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martes, 18 de marzo de 2014

18-3-2014-KRADIARIO-Nº889

Nueva columna: Política con ironía

OJALÁ QUE EN CHILE NO PERDAMOS DEFINITIVAMENTE LA ESPERANZA

Por Walter Krohne

No hubo euforia como el 2006 ni mujeres llorando en las calles al imaginarse la llegada a Chile de una enviada del más allá que le iba a permitir vivir y trabajar como gente decente. 
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Esta vez, la presidenta llegó a La Moneda acompañada por algunos de los suyos y, como es tradicional saludó al pueblo de la calle desde uno de los balcones, gente que escuchaba en grupos separados sin ser lejos el  mar de gente que hubo en otros tiempos.
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Había algo en este ambiente que no convencía para nada ni tampoco está convenciendo ahora. Nadie sabe lo que es, pero ciertamente en cada reunión social nos encontramos con un desaliento frente a la política y los políticos que para uno llega a ser tremendamente depresivo y desolador.

La pérdida de la esperanza es uno de los hechos más graves que le puede ocurrir a una nación, porque la gente desconoce dentro de su mar de dudas si es ahora cuando viene el cumplimiento de los deseos o necesidades que han esperado por años o simplemente se trata de que hay que esperar otros cuatro años más para ver si llega “el ansiado ángel de la guarda”.
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Ya se ha visto que varios seguidores de la Presidenta, que han sido nombrados en cargos de subsecretarios, intendentes o gobernadores no han podido o no pueden asumir por tener deudas con la justicia o encontrarse bajo sumario administrativo. Es algo realmente preocupante que haya numerosos infractores de las leyes en los círculos que rodean a quien ocupa la primera Magistratura de Chile. No se trata de dar nombres, pero que haya una gobernadora, por ejemplo,  que aparece en las listas de indigentes y que pide perdón en una conferencia de prensa y llorando ruega por misericordia para que le den una nueva oportunidad, es dramático, es realmente horrible y humillante, tanto para ella como para Chile.
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Hay que recordar que en el tiempo de Piñera ocurrió un  solo caso  y que al comprobarse las denuncias en su contra duró solo 24 horas en el cargo. Así debe ser, porque los funcionarios públicos tienen que demostrar su blancura. Una leve mancha que tengan deben ser devueltos a sus casas. No hay otro camino para no correr el riesgo de perder la credibilidad en el sistema político. Hay que reconocer que es fácil equivocarse, pero cuando los casos son de entre siete a diez, algo está fallando.

El problema político chileno es avanzar de cualquier modo, pero avanzar, centrándose en lo electoral. Los problemas o necesidades de los chilenos están claros: salud, educación, criminalidad, jubilaciones  y trabajo, según indican las últimas encuestas que señalan  cuáles son los principales intereses de la gente. En comparación,  la reforma de la Constitución y los mapuches aparecen mucho más atrás, cerca del final de la lista. Hay que resolver entonces lo que el pueblo pide y no irse por las ramas como ocurre ahora con el tema de la marihuana, embarcándose en una discusión que será interminable al querer bajarle el  nivel de peligrosidad o adicción a esta planta y sacarla de la lista de drogas duras, tema que favorece a grandes sectores juveniles, entre ellos los estudiantiles, los mismos que promueven las protestas sociales en el centro de Santiago. La verdad es que para tratar estos temas le queda aún al gobierno suficiente tiempo, no necesita hacerse ahora mismo.

Igualmente,  al proyecto de Acuerdo de Vida en Pareja (AVP) -muy importante para Chile y cualquier país, no hay duda- se le da suma urgencia para lograr su aprobación definitiva en el Congreso, algo que no pudo hacer Piñera. Esto ocurre porque los políticos están preocupados mirando siempre a la próxima elección o a las encuestas mensuales y buscando los caminos más ad hoc para mantenerse en el poder. Los millones de casos de chilenos que viven en pareja estarán muy agradecidos del gobierno si el proyecto se aprueba, a pesar de que en los temas centrales (salud,educación, delincuencia, jubilaciones y trabajo) no se vean favorecidos para nada.
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Otro punto es el bono marzo que recibirán millones de chilenos inscritos en todas las listas posibles,  que visitan frecuentemente las municipalidades para conseguir mayores beneficios sociales, pero que no llega a todo el mundo necesitado ni menos a la clase media, sector donde hay casos dramáticos de mujeres viudas que han quedado con casa y un escuálido montepío  del marido y que están a punto de sufrir el remate de la vivienda en la que viven por no poder pagar las contribuciones. Sin embargo, el Estado no ve o no quiere ver estos casos específicos. En este punto basta con revisar la calidad de indigente que tiene la gobernadora en Castro, apoyada por el PPD, que ya mencionamos y ponerlos sobre una balanza.
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La verdad es que los bonos no resuelven problemas, sólo los profundizan. Lo que debería hacer el Estado es crear permanentemente nuevos puestos de trabajo y educar  para llevar al pueblo a ganarse el dinero por cuenta propia y no a que se acostumbre a vivir de la limosna pública. El bono debe resolver problemas puntuales caso por caso, pero no se deberían conceder en forma masiva, porque esto tiene olor a populismo.
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No se ve por donde puedan cambiar las cosas, aunque el momento es difícil porque comienza ahora el período en que se designan a los embajadores, cargos  en los cuales ya han sido ubicados renombrados políticos que perdieron elecciones o están sentados en sus casas sin hacer nada. Al menos el hijo de la Presidenta se puso las pilas y aunque no lo nombró el Estado de Chile va a trabajar ad honorem dirigiendo las fundaciones estatales que están bajo la tutela de La Moneda. ¡Qué buen hijo, qué buen chileno!  

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