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martes, 25 de marzo de 2014

25-3-2014-KRADIARIO-Nº890


LAS VERDADERAS CAUSAS DE LA INSEGURIDAD CIUDADANA

El Índice de Desarrollo Humano (IDH) establece que 7 de cada 10 chilenos se siente inseguro en su barrio o en el entorno donde vive.

Por Hernán Ávalos Narváez

Ya hemos internalizado la promesa engañosa del presidente Sebastián Piñera sobre terminar con  la delincuencia. Sabemos que ponerle fin es una quimera y que la fórmula aceptada hoy por los estudiosos para enfrentar el fenómeno, es desarrollar una política integral de mediano y largo plazo para controlarla, morigerarla e idealmente, disminuir su crecimiento. Por si fuese poco, existe otra problemática asociada: la alta percepción de inseguridad entre los ciudadanos.
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Las ciencias sociales sugieren que la política integral contra la delincuencia no sólo debe incluir la represión, control y prevención del delito, sino también la rehabilitación de quienes han delinquido y su reinserción social. Además a nivel general de la población debe considerar las áreas que inciden en la socialización de los individuos, tales como la educación, la vivienda, el empleo, la distribución del ingreso, la pobreza y la marginalidad.

En definitiva, la contención de la delincuencia es una tarea compleja que le compete al Estado y a las entidades privadas y religiosas colaboradoras como el Hogar de Cristo y la Fundación Paternitas, entre muchas otras.
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La última Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC) realiza por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) con información recogida en 2012, reveló que el 26,3% de los hogares o al menos uno de sus miembros denunció haber sido víctima de algún delito. Estas son las cifras objetivas.
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Pero independiente de la delincuencia medible, aparece otra variable relacionada: la sensación de inseguridad o el temor a ser víctima de algún delito. Es la percepción que cada uno de nosotros siente o experimenta en su fuero interno, tanto en situaciones puntuales del entorno, el medioambiente, o de manera sostenida en el tiempo, y que de alguna manera condiciona nuestro marco de referencia, nuestra conducta y nuestro quehacer cotidiano.
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Según el Informe Regional de Desarrollo Humano (IDH), perteneciente al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) 2013-2014, en Chile 7 de cada 10 ciudadanos se siente inseguro en su barrio. Por el contrario, el mismo estudio revela que nuestro país tiene la menor tasa de homicidios (2 cada 100.000 habitantes) y niveles comparativos bajos de victimización por robo, el delito más frecuente. No obstante, la percepción de inseguridad es mayor que en Honduras, el país que tiene la tasa de homicidios más alta del mundo (86,5 cada 100.000 habitantes).
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¿Cómo se explica esta dicotomía entre la delincuencia real y la percepción de inseguridad de los chilenos? Intentaremos una respuesta.
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El tránsito de la solidaridad al individualismo
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En las últimas cuatro décadas nuestro país transitó desde el Estado Benefactor, con una economía planificada basada en la solidaridad y que financiaba la educación, la salud, y subsidiaba con aportes cuantiosos la vivienda familiar, la previsión social, la energía, el agua, el transporte y las comunicaciones, entre otras necesidades básicas de la población, al Estado Subsidiario actual y una economía neoliberal sustentada en el individualismo, que entregó al mercado la provisión de estos servicios, manteniendo, por excepción, algunos subsidios.
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Si a eso agregamos la derogación del antiguo Código del Trabajo y la vigencia de leyes laborales que favorecen al empleador, hacen un espejismo al derecho a huelga y desincentivan la sindicalización, la situación de quienes viven de un sueldo, salario o pensión, es decir la mayoría ciudadana, conspira contra la sensación de seguridad de ellos, y por extensión, de sus familias.

