CRISIS EN BRASIL
LUZ VERDE PARA EL GOLPE PARLAMENTARIO EN BRASIL
El
juicio político en Brasil tiene reglas a cumplir bastante estrictas: la
Cámara de Diputados, integrada por 513 parlamentarios, debía votar a favor de
la acusación con dos tercios del total; el resultado del domingo, 17 de abril, fue
de 367 a favor, contra 137 en contra, siete abstenciones y dos ausencias,
claramente a favor de la aprobación. El segundo paso corresponde al Senado, que
debe aprobarlo por mayoría simple que, producirse este hecho, la Presidenta
será apartado del cargo por un período de 180 días, durante los cuales
gobernaría el vicepresidente, Michel Temer – ahora enemigo acérrimo de la
Presidenta – mientras dure el juicio político, que deberá ser aprobado por los
dos tercios del Senado.
Entre los cargos acusatorios contra la
Presidenta Dilma Rousseff no figura la corrupción de los políticos y Petrobras,
sino por haber atropellado la Constitución al incurrir en maniobras contables
ilegales entre el 2014 y 2015, al falsificar el déficit fiscal, período que
coincide con su reelección como mandataria.
El ambiente de polarización que se vive
en Brasil hace bien difícil la sustentación del régimen político: por un lado, y
con razón, el gobierno y el Partido de los Trabajadores acusa a la oposición,
esta vez dirigida por dos grandes corruptos, el vicepresidente Temer y el
presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, que estarían agitando un
golpe de Estado parlamentario. El ex Presidente de la República, Inácio Lula da
Silva, en sus encendidos discursos, recuerda el golpe de Estado de los
militares que derrocaron al entonces Presidente Progresista, Joao Goulart, en 1964.
Esta vez el Partido de los Trabajadores no está dispuesto a permitir que la
Presidente sea derrocada sin la defensa del pueblo, tal como ocurrió, por
desgracia, en los años 60, en que Goulart cayó aislado por los ciudadanos.
Lo más posible es que en el Senado se
reúna la mayoría simple y el vicepresidente Temer asuma el poder, provocando
una reacción popular debido a su protagonismo en casos de corrupción de este
personero, lo cual haría que los golpistas lo reemplazaran por Eduardo Cuhna,
tan corrupto como el primero, precipitándose una situación social de caracteres
imprevisibles.
Ante este negro panorama hay que agregar
una marcada recesión, demás de un 3% semestral, que pondría en peligro los
avances en materias sociales, conquistados durante los sucesivos gobiernos del
PT.
En esta conspiración de la derecha
latinoamericana hay que tener un extremo cuidado con el papel de los “fascistas
pobres”, aquellos personajes surgidos de las capas medias emergentes que, muy
fácilmente, terminan formando parte de una especie de “lumpen-burguesía” – para
usar los términos de la sociología de los años 60 – que terminan siendo la
fuerza de choque de la oligarquía conservadora, que no quiere soltar el poder.
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