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jueves, 6 de marzo de 2014

06-03-2014-KRADIARIO-Nº887


NUEVA SERIE: EL CAMBIO DE MANDO PRESIDENCIAL EN  CHILE

El Gobierno de Piñera: Un balance preliminar

Por Hugo Latorre

Piñera llegó al poder en el 2010, luego de derrotar al candidato de la Concertación don Eduardo Frei Ruiz Tagle.

La derecha alcanzó La Moneda luego de 20 años de intentos frustrados, entre los que estuvo cercano a derrotar a la Concertación cuando Joaquín Lavín se enfrentó a Ricardo Lagos; luego Piñera se enfrentó Bachelet y fue derrotado.

Debemos recordar que Ricardo Lagos tuvo un primer trienio de gobierno muy desfavorable, zarandeado por los temas de corrupción en el Estado (sobresueldos) y los coletazos de la crisis asiática, tremendamente mal manejada por el equipo económico de Frei Ruiz Tagle y por el Banco Central de entonces.

A Lagos lo salvó la campana, como se dice en jerga boxística, pues al subir los precios del cobre en el 2003, pudo echar a andar una economía que venía deprimida ya por cinco años.
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Bachelet resultó ser un fenómeno electoral. La derecha que venía prometiendo ganar desde la confrontación última con Ricardo Lagos, fue puesta en su lugar por el fenómeno Bachelet, así es que debió esperar el turno de un pésimo candidato, como Frei Ruiz Tagle, y de una gestión agotada, como la etapa final de la Concertación, para derrotarla en buena lid democrática.

Es verdad que los chilenos pudieron tener en mente que frente a una coalición sin ideas ni motivaciones, como de hecho lucía la Concertación, el dinamismo de un hombre como Piñera podría representar un cambio positivo. Mal que mal, Piñera había votado por el NO y era un hombre tan habilidoso en las decisiones que se hizo de una fortuna milmillonaria,
prácticamente desde cero, en pocos años.

Al pueblo lo impresionan los tipos que levantan fortunas, así es que por ese lado Piñera tenía un nicho favorable de votos. Por otra parte, la gente de derecha se mostraba muy “sobrada” en términos de gestión y solvencia. Se sentían los mejores y por tanto los llamados a gobernar por meritocracia. El éxito empresarial, pensaron, se podía transferir a la gestión del Estado.
Pero resultó ser que “otra cosa es con guitarra”….y los tecnócratas que conformaron el primer equipo de gobierno de Piñera, debieron ser reemplazados por la vieja guardia política de la Alianza tradicional.

La Concertación tuvo un tiempo de dulce y agraz.  La reactivación de la economía luego de la llegada de inversiones en la minería y por la venta de empresas públicas, duró poco más de un quinquenio (1991-1997); luego se presentó la llamada “crisis asiática” y tuvimos otro quinquenio lleno de problemas ( 1998-2003), producto de un manejo más papista que el Papa, en términos de ortodoxia neoliberal.

Se viene el repuntar de la economía asiática y junto a ella de la economía chilena, lo que le brindó a Lagos y a Bachelet un tiempo de “vacas gordas” (desde el 2003), que permitió un crecimiento relativamente estable, sin ser brillante. A Bachelet la sorprende otra crisis internacional, cual fue la financiera norteamericana o inmobiliaria o subprime (2008).

Afortunadamente el ministro de hacienda, Andrés Velasco, aprendió la lección e impulsó una política contracíclica, aprovechando los recursos del cobre, y logró suavizar los efectos de esta crisis fenomenal, a la cual se agregó luego el coletazo europeo.

Piñera se inaugura con el terremoto del 27 F  y  con el accidente de los 33 mineros en el norte. Pasarían dos años antes que el gobierno de Piñera tomara la senda de un crecimiento más vistoso, lo cual hace sospechar que esto se debió fundamentalmente a los ciclos de negocios. Por un lado, la economía que sufre el shock pos-terremoto decae un par de puntos en su crecimiento, pero una vez que se reinician las inversiones de reemplazo de los edificios públicos y  cuando los privados comienzan a reconstruir sus viviendas, entonces la economía  levanta los números a una altura visible.

Esto hace decir que cuando se activa la economía interna por el área de la construcción, el PIB alcanza un desempeño mucho más alto que cuando sólo se deposita las apuestas en el sector externo de la economía. Pero el modelo y sus propulsores nunca han entendido la necesidad de “crecer con los dos pies”: es decir con la economía exportable y con la economía interna; con una economía de “commodities” y una de industrialización; con una economía urbana y otra de desarrollo agrícola.

