EL CHILE QUE NO QUEREMOS
CHILE ES HOY EL PAÍS DE LA COLUSIÓN, LA CORRUPCIÓN Y LA DESCONFIANZA GENERALIZADA
Quedaron atrás los tiempos en que pensábamos en un país sólido, consolidado y solidario
Por Walter Krohne
La columna del Editor
Sabemos muy bien
que el capitalismo es perverso, especialmente en países como Chile, donde
quienes tienen el dinero hacen todo lo posible por duplicar y triplicar sus
ingresos o ganancias a costa de otros que son pobres y que tienen que pagar los
precios que los empresarios ricos les cobran por artículos esenciales. Hablamos de medicamentos, alimentos, bebidas, combustibles, la medicina y los servicios, entre ellos el agua potable,
el gas y la electricidad. ¡Para que referirnos a los colegios y a la educación en general!.
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Pero no sólo los
empresarios sino también el Estado sigue la misma línea neoliberal en los
cobros que hace en materia de servicios de aseso, contribuciones y hasta en las multas. Todo esto se ha convertido en un comercio que contamina cada
rincón de nuestra sociedad, porque los ricos buscan plata y más plata para
poder mostrarla, lucirla o gastarla en
lugares caros y exclusivos, donde los pobres jamás han ingresado y ni siquiera
pueden acercarse, mientras que los políticos buscan lo mismo pero con platas del Estado que despilfarran, dejando sin resolver los problemas esenciales de sus habitantes. Hoy, por ejemplo, se discutía en el Congreso si los parlamentarios - servidores del pueblo- podían seguir viajando en primera clase.
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No se trata de destruir
o defender aspectos del capitalismo que pueden ser favorables para el
desarrollo de los países, las ciudades o las personas y poder ampliar así la capacidad
individual de compra utilizando con inteligencia el denominado “mercado” estrechamente
vinculado a la libre competencia, lo que debería permitir una oscilación
constante en los precios para estabilizarse en un nivel más moderado y asequible, lo que ocurre poco. Esto requiere algunos
conocimientos y dinero suficiente para ir desarrollando estrategias financieras
que le permitan a los actores del sistema, en lo posible, acertar y ganar o beneficiarse a corto o largo plazo.
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Tampoco se trata de hacer una apología sobre el actual
sistema económico, como lo hacen algunos neoliberales, porque éste deja mucho que desear. El
neoliberalismo, surgido en los años treinta, comenzó a invadir masivamente el mundo en los
años setenta u ochenta apoyado por Margareth Thatcher en el Reino Unido y en Europa, y en América por el fallecido ex Presidente Ronald Reagan de EE
UU. Este, como viejo actor, en una declaración coloquial, describió el modelo neoliberal como
que solo había que ser tonto para no poder sacarle partido al sistema, porque había sido ideado y desarrollado en más
de cuatro décadas precisamente para crear más ricos.
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En América Latina, Chile es unos de los pocos países que ha
mantenido el modelo con una ortodoxia increíble, quizá debido a la relación de
uno de sus inventores, el estadounidense Milton Friedman y su vinculación con
los llamados Chicago Boys que viajaron desde Santiago a la Universidad de
Chicago para aprender a hacerse ricos. Todo esto en el marco y con el apoyo del
dictador Augusto Pinochet, quien personalmente se convirtió en un millonario
más junto a su mujer Lucía Hiriart, quien se quedó, aparte de muchas otras
riuezas, con unas 137 casas que
pertenecían a todos los chilenos (al Estado) traspasadas a través de Cema Chile,
Fundación de la que la ex primera dama se adueñó ilegalmenmte autodesignándose
Presidenta vitalicia.
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El neoliberalismo
es un modelo enmarcado dentro de las doctrina del liberalismo económico, a su
vez dentro del sistema capitalista. Sus defensores son los neoliberales que
muestran un claro apoyo a la liberalización en materia de la economía, lo cual
implica que los mercados sean totalmente abiertos, fomentando de este modo el
libre comercio, a partir de una desregulación.
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El problema está
en que mientras todos los impulsores del modelo eran todavía pobres o de clase media en los años setenta y ochenta no se notaban las irregularidades del modelo. Los
problemas comenzaron después cuando los grupos sin capital comenzaron a
embarcarse y a saborear las delicias de convertirse en ricos o de llegar a
serlo. Sin embargo, las posibilidades que les daba el mercado no eran
suficientes o infinitas para satisfacer todas las ambiciones y no les quedó más
que robar.
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Como la privatización es otra característica fundamental del modelo,
apoyado en la idea de que la administración privada es más eficiente y adecuada
que la pública, permitiendo a su vez achicar la intervención del
Estado, tanto en lo que hace referencia a la regulación del mercado como
también al gasto y a la inversión pública en materia de caminos y rutas,
educación y salud, fue necesario acoger también esta parte del modelo para el desarrollo de la riqueza. Así surgió la idea en la dictadura de repartir las empresas
estatales que le habían costado al Estado chileno varias décadas de sudor y
lágrimas en formarlas y hacerlas crecer. Pinochet se las vendió "a huevo" a sus
amigos cercanos para que también se pudieran convertir en ricos, lo que ocurrió.
En otras palabras el "maestro principal", como le han llamado al dictador, le enseño a robar a Chile. Hoy vemos el desastre de la empresa privada que esta coludida o es responsable de centenares de boletas ideológicamente falsas, contaminando con mucha fuerza a todos los sectores de la política con alumnos que resultaron ser tremendamente aventajados y que antes ya habían terminado su "enseñanza básica" en esta materia.
En otras palabras el "maestro principal", como le han llamado al dictador, le enseño a robar a Chile. Hoy vemos el desastre de la empresa privada que esta coludida o es responsable de centenares de boletas ideológicamente falsas, contaminando con mucha fuerza a todos los sectores de la política con alumnos que resultaron ser tremendamente aventajados y que antes ya habían terminado su "enseñanza básica" en esta materia.
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Esta degeneración del modelo económico que ha traspasado a
todo Chile, tiene hoy serias consecuencias en la sociedad chilena como es el
surgimiento de una desconfianza que nunca se había percibido antes. ¿Quién está
hoy en condiciones de creer en alguien en Chile, en la política, en
el empresariado o en el gobierno, cuando todos han resultado ser
alumnos aventajados en la pillería?
Es un triste final el que tenemos en este país donde los
políticos fueron dominados en 27 años tras la dictadura por el empresariado y
los poderes fácticos y se vieron de pronto con las manos atadas, por
conveniencia o negocios sucios.
¡Qué pena me da Chile que ha caído en dos grandes males: la
corrupción y la colusión!
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Comentarios
Lucho Diaz Alvayay
Lucho Diaz Alvayay Bravo! Excelente artículo!
Me gusta · Responder · 4 h
Walter Krohne
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Walter Krohne
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