja, sino a la de los marineros – militantes más jóvenes – como lo define un autor.
En la Democracia Cristiana fue un
seguidor fervoroso de Eduardo Frei Montalva, sin embargo, prefirió ser senador
por la circunscripción Curicó, Talca, Linares y Maule, a ocupar un cargo de
gobierno.
El Partido democratacristiano se
transformó en un partido único, a partir de 1964, con el triunfo de Frei
Montalva y, posteriormente, 1965, con las elecciones parlamentarias, en que
obtuvo 80 diputados sobre un total de 150, en consecuencia, los debates
internos de la Democracia Cristiana se convertían en el eje del debate nacional
y la prioridad en los titulares de la Prensa.
Por ese entonces el Partido estaba
dividido en tres tendencias: los rebeldes, los terceristas y los oficialistas;
los primeros planteaban la necesidad de radicalizar la “Revolución en Libertad”
y buscar la unión social y política del pueblo, bajo la dirección de un líder
democratacristiano, lo cual exigía, necesariamente, la alianza con los partidos
de izquierda; los segundos tenían la misma idea, pero creían que era posible
que el Partido no virara hacia la derecha, como en verdad empezaba a ocurrir;
los terceros estaban encabezados por Patricio Aylwin, que siempre fue un
dirigente conservador, apegado a la
fracción de Frei Montalva.
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En Peñaflor (Junta Nacional de enero de 1968 que enfrentó a los oficialistas, rebeldes y terceristas de aquella época), el ala derecha de la Democracia Cristiana, que no se atrevía a aliarse con la derecha tradicional – el Partido Nacional –agitaba la idea del camino propio sobre la base del mesianismo del “vuelo del cóndor” – sobre las derechas y sobre las izquierdas -.El predominio de los funcionarios del Estado – todos oficialistas – terminó, finalmente, con el quiebre del Partido Demócrata Cristiano.
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Con ocasión de la muerte de don Patricio Aylwin, Andrés Zaldívar – en esa época pertenecía a la derecha democratacristiana, ala donde continúa hasta ahora – sostiene, muy orondo, sin que nadie se atreva a contradecirle, que “rebeldes y terceristas” querían, nada menos, que la salida del Partido del gobierno de Frei Montalva, lo cual es un verdadero despropósito, pues el clivaje central de Peñaflor era Unidad Popular o bien, camino propio que camuflaba, finalmente, la alianza con el Partido Nacional.
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En Peñaflor (Junta Nacional de enero de 1968 que enfrentó a los oficialistas, rebeldes y terceristas de aquella época), el ala derecha de la Democracia Cristiana, que no se atrevía a aliarse con la derecha tradicional – el Partido Nacional –agitaba la idea del camino propio sobre la base del mesianismo del “vuelo del cóndor” – sobre las derechas y sobre las izquierdas -.El predominio de los funcionarios del Estado – todos oficialistas – terminó, finalmente, con el quiebre del Partido Demócrata Cristiano.
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Con ocasión de la muerte de don Patricio Aylwin, Andrés Zaldívar – en esa época pertenecía a la derecha democratacristiana, ala donde continúa hasta ahora – sostiene, muy orondo, sin que nadie se atreva a contradecirle, que “rebeldes y terceristas” querían, nada menos, que la salida del Partido del gobierno de Frei Montalva, lo cual es un verdadero despropósito, pues el clivaje central de Peñaflor era Unidad Popular o bien, camino propio que camuflaba, finalmente, la alianza con el Partido Nacional.
El sector freísta de la Democracia
Cristiana fue responsable directo del golpe de Estado, pues sin su colaboración
jamás se hubieran atrevido a derrocar el gobierno legítimamente elegido de
Salvador Allende. Los gestores de la preparación del golpe de Estado –
Arellano, Bonilla y otros, habían sido edecanes y funcionarios durante el
gobierno de Frei -. Como muy bien lo sostiene Radomiro Tomic, la Democracia
Cristiana tenía la mayoría en el
Congreso y en las organizaciones sociales, por lo tanto, sin el decidido apoyo
de todas estas fuerzas, el golpe hubiera sido imposible.
