POLÍTICA CHILENA
¿NUEVA MAYORÍA O “NUEVA TONTERÍA”?
Por Rafael Luis Gumucio Rivas
Hace tiempo que la Nueva Mayoría dejó de
ser una combinación mayoritaria – la
expresión “Nueva Pillería” está tan probado que, ni siquiera, vale la
pena redundar en ella – y resulta que el único personaje que lleva la cruz es
el geógrafo Giorgio Martelli y no cuenta con un “cireneo” que le ayude a
amortiguar el peso del madero, pues todos los demás apóstoles de la precampaña
de Michelle Bachelet son inocentes, incluso, mucho antes de que el gallo
cantara tres veces, el ex ministro Rodrigo Pañailillo decía no conocer al tal
Martelli.
La Nueva Mayoría, desde su nacimiento,
está pegada con mocos y, en su interior,
los democratacristianos conservadores hasta la médula hacen lo posible para
detener las reformas y, los “rogelios” para profundizarlas y llevarlas a la
práctica. En el camino y, hasta ahora, hay que reconocer que ganaron los
reaccionarios democratacristianos y llevamos varios meses estancados en “la
renuncia sin realismo”, y para colmo de males, la Presidenta desempeña un papel
decorativo – cual reina de Inglaterra –, y el “Primer Ministro, Jorge Burgos,
que no necesita el apoyo, mucho menos el de la soberanía popular – en Chile es
una broma de mal gusto – pues basta el dedócratico de la directiva de su
Partido.
Una vez
terminados los funerales de Estado en homenaje a Patricio Aylwin,
aprovechados por la casta política para recubrirse de un manto de honradez del cual carecen los miembros de las castas oligárquicas
duopólicas, es demasiado el contraste entre los políticos democráticos de los
años 60-70 y los pillines que hoy han destruido el prestigio de esta noble
actividad.
A los pocas horas de terminada la
“ceremonia” de auto-apología de los traidores de la Concertación, se mostraron
en toda su desnudez al ser incapaces de cumplir los requisitos del SERVEL para
realizar primarias legales, con miras a la elección de candidatos a alcaldes y concejales.
En un comienzo, culparon del desatino a
presidenta del Partido Socialista, Isabel Allende, bajo el pretexto de que
llegó con retraso para firmar la planilla de sus candidatos; luego, se
descubrió que no sólo era esa falta, sino que los dirigentes de los distintos
partidos de la Nueva Mayoría se habían negado a ser parte del acuerdo previo de
primarias legales. Los distintos dirigentes de partidos se culparon entre ellos
- parecía más una película del Gordo y el Flaco que un “acuerdo” entre líderes
políticos. Los “tortazos” iban y venían.
Para el colmo de la tontería osaron, los muy frescolines, reclamar ante
el SERVEL por su negativa a inscribirlos – así fuera ilegalmente -. Estos tíos
parece que viven en otro mundo e ignoran que los políticos son rechazados por
la ciudadanía – poco tiempo antes, los mismos parlamentarios aprobaron leyes que daban dientes y uñas al SERVEL -.
Como es lógico esta institución, con
mayores poderes legales, mandó a los dirigentes de la “nueva tontería” a freír
monos, no dando lugar a su reclamación. Es casi seguro que el Parlamento, cada
vez con menos legitimidad, aprobará una ley ad hoc que permita las primarias de la “nueva
tontería”.
Vayamos al fondo del problema: los
dirigentes de la Nueva Mayoría, ahora sin norte, sin proyecto, ni programa,
sólo le queda la ambición del poder, y cada partido está interesado en contar
con el mayor número de alcaldes y concejales en detrimento de sus supuestos
“aliados”, en consecuencia, no les convenía – ni les conviene – la realización
de primarias.
La idea de que los ciudadanos determinen
quienes deban ser los candidatos que representen, es demagogia y populismo,
pues en los partidos políticos quienes deciden son los “señores feudales”, es
decir las directivas.
Esta no es la primera vez que los
dirigentes políticos meten la pata, a costa de quedar como chaleco de mono ante
la opinión pública – otrora, la Democracia Cristiana no inscribió sus
candidatos en el tiempo reglamentario y tuvieron que recurrir a Pablo Longueira,
en ese entonces presidente de la UDI, para aprobar una ley “exprés”, lo cual se
hizo efectivo y, de paso, burlar la ley electoral y reírse de los electores.
San Pablo Longueira, el “Quijote de la
política” según José Miguel Insulza, el idealista de la UDI popular de Las
Condes, Lo Barnechea y Vitacura, desafortunadamente está acusado de presunto
delito de cohecho y de financiamiento ilegal de su campaña presidencial – tal
vez sea “una calumnia” más contra tan santo varón, creador de fundaciones con
nombres tan sagrados como el del Maestro de Galilea, esta vez imposibilitado de
salvar a la Concertación -.
Si los miembros de la Nueva Mayoría
tuvieran un ápice de franqueza y probidad, bastaría que dijeran que las
elecciones están para repartirse los cargos entre los partidos, y que las
famosas primarias son un invento norteamericano (miren lo que le pasa a los
republicanos), inaplicable en la “moderna democracia chilena”, el pueblo se lo
agradecería.
Lo que caracteriza a un régimen político
oligárquico es el supuesto de que los electores son idiotas y, por
consiguiente, fácilmente comprables y a quienes se les puede meter el dedo en
la boca con toda facilidad – la diferencia con el cohecho de comienzos del
siglo XX es que ahora no se les paga con media empanada o un zapato, sino que
con bonos y otras prebendas -.
Como nos lo muestra la experiencia de las
últimas jornadas electorales, la abstención va a ir en aumento. La última
insensatez que, de seguro, van a acometer nuestras castas políticas es la obligatoriedad
del voto y, de esta manera, acarrear a los carneros a las urnas para elegir al
más pillo entre los pillos – no es necesaria mucha imaginación para descubrir a
quién me refiero -.
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