CATALUÑA
LA DEMOCRACIA NO TIENE FRONTERAS
Por Joan Herrera Headshot
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El 9N ha sido una exitosa movilización. Más gente que nunca
salió a la calle a decir que quería votar sobre la relación de quiere tener con
el resto de España. 2.360.000 personas no es una cifra que se pueda desdeñar. Y
a la vez, las dimensiones de la participación ponen de manifiesto que queda pendiente
la consulta.
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El resultado, pues, obliga a darle cauce a una demanda
democrática y plenamente normalizada en países que se pueden comparar al
nuestro. Lo hicieron Canadá y Quebec, lo asumieron Reino Unido y Escocia. Pone
de manifiesto que existe en Catalunya una mayoría movilizada en torno a la independencia, 1.860.000 personas, una
cifra extraordinaria. Una mayoría que es la que está hoy activa y se expresa en
la calle, amplia y que debe ser escuchada. Existe también otra realidad: en
torno a medio millón de personas que se han acercado a la reivindicación de
votar sin identificarse necesariamente con la independencia. Y existe también
mucha gente que, en esa expresión de movilización, no se sintieron
interpelados, pero a pesar de ello, querrían resolver mediante la política y el
voto un problema político como el que tenemos.
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El otro elemento relevante es que lo que sucede en Catalunya
va más allá de la realidad catalana. No hay cambio profundo en España sin que
haya cambio profundo en Catalunya. Lo que ha pasado en Catalunya pone de
manifiesto el agotamiento y los límites del unilateralismo del PP. Su
hostilidad y su inmovilismo no han podido evitar que se produzca una expresión
de participación como el 9N. Su proyecto político va ligado a un monosílabo:
"NO".
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Lo que pasó en las calles, en las ciudades y en los pueblos
en Catalunya fue una desautorización total al Gobierno del PP. Se puso de
manifiesto que, a plena luz del día, se podía operar más allá de la legalidad,
en una evidente demostración de los límites del ordeno y mando del Gobierno del
PP. El terremoto que se produjo con epicentro en la costa mediterránea ha
recorrido toda la península, y agrieta más a un partido carcomido por la
corrupción y que sucumbe ante su inmovilismo. No se podrá interpretar qué pasa
en España sin entender que, de nuevo (aunque no solo), en Catalunya se rompen
los cimientos del sistema de partidos existentes en España. La demanda de
democracia conecta, por tanto, con una demanda que recorre todos los rincones
españoles.
La opción de fiarlo todo a lo que pasase en Catalunya, sin
tener presente los otros escenarios y la correlación de fuerzas en el Estado
tiene también un limitado recorrido. La conclusión es que no hay quizás fuerzas
para una ruptura unilateral (aunque el PP puede continuar haciéndolo todo para
seguir incrementando la fuerza del independentismo). Y a la vez, el Gobierno
central y las fuerzas estatales tampoco tienen la fuerza ni la autoridad
necesaria para evitar que el movimiento soberanista se mantenga, y que desde
Catalunya y, de forma muy transversal, se plantee la consulta. La conclusión
es, por tanto, que la evolución del proceso soberanista va absolutamente ligado
a la evolución del fin de régimen que se está produciendo en España.
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Es posible que haya elecciones al Parlament, que algunos
querrán que sean plebiscitarias. Unas elecciones cuya principal lógica debería
ser la de cambiar un Gobierno insensible en lo social y afectado también por el
caso Pujol. Pero las elecciones en Catalunya poco cambiarán en el terreno de la
agenda nacional, ya que el día después nos encontraremos con el mismo escenario
que protagoniza el bloqueo: la mayoría absoluta del PP.
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Es en este contexto en que la interacción entre el escenario
catalán y el español es fundamental. España no puede continuar sin responder
ante una reivindicación tan transversal como la de la sociedad catalana. O
responde, o de forma más lenta de la que a algunos se les antoja, pero poco a
poco, la desconexión entre Catalunya y el resto del Estado se irá produciendo,
haciendo irreversible el camino que se ha iniciado. Por otra parte, la sociedad
catalana deberá volcarse en el escenario español. No habrá referéndum sin que
desde Catalunya y el resto del Estado se protagonice un auténtico fin de
régimen que pase por la derrota del PP y el inmovilismo en el que muchas veces
queda atrapado el PSOE.