Al cancelar la posibilidad de diálogo con
el Presidente, Salvador Allende, Patricio Aylwin, presidente de la Democracia
Cristiana, abrió el camino al quiebre de la democracia. Por lo demás, nunca
disimuló su posición: célebre es la frase suya, del 29 de agosto de 1973 “si le
dieran a elegir entre una dictadura marxista y una dictadura de los militares
yo elegiría la segunda”. Después de haber muerto Allende, en una declaración de
prensa justificó el golpe al decir, el 17 de septiembre de 1973: “el gobierno de Allende había agotado, en el
mayor fracaso, la vía ´chilena al socialismo´, y se aprestaba a consumar un
autogolpe para instaurar por la fuerza una dictadura comunista… Hasta la última
quincena conversamos con el Presidente Allende y su gobierno, en busca de las
rectificaciones indispensables para salvar a Chile del quiebre institucional y
del desastre económico. Nuestros esfuerzos no encontraron acogida seria y su
fracaso condujo a la intervención militar, que las Fuerzas Armadas y
Carabineros no buscaban y contradecían sus tradiciones”.
Basta leer las distintas declaraciones de
los líderes freístas para comprobar que traicionaron su historia democrática, y
apoyaron con entusiasmo el golpe militar que este mismo Partido co-preparado
con la derecha y los militares. Sólo el rechazo de los demócratas, encabezados
por Tomic y Leighton, salvó, en parte, el honor de ese Partido.
El trato que el general Bonilla dio a
Patricio Aylwin cuando fue a reclamar por el cierre de la Radio Balmaceda, propiedad de los
democratacristianos, fue tan humillante que precipitó el quiebre de la
dirección del Partido con los militares de la Junta de Gobierno.
Durante su exilio, en Italia, Bernardo
Leighton escribió una carta de “cuero diablo” a su antiguo amigo, Eduardo Frei
Montalva, enrostrándole su colaboración con el golpe de Estado y, además, en
conversaciones con amigos, declaraba que había sido engañado vilmente para
conseguir su voto, en la Cámara de Diputados, en el proyecto de acuerdo que
declaró ilegítimo el gobierno de Allende, que luego sirvió de justificación
para llevar a cabo el golpe de Estado. Según Leighton, el presidente del
partido, Aylwin, le había argumentado sólo perseguía la rectificación del
gobierno y no un golpe de Estado.
Durante varios años, el freismo se negó a
formar un frente común anti-pinochetista marginando, en especial, al Partido
Comunista y a otros partidos que consideraba marxistas, sobre todo los
socialistas de Almeyda, y sólo aceptaban al Partido Radical y a la fracción más
moderada del Partido Socialista, representada por Carlos Briones.
La declaración Leighton-Gumucio, en el
exilio, que llamaba a los cristianos a unirse contra la dictadura no fue acogida, menos apoyada por el sector freista de la
Democracia Cristina – no está de más recordar que los principales amigos de Frei
Montalva fueron William Thayer, y Juan de Dios Carmona, que fueron pinochetistas
hasta el final -.
El viraje de este Partido hacia la
convergencia con los socialistas y la izquierda se produjo un tiempo antes del
plebiscito de 1988, cuando ya entreveía que el régimen pinochetista quería
perpetuarse en el tiempo.
Los titulares de los diarios, tanto
nacionales como extranjeros anotan que Patricio Aylwin fue el gran promotor de
la transición a la democracia. Si nos atenemos a la verdad histórica, en Chile no ha
existido nunca una transición, largo tema de procuraremos tratar en un próximo
artículo.
Precisiones de Jorge Lavandero sobre sobre el artículo de mi autoría “Patricio Aylwin de carne y hueso”
ResponderBorrarJorge Lavandero es un gran patriota: luchador, junto con Salvador Allende y Radomiro Tomic, en la defensa nuestros recursos naturales, expoliados por empresas extranjeras con la complicidad de la repugnante oligarquía vendepatria que, hace gárgaras de patriotismo cuando su única bandera es la de los corsarios.
Jorge Lavandero plantea cuatro precisiones con respecto a mi artículo: “Primero – P. Aylwin hizo sacar de los postulados de la DC el socialismo cristiano y comunitario”.
“Segundo: cuando formé PRODEN (la primera y única organización pública que se enfrentó a Pinochet, junto al diario FORTÍN MAPOCHO, que convocó a todas las protestas con sus instructivos y el poder de más de 100 organizaciones sociales, clandestinas y formales), nadie, por temor a otras consideraciones se atrevía públicamente a enfrentarse con el régimen dictatorial, salvo las organizaciones clandestinas. Nosotros dijimos que los políticos debían hacerlo en ese momento por el mañana y frente a la historia, dando en ese momento la cara. Concurrí a conversar con P. Aylwin, le dije lo que estábamos haciendo, y su respuesta tajante fue que los partidos políticos estaban fuera de la ley y que el NO Y EL PARTIDO NO SE METERÍAN, y me cerró la puerta en las narices”.
