OPINIÓN
LOS APRIETOS DE LA COHERENCIA
Por Wilson Tapia Villalobos
Periodista y profesor universitario
LOS APRIETOS DE LA COHERENCIA
Por Wilson Tapia Villalobos
Periodista y profesor universitario
Claro que también existen aquellos que no olvidan su origen
y siguen intentando lograr respuestas que beneficien a los más humildes. Pero
tienen que hacerlo soportando el peso de la derrota histórica de los
socialismos reales. Una especie de hecatombe que los hace luchar contra los
abusos del poder sin tener un sistema alternativo que mostrar.
Hay quienes dicen
que hoy es el momento de los movimientos sociales. Que son los llamados a
representar más genuinamente a los ciudadanos y a reemplazar a los partidos
políticos. Sin duda, tal opinión tiene su origen en lo que ocurre en las calles
del mundo. Pero desconoce algunos elementos que son fundamentales. Hasta ahora,
esos movimientos se levantan respondiendo a los llamados de las redes sociales,
manifiestan su malestar y luego se apagan cuales fuegos fatuos, hasta la
próxima ráfaga que vuelva a encenderlos.
Responden a situaciones puntuales. Carecen de una ideología
que muestre caminos claros, que plantee rutas alternativas de solución al
sistema vigente. Y en eso está el sector. A ello se deben las tensiones que
vive en todo el mundo el área del progresismo, que antaño se llamaba izquierda.
En España, el Podemos amenaza con reemplazar a la Izquierda
Unida (IU) y luego es posible que erosione al Partido Socialista Obrero Español
(PSOE). Esta última, una fuerza más de centro, de ideología socialdemócrata y
que, de algún modo, ha servido de modelo a los acomodos que ha hecho el Partido
Socialista de Chile (PS) para intentar liderar a la Concertación y luego a la
Nueva Mayoría.
Y aquí entramos en el plano local. No es casual que en esos
días se escuchen las voces de algunos de los espolones con que ha contado el
socialismo chileno. Es lo que han hecho el ex presidente Ricardo Lagos y el
secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel
Insulza. Ambos manifestaron su malestar por las diferencias que se detectan
casi a diario dentro de la Nueva Mayoría. Insulza añora los primeros años de la
Concertación en que había "un gran ánimo de unidad y creo que ese mismo
ánimo de unidad debe predominar hoy en la Nueva Mayoría", dijo en
entrevista al diario El Mercurio. Lagos, por su parte, ha incursionado también
en el comportamiento político del gobierno y su postura para impulsar las
reformas, cuestionando tal desempeño.
En definitiva, los dos referentes creen que es deseable un
comportamiento distinto al observado en estos primeros meses del gobierno de la
presidenta Bachelet. Insulza lo hace rememorando esa unidad que era el reflejo
de un trabajo que se resume en gobernar en la medida de lo posible; en impulsar
la democracia de los acuerdos, que fue lo que hizo la Concertación por veinte
años. Lo que no hay que olvidar es que su paso por el poder no afectó
seriamente la estructura política levantada por una dictadura como la del
general Pinochet y la derecha chilena. Lagos, por su parte, apunta hacia el
mismo objetivo, pero poniendo el acento en buscar puntos de acuerdo para que el
sistema económico siga operando como hasta ahora.
Las definiciones no son fáciles. La Nueva Mayoría reúne a
exponentes de tendencias ideológicas diversas. Y es cierto el argumento que
esgrime Insulza, al decir que sin la Democracia Cristiana (DC) la Nueva Mayoría
no existiría como alternativa política mayoritaria en el país. Sin embargo, no
es menos cierto que la salida de la Concertación del poder se debió a que en
dos décadas fue incapaz de resolver problemas que pueden resumirse en la
inequidad social que hace de Chile uno de los diez países que peor reparten su
riqueza en el mundo.
En la Reforma Educacional se ven las diferencias. Y primero
se vieron en la Reforma Tributaria. Pero los puntos que parecen olvidar tanto
Insulza como Lagos es que la Concertación no fue capaz de seguir ejerciendo el
poder político, debiendo dar paso a la derecha. Y las reformas que hoy se
plantean son aspiraciones que aglutinan a gran parte de los chilenos. Ahora, el
problema es si hay disposición en este nuevo conglomerado para dar respuestas a
las aspiraciones ciudadanas. Ello implica, en algunos casos, flexibilizar
posiciones ideológicas y alejarse de objetivos económicos grupales para dar
paso al interés nacional.
En todo caso, durante la última semana vivimos hechos de
gran significación. La decisión del Ejecutivo de obligar a las Isapre a
terminar con la aberrante mirada del embarazo como enfermedad preexistente, es
un paso revelador. La primera pegunta que surge es: ¿Por qué no se hizo tal
cosa en los veinte años de gobierno de la Concertación? Hoy está claro que
dependía de una decisión del Poder Ejecutivo. Es decir, de aplicar la
orientación de quien gobernaba. Algunos no fueron coherentes con los principios
que decían defender.
Si los planteamientos de Lagos e Insulza se imponen, el
aporte de Chile al panorama del progresismo será tan pobre como lo ha sido en
algo más de dos décadas. Con el agravante de que el esquema democrático
nacional continuará resquebrajándose, los movimientos sociales aportarán
efervescencia, pero no soluciones, y la coherencia política seguirá en
aprietos.
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