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martes, 26 de noviembre de 2013

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EL LEGADO DE JFK, ICONO DEMÓCRATA

Editorial de Página12 de Buenos Aires

Kennedy sigue simbolizando la ilusión por la política: la promesa de un sinfín de aspiraciones que no vieron la luz por su repentina muerte. Los expertos afirman que existe un romance de la opinión pública con él.
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La repentina muerte de John F. Kennedy imprimió en su presidencia el mito de “Camelot”, una idealización de sus dos años y medio en el poder que aún fascina a Estados Unidos, pero que, lentamente, comienza a dejar paso a una imagen más fiel del verdadero legado del icono demócrata. Cincuenta años después de su asesinato (ocurrido el 22 de noviembre de 1963 en la ciudad de Dallas, estado de Texas en EE UU), Kennedy sigue simbolizando la ilusión por la política: la promesa de un sinfín de aspiraciones que no vieron la luz en su mandato pero fueron inspiradoras, desde la llegada del hombre a la Luna en 1969 hasta la esperanzadora campaña del actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en 2008.
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Minutos antes del asesinato
“El impacto más significativo de Kennedy es la esperanza de que la política estadounidense puede ser mejor. Hay un romance con él, y con lo que podría haber hecho, que sigue presente en el imaginario estadounidense”, dijo Julian E. Zelizer, experto en historia presidencial en la Universidad de Princeton. El concepto de “Camelot”, que vinculaba la era Kennedy con la leyenda del rey Arturo, fue inventado por su viuda, Jacqueline, tiempo después del asesinato. Y tomó fuerza de inmediato, según Larry Sabato, autor del nuevo libro The Kennedy Half Century.
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“Prácticamente la agenda completa de Kennedy, que estaba estancada en el Congreso, fue aprobada como un tributo al presidente fallecido”, recordó Sabato en un artículo publicado en Business Insider. En efecto, durante su fugaz presidencia Kennedy no pudo lograr que el Congreso respaldara muchos de sus proyectos, apuntó Zelizer. Uno de los logros frecuentemente atribuidos a JFK tiene que ver con la legislación a favor de los derechos civiles, aprobada en 1964 durante la presidencia de su sucesor, Lyndon B. Johnson, quien gobernó el país entre 1963 y 1969.
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El cuerpo sin vida del Presidente
No obstante, los archivos de su presidencia revelan que a Kennedy lo ganaba la indecisión a la hora de abrazar ese movimiento e incluso se opuso a la celebración de la Marcha en Washington, encabezada por Martin Luther King en agosto de 1963. “Apoyaba la idea en sí, pero tenía muchas dudas de que pudiera aprobarse en el Congreso, y temía que impulsarla pudiera herir sus perspectivas de reelección en 1964”, explicó Zelizer. Si en 1961 Kennedy consideraba esa legislación “políticamente imposible”, en 1963 asumió que ya no podía ignorar el movimiento. “No lideró la lucha, pero sí respondió a ella”, resumió el experto.
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Lo que verdaderamente define la presidencia de Kennedy, desde la perspectiva de Zelizer, es su convocatoria al servicio público, formulada durante su investidura en 1961, con un célebre: “No preguntes lo que puede hacer tu país por ti; pregunta lo que puedes hacer por tu país”. Zelizer opinó que esa idea sigue atrayendo actualmente a muchos estadounidenses. Fue esa filosofía la que motivó la creación, en 1961, de los Cuerpos de Paz: una red de voluntarios que, desde entonces, ha viajado a 130 países con proyectos de educación, salud y medio ambiente.
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La misma idea estaba detrás del ambicioso llamamiento de Kennedy para llevar al hombre a la Luna antes de que acabara la década, objetivo que generaría expectativas en torno del programa espacial estadounidense, inmerso en una dura carrera con la por entonces Unión Soviética. La política exterior de Kennedy también evolucionó durante su mandato, desde una mentalidad anticomunista “de línea dura” a un “interés en las posibilidades de paz”, en la Guerra Fría, tal como demostró la firma en octubre de 1963 de un tratado que prohibía la mayoría de pruebas de detonación de armas nucleares, señaló Zelizer.
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Ese mismo año, el mandatario llamaba, en un famoso discurso, a sacar a EE.UU. y a la URSS de lo que definió como un peligroso ciclo de hostilidad. “Nadie sabe hacia dónde habría evolucionado esa idea (de no haber muerto Kennedy). Hay quienes opinan que habría evitado una escalada en la guerra de Vietnam”, indicó Leo Ribuffo, profesor de historia en la Universidad George Washington. Quizá el último coletazo de la influencia de JFK estuvo en la campaña de Barack Obama en 2008, que generó un entusiasmo muy similar al de la elección de Kennedy en 1960, de acuerdo con Zelizer.
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“Creo que la comparación también tiene sentido ahora que la presidencia de Obama está acabando y que (como Kennedy) es un mandatario cada vez más frustrado con la política e incapaz de lograr mucho de lo que quería”, indicó. Para Ribuffo, el dramatismo de la historia familiar de los Kennedy hace que la memoria del ex presidente siga envuelta en el mito de una forma que aún llevará mucho tiempo despejar. Zelizer, en cambio, cree que los estadounidenses comienzan a mirar con más moderación al mandatario demócrata, y que tanto lo bueno como lo malo empieza a verse con más claridad. “Cuanto más nos alejamos del trauma del asesinato, con generaciones más jóvenes que no lo han vivido, es más fácil empezar a pensar sobre qué ocurrió y quién era él”, reflexionó.

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