Precisiones 2 de Jorge Lavandero sobre sobre el artículo de mi autoría “Patricio Aylwin de carne y hueso”
ResponderBorrar“Tercero – Cuando los trabajadores de El Teniente, encabezados primero por Torres y después por Seguel, llamaron a huelga en El Teniente y Pinochet les metió los tanques en las minas para hacer fracasar la huelga, nosotros los llamamos y les articulamos en el comando de trabajadores, que quedó adherido al PRODEN, y para salvar a los trabajadores de El Teniente, con los tanques adentro, transformamos esa huelga en una protesta por todo el país, y fue la primera y después las sucesivas, que fueron precedidas por el instructivo, que junto a Diego Portales (radical y profesor) y Engelberto Frías (jefe del comité de diputados del Partido Nacional, de derecha), que nosotros redactamos. Los políticos – salvo Manuel Almeyda, del MDP, también adherido al PRODEN, y excluido de las fórmulas DC – no estaban visibles por ninguna parte, ni menos en la calle, donde se jugaba la vida. Algunos haciendo plata con las bondades del régimen, como me afirmó el propio Ravinet, al pedirle de vuelta de una reunión en Antofagasta, que se incorporara al PRODEN, me dijo ´estoy preocupado de hacer plata en la minería y no puedo participar, además, los partidos están fuera de la ley. La misma respuesta que antes me había dado P. Aylwin.(Proyecto de Desarrollo Nacional y el diario Fortín Mapocho, ambos con su personería jurídica. (Ver libro de Jorge Lavandero El precio de sostener un sueño, Lom, 1995)”.
Precisiones 3 de Jorge Lavandero sobre sobre el artículo de mi autoría “Patricio Aylwin de carne y hueso”
ResponderBorrarCuarto – Cuando convocamos a la primera concentración pública, en General Velásquez, Aylwin envió con Jaime Castillo una carta para pedirme que suspendiera la concentración, bajo pena de enviarme al tribunal de disciplina, y me agregó que la concentración sería un fracaso y que no quería hacer leña del árbol caído. Nos reunimos con Jaime en una banca, en la Plaza de Armas, para entregarme la carta y tratar de convencerme con instrucciones del presidente del partido, y mi respuesta fue ´que yo era democratacristiano, pero los que estaban debajo de mí no lo eran, de tal manera que no les podía dar a ellos una orden de partido democratacristiano´. Por cierto, esta primera concentración fue un éxito, y lo curioso es que después se olvidaron de pasarme al tribunal de disciplina, pero además les sirvió para sacarse los miedos y darse cuenta que Pinochet, estaba absolutamente caído en la base social del país. Fue sólo entonces cuando la DC comenzó a participar y a tratar de articular una organización, no para derrocar a Pinochet, como lo teníamos acordado en el PRODEN, sino para transar con él. Por lo demás, esto fue coincidente con la respuesta que me dio, una vez electo, al señalarme que sería candidato a senador y no podía ser presidente de una empresa y, por lo tanto, no podía continuar como directivo y dueño ese diario (Fortín Mapocho), de tal manera que estaba en mi disposición el traspasarlo gratuitamente a una organización que mantuviera una línea progresista y popular; le pedí, por tanto, que le diera al diario Fortín Mapocho un avisaje estatal, que correspondiera al 10% de lo que se estaba dando al diario El Mercurio. Llamó a Enrique Correa y a Tironi, quienes delante de él me señalaron que para el gobierno ´la mejor noticia era no hacer noticia´; me dio rabia y mandé a cambiar, y aún tengo las fotos que en triunfo sobre la dictadura el pueblo todo, delante de La Moneda, esgrimía en el aire el diario Fortín Mapocho, como también la foto donde acude al Fortín después de electo, y le entregamos un ejemplar en que confirmaba su victoria. Más tarde comprendería que no era una cuestión personal, sino de acuerdo al sistema político que se tenía en mente – yo agrego ´la transacción permanente´ -“.
“…Frente a la respuesta de Lagos, ´el cobre no está en mi agenda” cuando en plena campaña presidencial, sobre cambiar esta sociedad, le entregué mis libros sobre el cobre – en un helicóptero - quedé asombrado; después me enteraría que Luksic se lo había llevado a Los Pelambres en dos ocasiones veces en su avión particular, junto con entregarle cien millones de dólares para su campaña. El acuerdo con el Departamento de Estado para transar con Pinochet funcionaba perfectamente. Estas son las precisiones que te puedo hacer como un actor y testigo presente que, por lo demás, está en mi libro, El precio de sostener un sueño, que edité en 1995, y lo publique por la editorial Lom”.
Cordialmente, tu amigo de siempre.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
23/04/2014
PD en otra carta Jorge La