SOCIEDAD
¿CUÁN “CORDIAL” ES EL PUEBLO BRASILERO?
Por Leonardo Boff
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Decir que el brasilero es un «hombre cordial» viene del escritor
Ribeiro Couto, expresión generalizada por Sérgio Buarque de Holanda en su
conocido libro Raíces de Brasil, de 1936, que le dedica todo el capítulo V.
Pero aclara, contrariando a Cassiano Ricardo que entendía la «cordialidad» como
bondad y delicadeza, dice que «nuestra forma ordinaria de convivencia social es
en el fondo justamente lo contrario de la delicadeza» (de la 21ª edición de
1989 p. 107). Sérgio Buarque asume la cordialidad en sentido estrictamente
etimológico: viene de corazón. El brasilero se orienta mucho más por el corazón
que por la razón. Del corazón pueden provenir el amor y el odio. Bien dice el
autor: «la enemistad bien puede ser tan cordial como la amistad, visto que una
y otra nacen del corazón» (p.107).
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Escribo todo esto para entender los sentimientos «cordiales»
que irrumpieron en la campaña presidencial de 2014. Hubo por una parte
declaraciones de entusiasmo y de amor, hasta el fanatismo, para los dos
candidatos y por otra, odios profundos, expresiones altaneras por parte de ambas
partes del electorado. Se verificó lo que Buarque de Holanda escribió: la falta
de delicadeza en nuestra convivencia social.
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Tal vez en ninguna campaña anterior se expresaron los gestos
«cordiales» de los brasileros en el sentido de amor y odio contenidos en esta
palabra. Quien siguió las redes sociales, se dio cuenta de los niveles
bajísimos de buena educación, falta de respeto mutuo y hasta de falta de
sentido democrático como convivencia con las diferencias. Esa falta de respeto
repercutió también en los debates entre los candidatos, transmitidos por la TV.
Por ejemplo, que uno de los candidatos llame a la Presidenta del país «liviana
y mentirosa» se inscribe dentro de esta lógica «cordial», aunque revele gran
falta de respeto hacia la dignidad del más alto cargo de la nación.
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Para entender mejor esta «cordialidad» nuestra cabe
mencionar dos herencias que pesan en nuestra ciudadanía: la colonización y la
esclavitud. La colonización produjo en nosotros el sentimiento de sumisión,
teniendo que asumir las formas políticas, la lengua, la religión y los hábitos
del colonizador portugués. En consecuencia se creó la Casa Grande y la Senzala.
Como bien mostró Gilberto Freyre no se trata de instituciones sociales
externas. Ellas fueron internalizadas en forma de un dualismo perverso: de un
lado el señor que posee y manda todo, y del otro el siervo, que tiene poco y
obedece, o también la jerarquización social que se revela por la división entre
ricos y pobres. Esa estructura subsiste en la cabeza de las personas y se ha
vuelto un código de interpretación de la realidad.
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Otra tradición muy perversa fue la esclavitud. Cabe recordar
que hubo una época, entre 1817-1818, en que más de la mitad de Brasil estaba
compuesta por esclavos (50,6%). Hoy cerca del 60% tiene en su sangre algo de
los esclavos afrodescendientes. El catecismo que los curas enseñaban a los
esclavos era «paciencia, resignación y obediencia»; a los esclavócratas se les
enseñaba «moderación y benevolencia» cosa que, a decir verdad, se
practicaba poco. La esclavitud fue internalizada en forma de discriminación y
de prejuicio en contra del negro que debía servir siempre. Pagar el salario
todavía es entendido por muchos como una caridad y no como un deber, porque los
esclavos antes hacían todo gratis, e imaginan que deben seguir así. De esta
forma se trata, en muchos casos, a los empleados y empleadas domésticas o a los
peones de las haciendas.
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Las consecuencias de estas dos tradiciones están en el
inconsciente colectivo brasileiro en términos no tanto de conflicto de clase
(que también existe) sino de conflictos de status social. Se dice que el negro
es perezoso cuando sabemos que fue él quien construyó casi todo lo que tenemos
en nuestras ciudades. El nordestino es ignorante, porque vive en el semiárido bajo
duras limitaciones ambientales, cuando es un pueblo altamente creativo,
despierto y trabajador. Del nordeste nos vienen los mayores escritores, poetas,
actores y actrices. En el Brasil de hoy es la región que más crece
económicamente, del orden del 2-3%, por tanto por encima de la media nacional.
Pero el prejuicio los castiga a la inferioridad.
Todas estas contradicciones de nuestra «cordialidad»
aparecieron en los twitters, facebooks y otras redes sociales. Somos seres
contradictorios.
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Añado también un argumento de orden antropológico para
comprender la irrupción de los amores y odios en esta campaña electoral. Se
trata de la ambigüedad esencial de la condición humana. Cada uno posee su
dimensión de luz y de sombra, sim-bólica (que une) y dia-bólica (que divide).
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Los modernos dicen que somos simultáneamente dementes y
sapientes (Morin), es decir, personas de racionalidad y bondad y al mismo
tiempo de irracionalidad y maldad. La tradición cristiana dice que somos
simultáneamente santos y pecadores. En la feliz expresión de san de Agustín:
cada uno es Adán, cada uno es Cristo, es decir, cada persona está llena de
limitaciones y vicios y al mismo tiempo es portadora de virtudes y de una
dimensión divina. Esta situación no es un defecto sino una característica de la
condition humaine. Cada uno debe saber equilibrar estas dos fuerzas y en la
mejor de las hipótesis, dar primacía a las dimensiones de luz sobre las de
sombra, a las de Cristo sobre las del viejo Adán.
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En estos meses de campaña electoral se mostró quienes somos
por dentro: «cordiales» en el doble sentido de la palabra: llenos de rabia y de
indignación y al mismo tiempo de exaltación positiva y de militancia seria y
autocontrolada. No debemos ni reír ni llorar, sino tratar de entender. Pero no
basta entender; urge buscar formas civilizadas de «cordialidad» en las que
predomine la voluntad de cooperación en aras del bien común , se respete el
espacio legítimo de una oposición inteligente y se acojan las diferentes
opciones políticas. Brasil necesita unirse para que todos juntos nos
enfrentemos a los graves problemas internos y externos (guerras de grande
devastación y la grave crisis en el sistema-Tierra y en el sistema-vida), en un
proyecto asumido por todos para que se haga realidad lo que se dijo de Brasil
como la «Tierra de la buena Esperanza» (Ignacy Sachs).
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