DOCUMENTO HISTÓRICO
CARTA ANALÍTICA DE LA FALANGE, LA DEMOCRACIA CRISTIANA Y PATRICIO AYLWIN AZÓCAR ESCRITA Y ENVIADA AL PROFESOR HÉCTOR TOLEDO NICKELS POR EL COLUMNISTA RAFAEL LUIS GUMUCIO RIVAS
Santiago, 22 de abril de 2016
Estimado Señor Héctor Toledo:
Gumucio Rivas |
En esta carta pretendo diferenciar el hombre de carne y hueso en la
persona de Patricio Aylwin y el juicio histórico-político sobre su actuación en
la historia de Chile.
Toledo Nickels |
A partir de 1965, la Democracia Cristiana contaba con 80 diputados sobre
un total de 150, y una minoría en el senado, a causa de la elección por mitades
de sus integrantes; el hecho de ser un partido minoritario por voluntad popular
hacía que todo lo que ocurriera en las luchas internas del Partido repercutiera, decisivamente, en lo que
ocurriera en el país y, además, fuera el centro de preocupación de la Prensa.
Por ese entonces, Patricio Aylwin encabezaba el sector oficialista del
Partido, es decir, el freísmo, pero otros dos sectores críticos, los terceristas
que, posteriormente formaron el Partido Izquierda Cristiana, y los rebeldes,
liderados por Julio Silva, Jacques Chonchol y Rafael Agustín Gumucio; las dos
últimas fracciones eligieron conjuntamente una directiva que, por cierto, fue
muy mal recibida por el Presidente Frei Montalva, quien demostraba poca
capacidad de enfrentar la crítica interna y, sobre todo, la autonomía del
Partido respecto del gobierno, entendido que un partido político va mucho más
allá del tiempo histórico que un gobierno que dura seis años.
Don Patricio fue muy severo para condenar las críticas a la lentitud –
e incluso retrocesos – como se implementaba la política de Revolución en
Libertad por parte del gobierno. Más allá de los severos reproches hay que
reconocer que se disputaba con fiereza, con una ética marcada de la convicción
y respeto fraterno.
Es oportuno aprovechar esta oportunidad para responder a las falacias
con ocasión de la muerte de don Patricio, emitidas por el ex Presidente Frei y
el senador Andrés Zaldívar, en el sentido de que la directiva rebelde
tercerista, en el histórico encuentro de Peñaflor, pretendía hacer que la
Democracia Cristiana saliera del gobierno, lo cual, según mi opinión, es un verdadero
absurdo, pues sus líderes habían sido fundadores de ese partido. El tema de
fondo era otro: se puede definir entre formar parte de la alianza política y
social del pueblo, encabezada por un democratacristiano, o bien, seguir el
camino propio – el famoso vuelo del cóndor superando las derechas y las
izquierdas que, al final, terminaban en las derechas, o en más mesiánico de los aislamientos –en algunos
esta posición era sincera, pero en otros era una forma decente de disimular el
deseo de aliarse con la derecha.
Iniciado el camino de la división en la Democracia Cristiana con la fundación del Mapu (1969) ya no detuvo
más, siguiendo con la Izquierda Cristiana (1971), y los “colorines” más
recientemente.
Mi crítica a Patricio Aylwin en particular va dirigida a su actitud y
actuación política respecto al gobierno de Salvador Allende: como presidente de
la Democracia Cristiana, el haber cerrado el diálogo, luego de la cena a la
cual había invitado el Cardenal Raúl Silva Henríquez, despejó el camino a la
destrucción de la democracia y el
consecuente drama del golpe militar.
Es difícil aceptar como válida la argumentación de Patricio Aylwin, en
ese entonces, en el sentido de que el acuerdo de la Cámara de Diputados de
declarar ilegal el gobierno de Allende tuviera como objetivo central el corregir
las deficiencias y abusos de la Unidad Popular – el mismo diputado don Bernardo
Leighton reconoció públicamente que fue engañado para conseguir su voto, y que
jamás lo hubiera hecho de haber sabido que iba a ser el alibi para justificar
el golpe de Estado -.
Radomiro Tomic, que vivió y murió como democratacristiano, claramente
responsabiliza a su partido en la gestación del golpe de Estado argumentando
que contaba con la mayoría en el Parlamento, como también el apoyo de la
sociedad civil.
Sería muy ingenuo pensar que los militares llevaron a cabo un golpe de
Estado sin el apoyo de la Democracia Cristiana. Por lo demás, los verdaderos
líderes del golpe – Bonilla, Arellano, y otros, habían sido edecanes de Frei
Montalva -.
