Lo escribió en un artículo suyo en la Revista Qué Pasa hace una semana que transcribimos a continuación:
Para avanzar en equidad, inclusión y calidad es indispensable redirigir la atención hacia la educación preescolar y escolar. No sólo para equilibrar la agenda educacional, sino porque no tiene mucho sentido tratar los distintos niveles como compartimentos estancos.
Este año la educación superior se tomó la agenda. Quizás era el momento. Su cobertura subió muy rápido desde un 15 % en 1990 hasta un 49 % este año, y no ha habido una reflexión sobre el horizonte a alcanzar. Este año apenas quedaron medianamente resueltos los criterios para financiar a los estudiantes y aliviar el peso que significa una educación superior marcadamente privada en sus aportes y, por tanto, de aranceles elevados.
Así, se tendrán becas para los tres primeros quintiles y crédito contingente al ingreso para el siguiente, y posiblemente para el noveno decil. Este crédito debería haber sido, quizás, el mecanismo preferente de financiamiento, sobre todo porque, en la práctica, incorpora automáticamente becas para quienes después de egresados no tienen los ingresos esperados. El diseño específico de este crédito tendrá ahora que materializarse en ley y deberá abordarse el tratamiento de la brecha entre el arancel efectivo y el de referencia, valor este último que cubre la beca o el crédito, así como también la discriminación en financiamiento según la naturaleza, no calidad, de la institución terciaria a la que accede el estudiante.
A reenfocar el debate
Sin embargo, para avanzar en equidad, inclusión y calidad es indispensable redirigir la atención hacia la educación preescolar y escolar. Las autoridades deben presentar antes del 31 de marzo un proyecto de carrera profesional docente, fundamental para lograr un salto en calidad y que complementa las mayores exigencias y atribuciones establecidas en la Ley 20.501 para la selección de los responsables de los Departamentos de Educación Municipal y de los directivos escolares. El fortalecimiento de la educación, en particular de la educación pública, pasa quizás por profundizar estos tres ejes antes que intentar una desmunicipalización hacia organizaciones que no tienen un sustento claro en la institucionalidad chilena.
Si a través de la nueva carrera se puede atraer a un grupo amplio de jóvenes capaces a la tarea de educar se habrá dado un paso grande en el logro de una educación de mayor calidad, sobre todo si estos nuevos docentes se incorporan prioritariamente donde hay más estudiantes vulnerables. Esta tarea supone, entre otros aspectos, acercar las remuneraciones de los docentes a las que podrían obtenerse en carreras universitarias alternativas. Además, debería evaluarse la posibilidad de que en el futuro los profesores tengan más horas para preparar sus clases y corregir pruebas y tareas, asegurando que ese tiempo adicional sea bien empleado.
Sin una educación preescolar de calidad se vuelve cuesta arriba avanzar en equidad. Pero no se trata de exponer a los niños a cualquier forma de educación preescolar. Este esfuerzo tiene sentido si va acompañado de una buena formación docente. Se han dado pasos interesantes en esa dirección, pero estamos lejos de este objetivo. Por las particularidades de este sector, un camino que no debe descartarse es que el Estado licite la formación docente entre un conjunto limitado de programas que satisfagan altos estándares académicos, profesionales y de selección de sus estudiantes.
Sin una educación preescolar de calidad se vuelve cuesta arriba avanzar en equidad. Típicamente los niños de hogares aventajados llegan a primero básico con un manejo de vocabulario que es 2 a 2,5 veces superior al de niños provenientes de hogares vulnerables. Pero también con un déficit enorme de habilidades no cognitivas. Éstas son tanto o más importantes que las cognitivas para lograr buenas notas, superar vallas académicas y tener buen desempeño en el lugar de trabajo, entre muchos otros indicadores.
Pero no se trata de exponer a los niños a cualquier forma de educación preescolar. De hecho hay una importante evidencia de programas de nulo impacto. Los resultados pasados de la Prueba Inicia sugieren que muchas de nuestras educadoras de párvulos carecen de las competencias suficientes para asegurar una educación preescolar efectiva. Se requieren, por tanto, no sólo recursos y aumentos de cobertura, sino que transformaciones profundas, incluidas modificaciones en la dirección superior de estos programas. Situar la formación de los niños de tres años en la etapa preescolar antes que en la parvularia y lograr cobertura universal para ellos, particularmente de los más vulnerables, es un paso indispensable para reducir esas brechas de habilidades.
Muchos de los cambios que están implementándose, se tramitan en el Congreso o que deberán enviarse como proyectos de ley producirán impacto sobre todo el sistema escolar, pero aun así la educación media técnico-profesional requiere una atención adicional. Cuatro de cada diez jóvenes, en general los más vulnerables, egresan de esta educación y sus programas están lejos de ser una verdadera educación dual o de formación de oficios, iniciativas de mayor éxito en la experiencia comparada. Una mayor articulación con la empresa y la educación superior de carácter técnico es indispensable para que esta modalidad educativa sea más eficaz.
De vuelta a la educación superior
Más allá de la necesidad de equilibrar la agenda educacional, no tiene mucho sentido tratar los distintos niveles como compartimentos estancos. Lograr buenos profesores en educación preescolar y escolar, por ejemplo, requiere del concurso de las instituciones terciarias. Asimismo, hay que reconocer que las ayudas estudiantiles han ido dejando poco espacio a las fuentes tradicionales de financiamiento de la educación superior. Se ha intentado resolver esta tensión a través de, por ejemplo, la creación de financiamiento basal para centros de excelencia y mayores recursos para Conicyt.
Para definir nuevas formas de financiamientouniversitario es razonable pensar en una nueva clasificación de todas las universidades, según su grado de complejidad. Para definir nuevas formas de financiamiento universitario es razonable pensar en una nueva clasificación de todas las universidades, según su grado de complejidad.
Son acciones positivas, pero insuficientes para fortalecer las universidades de mayor complejidad en el país, propósito indispensable si se quiere enfrentar una nueva etapa de desarrollo, donde el capital humano y la innovación son mucho más necesarios que antes. Para definir nuevas formas de financiamiento de las universidades es razonable pensar en una nueva clasificación de todas las universidades, según su grado de complejidad, superando el obsoleto esquema vigente. Una nueva categorización podía ir desde universidades de investigación hasta otras meramente docentes con, tal vez, dos categorías adicionales que reflejaran niveles intermedios de complejidad. Como la producción de bienes públicos es muy distinta, entre ellas se podrían definir criterios razonables de asignación de aportes públicos entre las distintas categorías, y al interior de cada una de ellas una asignación razonablemente competitiva, sujeta a evaluación de desempeño.
Otra tarea en educación postsecundaria, entre varias posibles, es revisar nuestro sistema de aseguramiento de la calidad. Por una parte, para corregir eventuales conflictos de interés en la industria del aseguramiento. Por otra, para reconocer que en un sistema donde se ha expandido fuertemente el acceso y la mayoría de las instituciones son docentes, la acreditación debería estar mucho más orientada al desempeño de los egresados, de modo que los futuros postulantes a las distintas instituciones sepan si el costo de las mismas es apropiadamente recompensado por mayores ingresos y posibilidades de empleo.
Concluyendo, son muchos los países que están insatisfechos con sus sistemas educacionales y, por tanto, aspiran a perfeccionarlos. Chile, por buenas razones, es uno de ellos y una agenda densa de reformas es indispensable. Teniendo presente que los países no intentan refundar sus sistemas educativos sino avanzar gradualmente, asegurándose que los cambios produzcan impactos positivos y sean costo-efectivos.
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