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martes, 8 de julio de 2014

LA DC Y EL LOBBY DE LAS FAMILIAS

Por Hugo Latorre Fuenzalida

Hace más de tres décadas, conversando con don Renán Fuentealba en Caracas, en tiempo de la dictadura, cuando se realizaban  tertulias los viernes por la tarde en casa de don Jaime Castillo, Renán Fuentealba, Claudio Huepe o en la mía, don Renán, que estaba obviamente exiliado, andaba furioso por los rumores de que unos chilenos DC,  que profitaban de esta militancia, cometían actos poco honestos con dineros del gobierno venezolano o de los militantes de Copei, que estaban siempre prontos a creer y ayudar a la causa de los exiliados chilenos.
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Don Renán, hombre de sólidas bases éticas, tan propio de los falangistas de entonces, me señaló: “A los demócratas cristianos se nos puede acusar de muchas cosas, pero no de sinvergüenzas, por eso no puedo tolerar que acá vengan a actuar como aprovechadores, usando el nombre de la democracia cristiana”.
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Esta ética, esta consecuencia, esta delicadeza en el actuar, ya se ha borrado desde la vuelta a la democracia, tanto en la democracia cristiana como en  la mayoría de los partidos en Chile.
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Ahora se habla del lobby, como si se tratara de plantar arbolitos. El lobby es una sinvergüenzura legitimada por el poder demasiado laxo en lo referente al estricto rigor moral que exige el actuar en la cosa pública. Del lobby al enriquecimiento indebido, solo falta el paréntesis, es decir el tiempo requerido para madurar y concretar  la fechoría.
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Pero en Chile se quiere legislar al respecto; como si se pudiera legislar tranzando con el narcotráfico, el crimen organizado o cualquier otro tipo de perversión. Las abuelas decían que a la fruta podrida se le  saca del canasto, justamente para que no contamine al resto. Pero acá se la trata de ocultar con el paño de la legalidad, que sirve para cubrir una perversión de la justicia.
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Nunca me indigné tanto como cuando la Barrick Gold invitó al senador Lavandero y sus asesores (entre los que me encontraba) a una cena en un restaurante  muy lujoso del barrio alto de Santiago. Quienes nos recibieron en representación de la Barrick eran: Marcelo Trivelli (DC), las dos hijas de Belisario Velasco (DC), un abogado de la Barrick (hijo de un viejo falangista DC) y un señor Jarpa, ex funcionario (ahora nuevamente en Codelco). Lo que pretendía la Barrick con sus eximios intermediarios (DC), era que Lavandero y su equipo apoyase  el malhadado “Tratado minero con Argentina”, confeccionado a medida por los mismos técnicos de la Barrick y dado a Menem (presidente de Argentina, por entonces) para su firma, mandatario que a su vez vende la idea a Frei Ruiz Tagle (presidente de Chile, por entonces).
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Demás está decir que este “Tratado minero” era un engendro jurídico, en que Chile pagaba los costos sin recibir nada a cambio. Yo, personalmente, planteé en esa cena que a Chile no convenía para nada tal tratado, puesto que generaba compromisos muy fuertes para el Estado chileno y creaba una legislación de país virtual que era una “caja de Pandora”.
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Rápidamente pidieron la cuenta y se acabó la cena. Pero, claro, Lavandero era un eslabón en la cadena  de lobby, luego Frei instruyó a la ministra Alvear para que presionara al Congreso y sacara la ley adelante. Lo logró, la ministra Alvear, quien se dedicó a visitar parlamentario por parlamentario de la Concertación para obtener el sí de las niñas, cosa que no debió costar tanto, pues después supimos que los únicos que leyeron el documento fueron los parlamentarios de la comisión de minería; el resto de los parlamentarios ni siquiera tuvieron en sus manos el documento y votaron en manada la aprobación del mismo.
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Este engendro jurídico, fue finalmente restringido por el Tribunal Constitucional, gracias a una gestión del senador Lavandero y Julián Alcayaga, quienes contaron con el apoyo, no de la Concertación, sino de los senadores designados militares.
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Hago este relato, pues es importante que se sepa cómo y por dónde se filtra la corrupción en la política. La DC tuvo mucho poder en la etapa inicial de la transición y fue el tiempo en que llegaron las grandes inversiones mineras, y es el tiempo en que se entregó nuestra riqueza del subsuelo  de manera incomprensiblemente incompetente. La lenidad real, disfrazada de “insoslayable globalidad”, viene acompañada de un acomodo  de las familias DC a los cargos bien remunerados, ofertados por estas empresas extranjeras, como premio a su obsecuencia y al olvido de los deberes básicos para con Chile y su pueblo.
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Ahora es el señor Ortega Frei el elegido para hacer un lobby, dado el camino recorrido por Barrick en Chile. Bien me parece que exista esa vigilancia sobre los cargos que se ofertan a los familiares de los políticos chilenos. Es hora de que la prensa y la sociedad civil abra los ojos, pues de lo contrario, tendremos instalada una oligarquía política tan corrupta como la de esos países bananeros, de lo que tan mal juicio se hizo siempre desde Chile.

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