POLÍTICA
LA DEMOCRACIA INCREÍBLE
Por Wilson Tapia Villalobos (*)
Hoy es difícil que los chilenos puedan ufanarse de la que
parecía ser una carta de presentación estrella: su democracia. Así creían que
era antes de que se fraguara y concretara el golpe cívico militar, en 1973, y
luego de que se retomara la senda democrática, en 1990.
.
Tal sentir parecía avalado por voces que venían de distintos
foros internacionales que alababan la forma en que se había realizado la
transición. Hoy, sin embargo, tal como ocurrió en 1973, esas visiones parecen
falaces.
.
La única forma que sirve para medir la democracia debe estar
en el sentir de quienes viven bajo tal sistema. En 2013, para sorpresa de
muchos, el 58% de los ciudadanos se abstuvo de emitir su parecer al momento de
elegir a su nueva presidenta de la República. Fue un síntoma que obligó a
pensar en reimponer el voto obligatorio. Pero la obligación no resuelve el
sentir.
.
Los chilenos muestran muy poca empatía con la clase
política. Al punto de que sus integrantes reciben la peor calificación, junto a
los integrantes del Poder Judicial. Y se trata de dos instituciones
democráticas fundamentales.
.
El Poder Ejecutivo, por su parte, tampoco alcanza
calificaciones sobresalientes. La última aparición de la presidenta Michelle
Bachelet en una larga entrevista que concedió a Chilevisión, no ayudó a mejorar
las cosas. Mostró ese carácter empático que la acerca a los chilenos, pero no
aportó la dosis de liderazgo que se requiere para defender las reformas
estructurales que ha planteado su gobierno. Los problemas que éstas enfrentan
hoy no son sólo el resultado de fallas comunicacionales, como señaló la
mandataria. Hay algo más de fondo. Y es hacia eso que debe apuntar la visión de
un líder.
.
Explicar, por
ejemplo, por qué tales propuestas generan tanto rechazo en los segmentos más
favorecidos de la sociedad. Me refiero a las reformas educacional y tributaria.
Si Bachelet no ve así las cosas, los chilenos que votaron por ella lo habrían
hecho por su cercanía y carisma. Cuestión muy respetable, por cierto. Pero hay
un vasto sector de sus electores que lo hicieron pensando en que ella podía
representar la posibilidad de terminar con la desigualdad que hoy impera en la
sociedad chilena. Para lograrlo, parece no ser suficiente la cercanía y el
carisma, se requiere conducción y un traspaso importante de herramientas
políticas que sirvan para entender y defender las reformas que planteó en su
programa de gobierno.
.
Pero la imagen de
esta democracia increíble pasa también por otros derroteros. Uno de ellos es la
mezquindad política. Las actitudes de la oposición y el oficialismo sólo
colaboran en el descrédito de la política y, por ende, de la democracia.
.
Hay, además, otros hechos relevantes. Provienen de
instituciones tan trascendentes como la Justicia. El juicio contra el sacerdote
John O´Reilly resultó ser una caricatura. El clérigo fue condenado por abusos
sexuales contra una menor. La condena por ese crimen aberrante: cuatro años y
un día de libertad vigilada. O´Reilly no es un sacerdote católico cualquiera.
Es uno de los emblemas, en Chile, de los Legionarios de Cristo, una de las
corrientes con mayor poder -económico y político- dentro del catolicismo local.
Y eso lleva a considerar que nuestra Justicia no es ciega.
.
La condena a O´Reilly hizo recordar el publicitado juicio
contra la colusión de las farmacias. Ese doloso episodio, que generó
multimillonarias ganancias a sus autores, terminó también con algunas penas que
fueron ridículas: obligación de asistir a clases de ética empresarial para los
ejecutivos de Fasa, Salcobrand y Cruz Verde, las tres cadenas involucradas.
Finalmente, tal pena fue desechada, pero ninguno de los ejecutivos tuvo condena
de cárcel, pese a que las ganancias logradas alcanzaron a cerca de $30.000
millones, unos US$15 millones de la época (2008) y la cantidad, cientos de
miles de personas.
.
Otro punto en el ámbito de la justicia que llama la atención
es el desempeño del Consejo de Defensa del Estado (CDE) en relación de los
Derechos Humanos. Cuando se trata de la denuncia de violaciones a los DD.HH.,
el CDE asume una actitud inquebrantable de defensa de las víctimas. Pero cuando
se llega al tema de la compensación por el daño recibido, el Consejo se
transforma en un defensor a ultranza del violador. En el caso de los militares,
el Estado chileno.
.
Y a propósito de los militares violadores de los DD.HH.
Parece poco democrático que gocen de pensiones estatales reajustables, igual
que las de quienes no han cometido delito alguno; no hayan perdido sus grados;
y purguen sus penas en cárceles especiales. Como si atentar en contra de la
condición humana fuera un distintivo de privilegio para el malhechor. El caos
en el Metro es otro elemento discordante. En los últimos tres meses se han
producido cuatro incidentes serios, que afectaron a millones de santiaguinos.
La reacción gubernamental llegó hasta imponer la salida del presidente del
Directorio. Una medida que, obviamente, no resuelve los problemas técnicos. Y
las explicaciones oficiales son más bien tímidas.
.
Sólo el presidente
del Partido Socialista, Osvaldo Andrade, enfrentó las críticas políticas de la
oposición con cuestionamientos también políticos. Dijo que lo que ocurría en el
Metro era la consecuencia de que en los cuatro años de la administración Piñera
el Metro quedó abandonado. Ahora faltan las pruebas. Ahora habrá que ver si la
administración Bachelet soporta las presiones y fortalece la presencia estatal
en el Metro, en vez de abrirlo a las concesiones a privados.
(*) Periodista y profesor universitario - http://www.wilsontapia.cl
No hay comentarios.:
Publicar un comentario