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martes, 2 de octubre de 2012

PIERRE DUBOIS: O LA RECUPARACIÓN DE LA MÍSTICA

Por Hugo Latorre Fuenzalida (*)


El reciente fallecimiento del sacerdote francés Pierre Dubois y las muestras de un sentimiento popular y nacional de amor y gratitud, representa una señal para la iglesia Católica de Chile.

Esta Iglesia que fue una de las más avanzadas de América latina en su vertiente de doctrina social, que contó con hombres de la envergadura de don Manuel Larraín, del padre Hurtado, de don Carlos González y el mismo cardenal Silva Henríquez, se vio de pronto llevada a una postura clerical, ensimismada, de fe verticalista y neutra o más bien casi prescindente en lo social.

Todo pareció originarse en el pontificado de Juan Pablo II, quien hizo expurgar a la Iglesia Católica de América Latina de toda esa influencia marxista que parecía penetrar estamentos relevantes de su curia.

Los Jesuitas, congregación que tanto pensamiento elaboró para acercar la promesa mesiánica cristiana a la marxista; la fracción de la “teología de la liberación”, los curas obreros y hasta los curas guerrilleros, impusieron un tránsito inmanentista del pensamiento cristiano que literalmente borraba la gracia liberadora desde la dimensión trascendente. Es decir, dejaba sólo en las manos del hombre la liberación en la historia, sin dar espacio a la Divinidad para intervenir a través de la inspiración, tarea asignada al Espíritu Santo. Era esta vez el hombre y no el Dios de los profetas el que dirigiría la historia. Esa “Tierra Prometida” estaría ya identificada y por mucho que se poetizara era demasiado semejante a la experiencia que se ubicaba mundanamente detrás de la Cortina de Hierro.

Esta innovación teológica sería inaceptable para un Papa que venía justamente de las luchas en contra de las imposiciones totalitarias y antirreligiosas de los países donde se enseñoreaba la experiencia comunista.

De esta forma, el Papa Juan Pablo II se dio a la tarea de disciplinar en doctrina a las fracciones más izquierdistas; pero en su afán de limpieza arrojó por la ventana la batea del agua sucia junto con la creatura. Los pobres, la injusticia y la tarea de cobijo que la Iglesia ejercía junto a los desvalidos y débiles, fue neutralizada si es que no arrasada.

Pero eso, además de configurar un error sublime, éste no representa lo peor de esta aventura papal. Lo peor de esta tarea que se impuso el Santo Padre, estuvo en que, en reemplazo de los curas sociales, el Papa puso en su reemplazo a los curas de fuerte moral burguesa, impuso a una jerarquía compenetrada de una postura conservadora, prescindente de lo social, de los pobres y de las tareas más urgente que atañen a la Iglesia Católica, justamente en unas sociedades que se iban haciendo cada vez más desiguales, más violentas y desesperanzadas.

Rápidamente otras iglesias cristianas, las protestantes, fueron copando los espacios que la Católica fue abandonando. El crecimiento de las Iglesias Reformadas ha sido impresionante y es correlativo al decaimiento y pérdida de influencia de la Iglesia Católica en toda América Latina.

Pierre Dubois: Toda una historia
Las dictaduras de América Latina ayudaron a instalar estos procesos de sospecha ante toda acción popular, pero no son la causa más poderosa de su cambio paradigmático. La causa formal y efectiva es intrínseca a la jerarquía mundial y vaticana; pues debemos recordar que en Chile y Brasil, se dio una fuerte resistencia de la Iglesia Católica a los abusos cometidos por las Fuerzas Armadas respectivas. La caída en brazos de las posturas prescindentes del conservadorismo vino después, y producto de las posturas intransigentes del Papa y la jerarquía conservadora que él impuso.

Pero los errores históricos deben ser descubiertos luego que ha pasado cierto tiempo y cuando los hechos mismos van desenmascarando las falsas de las verdaderas profecías. Y el caso es que la Iglesia Católica es ahora que comienza a comprender, al parecer, su gran error. Ahora que las sociedades se hacen menos creyentes y que abandonan a la Iglesia; ahora que sus curas van siendo mezclados en delitos vergonzantes y que las vocaciones van decayendo a ritmo vertiginoso; ahora que ven a un pueblo que no tiene quién le defienda y a una sociedad que sufre de síntomas de “anomia” y nihilismo peligroso; es justamente ahora que se encuentran sin herramientas para actuar, sin prestigio para ser oídos y sin fuerzas para emprender nada que valga la pena.

Pero es también ahora, y es la hora, de ensayar intentos: la carta del Episcopado chileno, los reconocimientos a los curas misioneros, como Pierre Dubois, la presencia de Benedicto XVI en temas sociales, van indicando un tímido viraje, que es de esperar no sea demasiado poco y demasiado tarde para la Iglesia Católica de Chile y del Mundo.

Como nunca necesitará el auxilia del “Espíritu Santo” y también la cercanía amorosa para con los pobres y los perseguidos. Instalando una nueva entente entre espíritu y carne, entre misión y Gracia, entre lo celestial y lo terrenal. Una armonía integradora de doctrina social aggiornada y apostolado; de visión y misión; de hombre, persona y sociedad; de pensamiento crítico y acción decidida; de sólido cimiento evangélico y ágil peregrinaje por la historia.

(*) Leer también del mismo autor:  LA IGLESIA Y LOS NUEVOS VIENTOS publicado el viernes 28 de septiembre en Krohne Archiv

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