OPINIÓN POLÍTICA
EL FUTURO DE LAS REFORMAS
Por Manuel Acuña Asenjo
El triunfo político del pacto Nueva Mayoría
El gobierno de ‘Nueva Mayoría’ pudo constituirse como tal, luego que dicho pacto político alcanzara la victoria electoral en diciembre del pasado año merced a dos circunstancias: fue la primera, contar con la presencia de un líder carismático como lo es Michelle Bachelet que, para la generalidad de la población votante, a pesar de haber sido su pasada administración la que puso fin a la era de Gobiernos de la Concertación de Partidos Por la Democracia, parece representar la ‘reginae mater’; la segunda, haber podido alcanzar a redactar, poco antes de dichas elecciones, un programa de Gobierno que recogía gran parte de las demandas ciudadanas pendientes de realizar hasta el momento de dicha elección.
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Como señala una analista, “la retórica de la Reforma de
Bachelet ha sido completamente copiada de las demandas estudiantiles, y diría,
hasta mejorada, si analizamos los artilugios argumentativos del ministro de
Educación. Esa retórica sin embargo, queda vacía si se analizan los contenidos
totalmente minimalistas que promueven desde La Moneda en Educación".
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Simultáneamente, empeñó dicha coalición ante la ciudadanía
la promesa de una nueva forma de
gobernar en el sentido que no repetiría los vicios del pasado, especialmente en
materia de acuerdos alcanzados a espaldas de los habitantes de la nación. Para
el cumplimiento del programa se urgió al electorado a dar ‘un parlamento para
Michelle’; en cuanto a lo segundo, se ofreció una administración ejercida por
una nueva generación de políticos que comprometían su palabra en torno a actuar
con plena independencia de los partidos. Dentro de la escena política nacional
sembró, por consiguiente, grandes expectativas de cambios y transformaciones.
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Con esas armas electorales, Michelle Bachelet no sólo casi
dobló la votación de su rival, Evelyn Matthei, sino que obtuvo, además, una
aplastante mayoría parlamentaria cuyo número debería haberle permitido llevar
adelante todos los cambios propuestos en ese programa. Sin embargo, no ha
sucedido de esa manera.
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Por el contrario: todo lo que se suponía realizable
comenzó a malograrse en los meses posteriores a poco de asumir el pacto ‘Nueva
Mayoría’ el mando de la nación. Incluso, a medida que pasa el tiempo, se
desdibuja el perfil de las transformaciones sociales que dicha coalición
parecía estar decidida a emprender, al extremo de desconocerse su propio
impulso transformador que parecía identificarla en sus inicios. Y no es que la
naturaleza de dichas reformas sea intrínsecamente ‘perversa’ o lleve
ineluctablemente al ‘comunismo’ como más de alguien podría suponer.
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Por el
contrario: su contenido primitivo era bastante poco atrevido siendo, en algunos
casos, incluso, hasta conservador. La propia Reforma Tributaria que
recientemente ha promulgado la presidenta no es ni la sombra de aquella que
primitivamente había propuesto el ministro Arenas; tampoco la actual Reforma
Educacional que en breve se tramitará en el Senado. Para qué hablar de la
Reforma Constitucional o de una Asamblea Constituyente.
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Y es tan evidente una
manifiesta ‘marcha atrás’ dentro de esta época de transformaciones que, cuando
dos de las personas que integraban la llamada Comisión Presidencial de Expertos
para la Reforma de la Salud Privada —a saber, Gonzalo de la Carrera, presidente
del grupo de empresas Colmena Salud, y Ana María Albornoz, gerenta de la
empresa Clínicas Chile (quienes, en defensa de sus respectivas conductas,
alegaron estar dicha Comisión preparando las condiciones para estatizar las
ISAPRES)— anunciaron el retiro de la misma por las razones antedichas, su
secretario ejecutivo, Camilo Cid, pudo decir, con toda calma, que tales
afirmaciones no eran efectivas pues el proyecto aprobado solamente
“[…] debía considerar terminar con la discriminación,
terminar con las alzas unilaterales y lo que se acordaba, entonces era poner a
las ISAPRES en un estatus de seguridad social, pero no terminar con ellas de
ninguna manera” .