El deterioro de los precios del cobre ha sido poco importante, luego de la crisis inmobiliaria global, lo que ha permitido sostener a este gobierno una tasa de crecimiento algo mayor que en los períodos últimos de la Concertación. Es decir, la sumatoria de la reactivación posterremoto, sostenimiento de los precios de las materias primas a niveles altos y una superabundancia financiera a nivel planetario, lleva al gobierno de Piñera a mantener un crecimiento relativamente alto del PIB y del empleo.

También debemos recordar que durante este gobierno –como tampoco en los de la Concertación- se han realizado modificaciones estructurales a la economía. Es decir que, desde hace unos 30 años,  Chile viene aplicando las mismas recetas económicas, de manera perseverante y rígida: producción de bienes primarios exportables, consumo interno. Ambos sectores son los motores del PIB, lo que plantea una posible inestabilidad en el crecimiento futuro.

Por tanto, no hay fenómenos económicos, ni de cambios, que puedan ser adjudicados a los equipos económicos de la Concertación o de Piñera, que expliquen procesos renovadores y resultados sorprendentes en nuestra realidad económica o político-social. De hecho, somos un país petrificado en su institucionalidad. Es el país mejor atado del mundo a un modelo puritanamente neoliberal, operado casi en campana de vidrio, tal como se le propuso a Friedmann cuando visitó Chile en tiempos de los Chicago’s boy.

Chile lleva un tiempo similar al que duró el modelo de “crecimiento hacia adentro”, en su proceso de “crecimiento hacia afuera”, que es el actual. El proceso de industrialización interna ha sido reemplazado (desde los años 70) por un crecimiento transnacionalizado, en base a exportación de recursos naturales.

Obviamente el crecimiento del PIB de esta segunda etapa ha sido un tercio más alto en promedio que el del período anterior, pero acontece que, como nuestra economía, casi en un 50% es transnacional, en la actualidad, los resultados finales del crecimiento del PIB no son muy superiores a las tasas de crecimiento efectivo nacional del período descrito (de industrialización sustitutiva).

Cuando se habla que el producto crece en un 5%, debe restarse lo que de ese crecimiento corresponde a la actividad del sector transnacional, puesto que se remiten al exterior dividendos y utilidades, costos financieros y de servicios, que hacen que lo que queda en Chile sea bastante menos, conformando lo que se denomina el Ingreso Nacional Neto.

A menos que esa producción transnacionalizada se reinvierta en Chile, la resultante final será siempre una riqueza transitoria e ilusoria, tal como ha acontecido con la industria de maquila en México, donde desde su instalación las exportaciones se multiplicaron por tres y el PIB se duplicó, pero los niveles de pobreza pasaron del 35% al 55% en el mismo período. Esto es explicado porque el día siguiente de terminar la fase económica de estas empresas, la riqueza generada en esta industria de maquila es transferida al otro lado de la frontera, donde residen sus propietarios efectivos.

En Chile, puede que no se inicie la fase acelerada de salida de excedente, pues aún hay condiciones para expandir la inversión de manera ventajosa; pero en etapas de inestabilidad esas fugas de capitales se hacen demoledoras (como ya ocurrió en parte  durante la crisis asiática, en que se retiraron del mercado nacional más de 20.000 millones de  dólares, en un PIB que no era más de 100.000 millones de dólares.

Resumen:
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El gobierno de Piñera se ha caracterizado por dos fortunas: a) la del terremoto, que permitió una reactivación de la economía, luego de un largo tiempo de letargo o crecimiento mediocre; b) la permanencia en niveles alto de los precios de las materias primas. Esos dos pilares alentaron la economía productiva. El comercio y la actividad financiera, son otros pilares del sistema, pero su aportación a la economía productiva es muy marginal, pues activa más a los factores exógenos (de importación).

La tan bullada era Piñera, señalada como gran genialidad económica, no es más que otra fase fortuita de reactivación, producto de situaciones  totalmente ajenas a la voluntad de los realizadores de políticas; así, podemos ver como la última etapa de este gobierno viene cayendo en su rendimiento económico, también por razones de ciclos externos, ante los cuales nuestros economistas se encuentran absolutamente inermes.

Esto seguirá siendo así, dado que Chile enfrenta la globalización con una postura resignada y pasiva, al contrario de otros países emergentes que han tomado la globalización con una actitud  activa y desafiante.

La política sin planificación, es una ruleta conducida por la veleidosa diosa fortuna, y cuando tú no planificas tu futuro, siempre hay alguien que planifica contra ti (se lo podemos preguntar a los estrategas peruanos ante el diferendo de La Haya).  
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En definitiva, el gobierno de Piñera puede ser considerado uno más de los gobiernos de la Concertación. Las diferencias de política son meramente anecdóticas y periféricas, pues en lo central, ambas coaliciones están hermanadas por un mismo credo empresocéntrico y mercantil.

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