SOCIOLOGÍA
SI CONOCIÉRAMOS LOS SUEÑOS DEL HOMBRE BLANCO
Por Leonardo Boff
La crisis
económico-financiera que aflige a gran parte de las economías mundiales ha
creado la posibilidad de que los muy ricos se vuelvan más ricos de lo que nunca
antes han sido en la historia del capitalismo, lógicamente a costa de la
desgracia de países enteros como Grecia, España y otros, y de modo general de
toda la zona del euro, tal vez con una pequeña excepción, Alemania.
Ladislau
Dowbor (http://dowbor.org), profesor de economía de la Pontificia Universidad
Católica de São Paulo (PUC-SP) resumió un estudio del famoso Instituto Federal
Suizo de Investigación Tecnológica (ETH) que compite en credibilidad con las
investigaciones del MIT de Harvard. En este estudio muestra como funciona la
red del poder corporativo mundial, constituida por 737 actores principales que
controlan los principales flujos financieros del mundo, ligados especialmente a
los grandes bancos y otras inmensas corporaciones multinacionales. Para ellos,
la crisis actual es una oportunidad incomparable de realizar el mayor sueño del
capital: acumular de forma cada vez mayor y de manera concentrada.
El capitalismo ha realizado ahora su sueño, posiblemente el
último de su ya larga historia. Ha tocado techo. ¿Y después del techo? Nadie
sabe. Pero podemos imaginar que la respuesta nos vendrá de otros modelos de
producción y de consumo sino de la propia Madre Tierra, de Gaia, que, finita,
no soporta más un sueño infinito. Ella está dando claras señales
anticipatorias, que al decir del premio Nobel de medicina Christian de Duve
(véase el libro Polvo Vital: la vida como imperativo cósmico, 1997) son semejantes
a aquellos que antecedieron a las grandes destrucciones ocurridas en la ya
larga historia de la Tierra (3,8 miles de millones de años). Tenemos que estar
atentos pues los eventos extremos que ya estamos vivenciando apuntan a
eventuales catástrofes ecológico-sociales, aun en nuestra generación.
Lo peor de todo es que ni los políticos ni gran parte de la
comunidad científica ni la población se están dando cuenta de esa peligrosa
realidad. Es tergiversada u ocultada, pues es demasiado antisistémica. Nos obligaría
a cambiar, cosa que pocos desean. Bien decía Antonio Donato Nobre en un estudio
recientísimo (2014) sobre El futuro climático de la Amazonia: «La agricultura
consciente, si supiese lo que la comunidad científica sabe (las grande sequías
que vendrán), estaría en las calles con carteles exigiendo al gobierno la
protección de las selvas y plantando árboles en su propiedad».
Nos falta un sueño mayor que galvanice a las personas para
salvar la vida en el Planeta y garantizar el futuro de la especie humana.
Mueren las ideologías. Envejecen las filosofías. Pero los grandes sueños
permanecen. Ellos nos guían por medio de nuevas visiones y nos estimulan a
gestar nuevas relaciones sociales, con la naturaleza y con la Madre Tierra.
Ahora entendemos la pertinencia de las palabras del cacique
piel roja Seattle al gobernador Stevens del Estado de Washington en 1856,
cuando éste forzó la venta de las tierras indígenas a los colonizadores
europeos. El cacique no entendía por qué se pretendía comprar la tierra. ¿Se puede
comprar o vender la brisa, el verdor de las plantas, la limpidez del agua
cristalina y el esplendor de los paisajes? Para él la tierra era todo eso, no
el suelo como medio de producción.
En este contexto piensa que los pieles rojas comprenderían
el por qué de la civilización de los blancos «si supieran cuáles son las
esperanzas que transmite a sus hijos e hijas en las largas noches de invierno,
cuáles son las visiones de futuro que ofrece para el día de mañana».
¿Cuál es el sueño dominante de nuestro paradigma
civilizatorio que colocó el mercado y la mercancía como eje estructurador de
toda la vida social? Es la posesión de bienes materiales, la mayor acumulación
financiera posible y el disfrute más intenso que podamos de todo lo que la
naturaleza y la cultura nos pueden ofrecer hasta la saciedad. Es el triunfo del
materialismo refinado que alcanza hasta lo espiritual, hecho de mercancía, con
la engañosa literatura de autoayuda, llena de mil fórmulas para ser felices,
construida con retazos de psicología, de nueva cosmología, de religión
oriental, de mensajes cristianos y de esoterismo. Es pura engañifa para crear
la ilusión de una felicidad fácil.
Así y todo, por todas partes surgen grupos portadores de
nueva reverencia hacia la Tierra, inauguran comportamientos alternativos,
elaboran nuevos sueños de un acuerdo de amistad con la naturaleza y creen que
el caos presente no es solo caótico, sino generativo de un nuevo paradigma de
civilización que yo llamaría civilización de la religación, sintonizada con la
ley más fundamental de la vida y del universo, que es la panrelacionalidad, la
sinergia y la complementariedad.
Entonces habremos hecho la gran travesía hacia lo realmente
humano, amigo de la vida y abierto al Misterio de todas las cosas. Es el camino
a seguir.
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