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Las reformas propuestas, pues, no serán realizadas en su
integridad a pesar de haber ganado la entonces candidata Bachelet dentro de las
reglas del juego impuestas por la dictadura y con un Parlamento proclive a los
cambios.
¿Qué ha sucedido?
¿Cuál es la razón de este cambio de comprtamiento?
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No puede afirmarse ingenuamente que todo ello se debe a la
virulencia de una ‘derecha’ que desea hacer oídos sordos tanto a razones como a
la ‘voz del pueblo’; tampoco puede decirse que se deba a la acción solapada de
un estamento empresarial poco proclive a los cambios pues, como ya lo
denunciáramos en uno de nuestros anteriores documentos, dicho estamento apoyaba
no sólo a la candidata del pacto ‘Nueva Mayoría’ sino a todo su Programa de
Gobierno, y rechazaba a la que debería estimarse como ‘representante político
natural’ de la clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo que
era Evelyn Matthei.
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Para algunos autores, la razón de tal retroceso radicaría en
los límites impuestos por la constitución pinochetista a una era de cambios,
pues su estructura no toleraría grandes reformas ni permitiría introducir
transformaciones ‘estructurales’ al sistema vigente. Dadas así las cosas, no
quedaría sino una solución como la que propone un analista:
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“Para el gobierno sería mejor poder hacer todas las reformas
sin gastar demasiado esfuerzo en la Constitución y por eso yo creo que es
importante notar que estas reformas sólo pueden ser compatibles con la
Constitución en la medida que no se hagan las transformaciones profundas que la
Nueva Mayoría prometió”.
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Con prescindencia de la polémica que suscita una eventual
reforma o derogación y reemplazo de la constitución pinochetista por una que
refleje la voluntad de las grandes mayorías nacionales, no parecen atinadas las
conclusiones del analista, toda vez que presuponen incapacidad o ignorancia de
parte del actual pacto gobernante de entender a cabalidad el real significado
de la carta fundamental. Como lo hemos expresado repetidamente en nuestros
análisis, ‘Nueva Mayoría’ ganó las elecciones dentro de las reglas del juego
impuestas por la dictadura, y con una extraordinaria presencia de
representantes en el Parlamento.
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De lo cual se desprende que no dice verdad el senador Felipe
Harboe cuando asegura, refiriéndose a las reformas que deberían introducirse a
la Constitución:
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“Tenemos que abrir este debate, y será en el proceso
legislativo donde se defenderán las visiones que correspondan. Ahora claro, hay
que ser realistas, tenemos una Constitución que exige para reformarse
supramayorías, y hoy no tenemos los votos” .
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Los votos están; son otros los elementos que faltan. Por lo
mismo, tampoco acierta Camila Vallejo cuando, luego de haber sido burlado su
partido por un acuerdo tras bambalinas durante la discusión de la Reforma
Tributaria, se lamenta de la siguiente
manera:
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“[…] nos hemos encontrado con la oposición política y
económica de la derecha, así como también del sector más conservador de la
Nueva Mayoría, perteneciente al núcleo de la antigua Concertación, quienes en
vez de desarrollar un argumento crítico han preferido emplear la
desinformación, la mentira y la desconfianza, con el sólo fin de infundir miedo
al cambio” .
A nuestro entender, las causas de los impedimentos que han
malogrado toda posibilidad de llevar adelante las reformas del modo
primitivamente formulado, parecieran encontrarse en otros hechos y
circunstancias y no en una constitución inadecuada o en la simple oposición de
políticos malévolos y de empresarios inescrupulosos cuya única finalidad es
poner cortapisas a toda iniciativa proveniente del pacto gobernante. La teoría
nos puede ayudar en el empeño por conocer qué es lo que efectivamente está
sucediendo.
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