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viernes, 2 de diciembre de 2011

EL TRABAJO EN CHILE

Por Hugo Latorre Fuenzalida

El ex ministro de hacienda de Bachelet y precandidato a la Presidencia Andrés Velasco ha planteado en una entrevista que el problema de la pobreza y la desigualdad en Chile, es el trabajo.

¿Qué quiso decir?

Puesto que en este tema del empleo hay dos versiones: una la ha sostenido el grupo más doctrinario del neoliberalismo (dentro de los cuales se incluyen los economistas de la Concertación) y también los empresarios: la receta consiste en que el sueldo mínimo debe ser lo más bajo posible y los salarios no deben crecer ni siquiera en función del incremento de la productividad, pues es la forma de incrementar la demanda de empleos por las empresas y evitar que los jóvenes se encuentren sin posibilidad de acceder a un primer puesto de trabajo.

Otros, muy pocos, por cierto, plantean que el problema del trabajo es el factor fuerte en el tema de la pobreza, pero interpretado desde una perspectiva diferente.

Chile es un país que ha adoptado desde 1975 una clara opción de crecimiento de la economía sustentado en la explotación de los recursos naturales. Bien sabido es que un país que opta por este tipo de estrategia se va a ver constreñido fuertemente en el tema laboral, es decir en la generación de puestos de trabajo y en el incremento de la masa salarial total. Esto simplemente porque las economías de explotación primaria tienden a concentrar riqueza y a no difundir las áreas de prosperidad al resto de la economía nacional, dado que las vinculaciones virtuosas con otros segmentos productivos se hacen escasas y el acelerador y multiplicador keynesiano (que son los estímulos indirectos y directos al crecimiento colateral) no tiene cabida.

Si a ello agregamos que nuestra legislación permite la evasión casi total de las riquezas extraídas desde nuestros recursos por las empresas transnacionales, entonces los estímulos al crecimiento vía reinversión son casi inexistentes, con lo cual se permite que nuestra riqueza se extranjerice a manos llenas. Por eso en los países con este tipo de modelo la riqueza es tan concentrada, la distribución es tan problemática y la desigualdad tan escandalosa. Más aún, a pesar que crezca el PIB, de ese producto lo que se deriva al Ingreso Nacional Neto, será bastante menos, pues el grueso de la ganancia pertenece a empresas extranjeras que mantienen fidelidades tributarias y de ganancias con sus casas matrices y no con Chile..

En cambio en países donde el desarrollo se horizontaliza con estímulos extensos (economía industrial o en abanico) la generación de un sector interno de la economía más dinámico, más competitivo, diverso y prolífico, viene a ser su corolario, y el empleo con salarios dignos llega a ser su coronación.

Veamos algunos datos necesarios:

Según el Servicio de Impuestos Internos (SII) el ingreso declarado promedio mensual de los trabajadores ubicados en la economía formal es de $ 260.000 (US$ 520). Si suponemos que el ingreso familiar se duplica, astaríamos suscribiendo un ingreso de $ 500.000 (US$ 1.040) para un núcleo familiar de cuatro personas. Es decir que cada una de estas personas debe  alimentarse, vestirse, transportarse, pagar vivienda y estudios con $ 125.000 (US$ 250).

Si esta es la situacón de quienes están insertos en la economía formal, es decir entre quienes laboran y reciben salarios en empresas establecidas en el sistema, debemos imaginar el otro 55% de los trabajadores que laboran en la llamada "economía informal", que no es más que una economía de refugio, de ingresos bajos e irregular, sin seguridad social ni resguardo en sistemas de salud efectivos.

Esos asalariados, cuyo núcleo familiar no supera los 500.000 pesos de ingreso, debe situarse necesariamente dentro de la población pobre de Chile, pues esa gente no tiene acceso a una vivienda adecuada, a una salud adecuada, a una educación adecuada; tampoco pueden divertirse y su futuro es necesariamente de deteríoro, pues de no mediar transferencias desde el Estado, su futuro será precario también para las generaciones sucesivas, y de empobrecimiento o miseria para las actuales al llegar a la ancianidad.

Por otra parte, en esta economía de trabajo prescindible, seis de cada diez empleos que se crean corresponden a auto empleo, lo que habla de que el grueso de la economía laboral no lo empuja el sistema formal sino el informal; eso implica que más del 50% de la población está quedando fuera de las posibilidades del llamado por OIT (Organización Internacional del Trabajo) "trabajo decente", ese que incluye ingreso estable, seguridad social y previsión de salud y pensiones.

Tan grave es el problema que estudios hechos por la Universidad de Chile plantean que casi el 40% de los jóvenes que habitan en las poblaciones periféricas de Chile (entre los 16 y 26 años) no estudian ni trabajan. Es decir que su única oportunidad parece ser enrolarse en las pandillas del narcotráfico, de la delincuencia común o caer en los vicios autodestructivos, pues nadie está atendiendo su drama existencial, cual es vivir en el vacío, sin expectativas, sin futuro.

De las personas en edad de trabajar, sólo el 20% tendrán acceso a una pensión suficiente para su vejez. En los países  desarrollados la proporción es inversa a la nuestra. Esta tendencia tenderá a agravarse, justamente porque al no crearse suficientes empleos formales, los aportantes para sostener las pensiones del futuro serán cada vez menos. Si a ello se le agrega  que estamos atrapados a un sistema injusto, caro e irracional de administración de los fondos, caemos en la cuenta que el
drama actual nos lleva a una tragedia en el futuro no tan lejano.

En resumen, debemos preguntarle  al ex ministro Velasco a cuál de las respuestas laborales atiende cuando plantea que el tema de la pobreza y la desigualdad pasa por el trabajo.

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