Los abogados utilizan el aforismo legal “a confesión de partes, relevo
de pruebas. Baste leer la declaración del Partido Democratacristiano apoyando
la Junta de Gobierno instalada, a pocos días del 11 de septiembre, cuando las
calles de Santiago miles de obreros eran conducidos en camiones, como ovejas al
matadero, como también la carta que enviara Eduardo Frei Montalva a Mariano
Rumor, en la cual retrata a los militares como los salvadores del país.
Nos permitimos citar varias frases de Patricio Aylwin en apoyo a los
golpistas: “si me dieran a elegir entre una dictadura marxista y una dictadura
militar, yo elegiría la segunda”. “El gobierno de Allende había agotado, en el
mayor fracaso, la ´vía chilena hacia el socialismo, y se prestaba a consumar un
autogolpe para instaurar por la fuerza la dictadura comunista´”.
Don Bernardo Leighton escribió algunas cartas muy duras a su
amigo, Eduardo Frei Montalva,
enrostrándole su incondicional apoyo a la Junta Militar, (Me permito sugerir
que se lean estos documentos en la Colección de la Revista Chile-América, que
se editaba en Roma y que algunos de ellos se pueden encontrar en internet).
La directiva de la Democracia Cristiana quebró con la Junta Militar a
raíz del cierre de la Radio Balmaceda, luego de un diálogo en que el general
Bonilla demostró orgullo y odio cerril
para humillar a don Patricio Aylwin. A partir de este hecho se dieron cuenta el
tipo de criminales, con sed de poder, a los que habían alabado como “salvadores
de la patria”.
Es cierto que Bernardo Leighton y Renán Fuentealba (va a cumplir su
siglo de vida, único fundador de la Falange aún con vida) iniciaron toda una
política de apertura a los exiliados de izquierda en pro de la formación de un
frente amplio antidictatorial, sin ninguna exclusión. Estos dirigentes fueron
condenados y reprendidos por la directiva democratacristiana, que no aceptaba
ninguna alianza con los comunistas, incluidos los socialistas de Almeyda. De
nuevo, para no alargar en exceso esta carta, me permito remitir a los lectores
a la Colección de la Revista Chile-América que, seguramente se encuentra en las
bibliotecas o en internet.
La Fundación Ebert propició en Colonia Tovar – comarca al estilo
alemán, muy cercana a Caracas (Venezuela), un encuentro de partidos y personas
demócratas chilenas, en el cual participaron Bernardo Leighton y Renán
Fuentealba, sin que mediara la autorización y el respaldo de la Democracia
Cristiana del interior, aún dominada por el freísmo.
El llamado a los cristianos a unirse a la lucha contra la dictadura,
firmado por Bernardo Leighton y Rafael Agustín Gumucio, tampoco fue apoyado por
las directivas freístas.
Hay que reconocer que Eduardo Frei y Patricio Aylwin viraron,
radicalmente, respecto a la dictadura militar y, a partir de ahí, tuvieron
actuaciones muy valientes y meritorias -
de más está decir que el discurso de Frei Montalva, en el Teatro
Caupolicán, en 1980, significó la firma de su sentencia de muerte, asesinado el
22 de enero de 1982 -.
La Comisión de los 24, en la cual Aylwin tuvo una brillante actuación,
se propuso entregar a Chile una nueva Constitución que reemplazara,
completamente la de 1980 - que sería derogada –
que contenía ideas tan brillantes como la instauración del sistema
semipresidencial y una profunda regionalización, pero a la larga quedó en cero
debido a la propuesta de Aylwin de aceptar las reglas de la Constitución
ilegítima de 1980. (Este tema exigiría un nuevo intercambio epistolar, pero sí
afirmar que uno de los juristas y personas que más he admirado en mi vida fue
el presidente de esa Comisión, don Manuel Sanhueza Cruz).
La segunda parte de la vida política de don Patricio Aylwin, ya
Presidente de la República, merece ser analizada en profundidad, lo cual
exigiría un trabajo exhaustivo de análisis, cuyo centro de discusión versaría
sobre si efectivamente existió una transición a la democracia en Chile, o bien,
sólo una evolución en tres etapas: de la
tiranía a la dictadura y de ésta, a la democracia protegida. Como lo he escrito
en muchos artículos, creo que la monarquía presidencial es difícilmente
compatible con la democracia formal, con separación de poderes, igualdad ante
la ley y control ciudadano con respecto al desempeño de las castas políticas en
el poder. En el fondo, en el panorama actual, Chile sigue siendo un país oligárquico, regido por una democracia
dominada por los bancos.
Fraternalmente,
Rafael Luis Gumucio Rivas
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