IGLESIA-PAPA
FRANCISCO: COOPTAR, NEUTRALIZAR, DISCIPLINAR A LOS
MOVIMIENTOS PROGRESISTAS
Por Aram Aharonian
Con gestos ampulosos, buen manejo mediático de mensajes tan
ambiguos que cada uno puede interpretarlos como desee, el jesuita Jorge
Bergoglio –devenido en Francisco- sigue coqueteando y seduciendo a círculos
progresistas dentro y fuera de la Iglesia Católica.
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En el marco del reciente Encuentro Mundial de Movimientos
Populares, Francisco indicó que el mismo respondía “a un anhelo muy concreto,
algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que
debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más
lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo”, y añadió: “Es extraño, pero si
hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista (…) No se entiende
que el amor a los pobres está al centro del Evangelio”. Y (casi) todos
aplaudieron.
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Lo cierto es que Bergoglio apenas parafraseó a Hélder
Cámara, pero a diferencia del brasileño no hace preguntas incómodas. Lejos está
de la llamada teología de la liberación, ya que en su enfoque no habla de clase
oprimida y clase opresora. Pareciera que para él eso no importa: basta con un
ambiguo “trabajar juntos por el bien de todos”.
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Contrariamente a la teología de la liberación, él opta no
por el empoderamiento de los pobres sino su tutelaje; ignora sus predicamentos
más radicales, coopta su potencial y neutraliza lo más subversivo, señala el
polaco Maciek Wisniewski. “Su afán es cooptar, no cooperar; neutralizar, no
impulsar; disciplinar y meter los movimientos y gobiernos progresistas a su
redil”.
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La presencia de los movimientos sociales latinoamericanos en
el Encuentro Mundial de Movimientos Populares se debatió ampliamente y, por
ejemplo en la reunión caraqueña de los Movimientos al Alba, hubo varias
delegaciones que se negaron a abanderar al papa como portavoz de los
“desheredados de la Tierra”, a pesar de las presiones de personeros de la
socialdemocracia europea, siempre presente en los pasillos.
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Y por eso mismo no puede extrañar el excesivo entusiasmo
de algunos socialdemócratas europeos –que también insisten en seguir con la
vieja costumbre de vender espejitos a los latinoamericanos (llámese
colonialismo cultural)- que tras el encuentro cantaron loas al “gran valor del
Papa y su nuevo rol histórico como abanderado solidario de las luchas de los
pobres del mundo”.
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Varios analistas resaltaron una frase, suponiendo que
Bergoglio hablaba contra el capitalismo o la financiarización. “Este sistema ya
no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad
humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales
alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con
inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo”. Ambigüedad. ¿Capitalismo con
rostro humano? Pero sin fanatismo, por favor.
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Algunos representantes de organizaciones sociales argentinas
recordaron que Bergoglio, conservador cercano a los sectores reaccionarios de
la Iglesia argentina durante la dictadura y defensor de los terratenientes en
el más cercano 2009, no debía ser convertido en un líder mundial de la
izquierda, con la bendición de los movimientos sociales.
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Otros, centroamericanos, insistieron en no olvidar la activa
participación de la Iglesia Católica en el mayor genocidio y expoliación de las
riquezas de nuestros pueblos, y reclamaron que el papa no olvide lo que sucede
con nuestros pueblos originarios, con nuestros estudiantes, con nuestros
desheredados. ¿Será que la Iglesia Capapa carteltólica ha retomado su opción
por los pobres y no nos habíamos dado cuenta?
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Si bien es cierto que el centro de la política se ha movido
demasiado a la derecha, solamente hablar de pobreza e injusticia pareciera que
unge a cualquiera como progresista. Los postulados del Concilio Vaticano II
fueron desechados y la jerarquía católica empleó la coerción en contra de los
curas tercermundistas a la Congregación para la Doctrina de la Fe, heredera de
la Inquisición y dirigida por Joseph Ratzinger, devenido luego en Benedicto
XVI.
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El compromiso social había sido abandonado hace décadas: “una
defección que se acentuó con la actitud de Roma y de las jerarquías
eclesiásticas locales durante los pontificados de Karol Wojtyla y Joseph
Ratzinger; en ese periodo los jerarcas católicos abandonaron a sus fieles para
aliarse con los poderes terrenales y con el dinero”, señala un editorial del
diario mexicano La Jornada.
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Mientras Wojtyla se sumaba a la campaña anticomunista de
Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y el Vaticano perseguía y hostigaba a los
sacerdotes, obispos, arzobispos y teólogos que aplicaban con fidelidad entre
los pobres las enseñanzas de Cristo. La Teología de la Liberación fue duramente
reprimida; sus exponentes fueron reducidos al silencio, retirados de los cargos
que ocupaban y sometidos a todo tipo de arbitrariedades y castigos, añade.
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Es cierto que no era común que un papa se dirigiera a
trabajadores, desocupados, campesinos, desheredados, pero no hay que olvidar
que es argentino y dicen que peronista. Habló con los movimientos sociales,
como también lo hiciera con jugadores de fútbol (y todos pueden mostrar un
selfie con el papa). Y en este último encuentro Francisco también descubrió
que la reforma agraria es una necesidad no sólo política sino moral, algo por
lo que al menos en Latinoamérica, venimos peleando desde hace décadas, y en
ello se comprometieron “a muerte” curas católicos como Camilo Torres.
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Más allá del papa-compañero que quisiéramos que fuera
verdad, todo da la impresión de que la hábil intención del Jefe de Estado
vaticano es la de cooptar, neutralizar, disciplinar y meter los movimientos y
gobiernos progresistas bajo su liderazgo (marcando su hegemonía), alejándolos
de la tentación de caminar hacia el socialismo, hacia sociedades más justas,
equitativas, igualitarias, más democráticas, donde ya no se puedan vender espejitos y donde no reine el dios dinero.
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