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Mientras tanto, en Catalunya y en España deberíamos
transitar hacia el futuro desde dos principios. En Catalunya, desde una de las
máximas que acuñó el viejo PSUC: "Catalunya un sol poble", Catalunya
un solo pueblo. En esta frase se resumía que la gente en Catalunya pertenecía a
un solo pueblo, independientemente de sus orígenes, su lengua habitual, incluso
al margen de un sentimiento identitario cruzado como el de la sociedad
catalana. Dicho de otra manera: es más importante ir lejos y muchos que rápidos
y menos. Y en España, asumiendo que el debate no es entre un modelo autonómico
o federal, sino en algo más básico: el reconocimiento de la plurinacionalidad,
con todo lo que esto representa. Es decir asumiendo que Catalunya es sujeto
político y puede decidir su futuro.
Posición actual de Mariano Rajoy (*)
Desde Brisbane, Australia, donde participó en la cumbre del G-20, el presidente Mariano Rajoy se mostró dispuesto a abrir una nueva etapa en Cataluña, centrada en la mejora de la situación económica y el bienestar de los ciudadanos. El presidente del Gobierno y del Partido Popular, Mariano Rajoy, ha respondido este lunes a la carta que hace una semana le envió el presidente de la Generalitat, Artur Mas, con una misiva en la que subraya que la soberanía nacional no es negociable, según informaron a la agencia Europa Press fuentes del Palacio de la Moncloa.
El propio Rajoy ya anunció el último fin de semana Brisbane (Australia), que este lunes contestaría a esa carta de Artur Mas en la que le pedía abrir un diálogo permanente para pactar una "consulta definitiva", lo que el presidente del Gobierno español concretó.
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En su carta de respuesta, justo una semana después de la que le mandó el presidente catalán, el jefe del Ejecutivo expone los mismos argumentos que ya desgranó públicamente el pasado miércoles en rueda de prensa, es decir, que la soberanía nacional no es negociable, según han señalado las mismas fuentes.
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Rajoy ya ha dejado claro en numerosas ocasiones que no va a negociar la unidad de España ni la soberanía nacional. A su entender, el diálogo solo tiene sentido y da frutos si se comparte un mínimo de lealtad constitucional, algo que a su juicio no está haciendo Artur Mas al exigir al Gobierno central que autorice un referéndum de autodeterminación.
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"Artur Mas desea imponer la celebración de un referéndum de verdad, una consulta definitiva y ya adelanto que eso no puede ser. Lo que era ilegal hace un año lo sigue siendo hoy", afirmó rotundo el día 12 de noviembre, para añadir que su Gobierno y el PP se opondrán a "liquidar la soberanía nacional".
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El Gobierno y el PP consideran que si lo que quiere el Ejecutivo catalán es modificar la Constitución para introducir el derecho de autodeterminación y "liquidar" la soberanía nacional, tiene "todo el derecho" a plantearlo porque es un "camino legal". Eso sí, ya ha avisado que el PP no le apoyará con sus votos para que esa iniciativa salga adelante.
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Tras el 9 de noviembre, el presidente catalán aseguró que tras la movilización de más de dos millones de personas, el Ejecutivo del PP debería aceptar una consulta negociada. Por eso, señaló que el diálogo con Rajoy debe servir para pactar una "consulta definitiva", que sería como las celebradas en Quebec y en Escocia, si bien él mismo admitió que no tiene muchas esperanzas de que prospere.
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La carta de Artur Mas a Rajoy pivotaba sobre un tercer punto, además del diálogo permanente y la consulta definitiva: avisar a Mariano Rajoy de que, si la consulta pactada no llega, se puede "utilizar las elecciones" autonómicas como sustitutivo de la consulta.
El presidente del Gobierno tiene previsto viajar el día 29 de noviembre a Cataluña, veinte días después del llamado proceso participativo del 9 de noviembre, según han informado a Europa Press fuentes del Ejecutivo.
(*) Agregado de la Redacción Central de KRADIARIO
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