Por eso el mayor temor de los chilenos no es ser asaltado a la bajada del bus, a la salida del metro o camino a la casa, sino el miedo a perder el trabajo.
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Chile alcanzó un crecimiento económico promedio del 5,3% en los últimos cuatro años, creó 260 mil nuevos emprendimientos, un millón de nuevos empleos, logró que el Producto Interno Bruto (PIB) llegara a los 18.000 dólares anuales per cápita y con auspiciosas proyecciones para los próximos dos años, pese a la desaceleración de la economía. No obstante, la riqueza producida por todos no está siendo repartida de manera equitativa, generando al menos zozobra emocional en quienes están postergados. Por esta inequidad nuestro país figura con la peor distribución del ingreso entre los 34 miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
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Y como nuestro enfoque es la microeconomía que afecta a las personas en su vida cotidiana, debemos mencionar otras realidades que conspiran contra la seguridad de las personas, como son los abusos del sistema financiero y del mercado de capitales, de las isapres, de las grandes tiendas, supermercados, farmacias y de las empresas de servicios, energía, agua y comunicaciones; los créditos usureros, la lentitud con que actúa la justicia en algunos procedimientos y el sistema político vigente que debilita los partidos, sus ideologías y sus doctrinas, y entorpece el debate público fundamentado, todo lo cual contribuye a la desprotección de los ciudadanos frente al Estado Subsidiario, el cual delega el amparo en el frágil Servicio Nacional del Consumidor (Sernac).
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La contaminación ambiental, las dificultades del transporte colectivo o los atascos del tráfico vehicular contribuye a la sensación de “estar solo frente al mundo”, sin autoridades ni instituciones, efectivamente, protectoras frente a los dictados del mercado, lo que termina por afectar nuestra condición de seres gregarios. Y si a ello agregamos la contradicción que produce el fomento del individualismo, el cual lleva a tolerar cierto desprecio por la participación en juntas de vecinos, partidos políticos, comités de seguridad ciudadana, centros de madres, asociaciones, clubes, sindicatos, federaciones u otros grupos intermedios de la sociedad resumido en la frase dicha con cierto aire de superioridad: “! Estoy en mi casa  no me meto con nadie¡”, entonces aumenta la percepción de soledad e inseguridad.

El efecto en las personas vulnerables

La “guinda de la torta” la aportan los medios de comunicación masivos (MCM), especialmente la televisión, que apela a las sensaciones para llevar a los hogares los asaltos a mano armada, las persecuciones de ladrones y los secuestros más violentos para ganar audiencia y satisfacer a sus auspiciadores o financistas. No resultan preocupantes los efectos imitativos, porque son irrelevantes incluso en los niños. Es decir, nadie sale a la calle para emular a los delincuentes luego de ver una noticia o un reportaje. Eso si los delincuentes copian conductas antisociales por su misma condición, por lo demás conocidas por la literatura. El telespectador común y honorable reacciona con pasividad, como en el cine.
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Pero existen ciudadanos sicológicamente vulnerables, algunos de ellos solitarios, de edad avanzada o personas con trastornos mentales, quienes enfrentados a noticias televisadas reiteradas sobre robos, secuestros o intercambios de disparos, aunque sean hechos aislados o de baja incidencia en los índices delictuales, lleguen a generar en ellos la sensación de estar viviendo en una sociedad con alta criminalidad, o con una delincuencia sin control que desborda a las policías y la justicia, todo lo cual produce ansiedad, angustia e inseguridad frente a su entorno o al medio en que viven.
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Por ello resulta pertinente recordar que el 35% de los chilenos (uno de cada tres) sufre o ha padecido en algún momento de su vida algún trastorno o enfermedad mental, según reporte proporcionado por la Sociedad Médica de Salud Mental. Y por si no fuese ya suficiente inseguridad frente al eventual padecimiento de estas dolencias, las isapres sólo financian una ínfima parte de sus tratamientos. Los propios pacientes o sus familias deben solventar el mayor gasto en sanación y rehabilitación plena. Además, la venta de fármacos tiene correspondencia con ésta realidad de la salud pública.
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Nuestra reflexión es que cuando los encuestados responden preguntas sobre victimización respecto de delitos, no sólo recuerdan la eventual violencia física o sicológica de que fueron objeto, sino que inconscientemente afloran en ellos los abusos, las carencias y la desprotección que sufren en una sociedad que les parece indolente. Y extrapolan el temor a perder el trabajo, carecer de ingresos para enviar a sus hijos a la universidad, pagar los dividendos de su casa o enfrentar una enfermedad grave, con la inseguridad que sienten en su barrio.
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Así las cosas, el gobierno de Michelle Bachelet tiene una compleja tarea de cuatro años: hacer las reformas políticas, económicas y sociales comprometidas en el programa ofrecido a la ciudadanía, contener la delincuencia y mejorar la seguridad ciudadana, terminar con la desigualdad en los ingresos, mantener el crecimiento sostenido de la economía y aumentar los empleos, fomentar la innovación y el emprendimiento, impulsar el desarrollo tecnológico y la capacitación laboral, cuestiones todas que buscan elevar la calidad de vida de la población. 

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