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viernes, 7 de noviembre de 2014

OPINIÓN POLÍTICA
¿LOS FUNDAMENTOS CONSERVADORES DEL PODER?
Por Hugo Latorre Fuenzalida

En el actual debate sobre las reformas estructurales queda muy claro que nuestra sociedad es tremendamente conservadora. Pero estas palabras no deben llevar a engaño, pues lo que es esencialmente conservador es el espacio del poder. No toda la sociedad.
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De hecho los jóvenes, desde los “Pingüinos” hasta los del 2011, reflejan un malestar con lo que se conserva desde la dictadura que no puede ser desmentido. Los trabajadores de la salud  también se oponen a las concesiones hospitalarias, por representar lo que representan: una intromisión corrupta del poder económico en un servicio de derechos humanos. Los ciudadanos del sur se rebelan contra el arrasamiento de sus ríos y paisajes por instalar unas hidroeléctricas que servirán a las regiones del norte del país, lugar en que proliferan las explotaciones mineras transnacionales que  nada deja a Chile, PERO sí piden todo tipo de granjerías para su maximización de ganancias.
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Pero la realidad es contradictoria, pues la base electoral que legitima el poder es de clase alta y de edad avanzada. Curiosamente los jóvenes, que ahora tienen derecho a voto automático, simplemente no votan, no lo quieren hacer. Lo más probable es que ignoren el potencial de cambio que implica  el votar. Con sólo concurrir a las urnas podrían realizar las transformaciones de toda la estructura vigente, que es la causa de tanto malestar entre sus miembros.
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Ni siquiera los jóvenes universitarios, que se supone tienen más conciencia, se toman la  molestia de dejar su huella en pro del cambio que piden y requieren.
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Entonces van a votar los viejos y las personas del barrio alto, también los de clase media, esa llamada “aspiracional”, que siempre le temen a todo lo que amenace su precario ascenso social.
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Es decir que nuestro sistema se legitima con poco más del 40% del universo electoral, que son justamente  la parte del universo que  es refractaria a los cambios, ya sea por anquilosamiento intelectual, moral o físico. Los otros  que no quieren modificar nada, son aquellos que creen a ciencia cierta que la riqueza de un país debe pasar por sus propias cajas de fondo, de lo contrario no es legítima. En consecuencia eligen su guardia pretoriana en el Congreso y en los medios de comunicación, en los tribunales y hasta en las Fuerzas Armadas. Con eso se aseguran que si los votos hablaran y reflejaran la voluntad mayoritaria del pueblo, tampoco fuesen realmente efectivos en amenazar sus intereses.
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Cuando se aprobó la inscripción automática y el voto voluntario, los agentes del poder sabían perfectamente que el 70% de los nuevos inscritos son jóvenes que “no están ni ahí” con la política, simplemente porque la política nunca les dio la hora; simplemente los abandonó y los dejó corromperse en las poblaciones marginales de las grandes ciudades de Chile. Ellos sabían que esa era una generación perdida, sumida en la droga, el alcohol, la delincuencia y el consumo marginal  e ilusorio.
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En consecuencia, la plana política que acompañó a la presidenta(e) Bachelet, que llegó con el discurso eco de los movimientos sociales, contienen en su nueva denominación un viejo personaje: “la Concertación”. El nuevo hábito no puede ocultar las adoraciones del viejo monje.
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Al interior de la “Nueva Mayoría” vienen haciendo procesión las mismas viejas beaterías de la “Concertación”. Esa misma clase política que canta himnos al modelo pinochetista, que enciende cirios al lucro y que se hermana en muchas corruptelas que delatan su adelgazamiento moral.
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No es de extrañar entonces que la cabra se vaya para el monte apenas comience  la caminata. Luego de la fiesta electoral, “vuelve el rico a sus riquezas y el señor cura a sus misas”, como dice la letra de una siempre aleccionadora canción popular.
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Pero, para más, los agentes intempestivos de los cambios estructurales, resultaron ser unos improvisadores  cuenta cuentos. Mucha voluntad y poca sustancia. No se prepararon para algo tan grande como hicieron creer a los inocentes. No saben por dónde partir ni dónde llegar. Lo de Transantiago, Tranessbio, transEFE  y tantos otros “trans” que se han dado, se repiten en el tiempo como una fatalidad.
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Ahí uno comprende de porqué pueden meter las manos en la reforma tributaria gentes como Zaldívar  y exministros de Piñera, que entregan finalmente una “ostia” que el Congreso se traga integralmente y el gobierno pone cara de sabia reconciliación para con los “Amos del valle”. Si hasta los empresarios se ufanan de ser “padres de la reforma”.
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Por eso, desde la reforma educacional se comienza a arrancar las hojas de la Margarita frente a cada uno de los actores y de los intereses comprometidos: ¿Me quiere la Iglesia Católica? ¿Me quiere la Iglesia Evangélica? ¿Me quiere la Asociación de empresarios privados de la educación? ¿Me quieren los estudiantes?
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Pero en este deshojar Margaritas no aparece ninguna claridad sobre los objetivos y tiempos de las reformas. Las cosas que se hablan en la educación son tan comprometedoras, que para abordarlas con solvencia se requiere un plan de acción tan tremendamente riguroso, extenso e intenso que, piensa uno, sobrepasa largamente las capacidades expuestas por estos improvisados reformadores.
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Piense sólo en cómo sacar de un medio que des-educa a una población inmensa de jóvenes que viven en la marginalidad: sin más cultura que la incultura, sin más mérito que el sobrevivir  en la adversidad física  y moral. Si queremos dar igualdad de oportunidades a esa gran masa de jóvenes marginales, en primer lugar deben ser sacados de ese medio, que es lo más antagónico al propósito de educar, separarlos, aislarlos y darles un ambiente que les permita superar aquello que los jala hacia abajo, hacia el vicio, la violencia, el odio y la desesperanza. Sólo ese paso cuesta todo lo que se ha recaudado para educación con la mentada “reforma tributaria”.
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Porque la mala educación en Chile tiene un sesgo de segregación social indesmentible, como también la mala salud o la mala justicia. Si no se saca la mochila social que llevan los jóvenes de Chile, no habrá real y efectiva reforma educacional.
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Finalmente se debe decir que al interior de la “Nueva Mayoría” se comienza a ver el movimiento, producto de los animalitos que comparten el saco: perros y gatos; ambos carnívoros pero  cazadores de presas de distinto tamaño. La DC defiende el alimento del que se ha venido nutriendo desde que abandono la decencia, esa  que impone la separación entre los interese privados y públicos; el PC, que se alimenta de sobras, mantiene la defensa de glorias testimoniales pasadas, que le obligan a maullar y sacar garras, pero que todos saben que en el mundo ya tienen las uñas y los dientes  limados y que sus aspavientos sólo sirven para mantenerse dentro del saco y no se les lance al foso.      

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