LA DC Y EL LOBBY DE LAS FAMILIAS
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Hace más de tres décadas, conversando con don Renán
Fuentealba en Caracas, en tiempo de la dictadura, cuando se realizaban tertulias los viernes por la tarde en casa de
don Jaime Castillo, Renán Fuentealba, Claudio Huepe o en la mía, don Renán, que
estaba obviamente exiliado, andaba furioso por los rumores de que unos chilenos
DC, que profitaban de esta militancia,
cometían actos poco honestos con dineros del gobierno venezolano o de los
militantes de Copei, que estaban siempre prontos a creer y ayudar a la causa de
los exiliados chilenos.
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Don Renán, hombre de sólidas bases éticas, tan propio de los
falangistas de entonces, me señaló: “A los demócratas cristianos se nos puede
acusar de muchas cosas, pero no de sinvergüenzas, por eso no puedo tolerar que
acá vengan a actuar como aprovechadores, usando el nombre de la democracia
cristiana”.
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Esta ética, esta consecuencia, esta delicadeza en el actuar,
ya se ha borrado desde la vuelta a la democracia, tanto en la democracia
cristiana como en la mayoría de los
partidos en Chile.
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Ahora se habla del lobby, como si se tratara de plantar
arbolitos. El lobby es una sinvergüenzura legitimada por el poder demasiado
laxo en lo referente al estricto rigor moral que exige el actuar en la cosa
pública. Del lobby al enriquecimiento indebido, solo falta el paréntesis, es
decir el tiempo requerido para madurar y concretar la fechoría.
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Pero en Chile se quiere legislar al respecto; como si se
pudiera legislar tranzando con el narcotráfico, el crimen organizado o
cualquier otro tipo de perversión. Las abuelas decían que a la fruta podrida se
le saca del canasto, justamente para que
no contamine al resto. Pero acá se la trata de ocultar con el paño de la
legalidad, que sirve para cubrir una perversión de la justicia.
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Nunca me indigné tanto como cuando la Barrick Gold invitó al
senador Lavandero y sus asesores (entre los que me encontraba) a una cena en un
restaurante muy lujoso del barrio alto
de Santiago. Quienes nos recibieron en representación de la Barrick eran:
Marcelo Trivelli (DC), las dos hijas de Belisario Velasco (DC), un abogado de
la Barrick (hijo de un viejo falangista DC) y un señor Jarpa, ex funcionario
(ahora nuevamente en Codelco). Lo que pretendía la Barrick con sus eximios
intermediarios (DC), era que Lavandero y su equipo apoyase el malhadado “Tratado minero con Argentina”,
confeccionado a medida por los mismos técnicos de la Barrick y dado a Menem
(presidente de Argentina, por entonces) para su firma, mandatario que a su vez
vende la idea a Frei Ruiz Tagle (presidente de Chile, por entonces).
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Demás está decir que este “Tratado minero” era un engendro
jurídico, en que Chile pagaba los costos sin recibir nada a cambio. Yo,
personalmente, planteé en esa cena que a Chile no convenía para nada tal
tratado, puesto que generaba compromisos muy fuertes para el Estado chileno y
creaba una legislación de país virtual que era una “caja de Pandora”.
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Rápidamente pidieron la cuenta y se acabó la cena. Pero,
claro, Lavandero era un eslabón en la cadena
de lobby, luego Frei instruyó a la ministra Alvear para que presionara
al Congreso y sacara la ley adelante. Lo logró, la ministra Alvear, quien se
dedicó a visitar parlamentario por parlamentario de la Concertación para
obtener el sí de las niñas, cosa que no debió costar tanto, pues después
supimos que los únicos que leyeron el documento fueron los parlamentarios de la
comisión de minería; el resto de los parlamentarios ni siquiera tuvieron en sus
manos el documento y votaron en manada la aprobación del mismo.
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Este engendro jurídico, fue finalmente restringido por el
Tribunal Constitucional, gracias a una gestión del senador Lavandero y Julián
Alcayaga, quienes contaron con el apoyo, no de la Concertación, sino de los
senadores designados militares.
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Hago este relato, pues es importante que se sepa cómo y por
dónde se filtra la corrupción en la política. La DC tuvo mucho poder en la
etapa inicial de la transición y fue el tiempo en que llegaron las grandes
inversiones mineras, y es el tiempo en que se entregó nuestra riqueza del
subsuelo de manera incomprensiblemente
incompetente. La lenidad real, disfrazada de “insoslayable globalidad”, viene
acompañada de un acomodo de las familias
DC a los cargos bien remunerados, ofertados por estas empresas extranjeras,
como premio a su obsecuencia y al olvido de los deberes básicos para con Chile
y su pueblo.
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Ahora es el señor Ortega Frei el elegido para hacer un lobby, dado el camino recorrido por Barrick en Chile. Bien me parece que
exista esa vigilancia sobre los cargos que se ofertan a los familiares de los
políticos chilenos. Es hora de que la prensa y la sociedad civil abra los ojos,
pues de lo contrario, tendremos instalada una oligarquía política tan corrupta
como la de esos países bananeros, de lo que tan mal juicio se hizo siempre
desde Chile.
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