Incertidumbre en Brasil
¿HACIA DÓNDE VAMOS?
IMPASES DE LA CRISIS ACTUAL
Por Leonardo Boff
La actual
crisis brasileña, tal vez la más profunda de nuestra historia, está poniendo en
jaque el sentido de nuestro futuro y el tipo de Brasil que queremos construir.
Celso Furtado afirmaba con frecuencia que nunca conseguimos realizar
nuestra auto-construcción, porque fuerzas poderosas internas y externas o
articuladas entre sí lo habían impedido siempre.
Efectivamente, aquí se formó un bloque cohesionado, fuertemente
solidificado, constituido por un capitalismo que nunca fue civilizado (mantuvo
la voracidad manchesteriana de sus orígenes), financiero y rentista, asociado
al empresariado conservador y anti-social y al latifundio voraz que no teme
avanzar sobre las tierras de los dueños originales de nuestro país, los
indígenas, y por añadidura las de los quilombolas. Siempre frustraron
cualquier reforma política y agraria, de suerte que hoy el 83% de la población
vive en las ciudades (más exactamente, en las periferias miserables), pues ésta
se sentía desplazada y expulsada del campo. Estas élites altamente adineradas
se asociaron a unas pocas familias que controlan los medios de comunicación o
son sus dueños.
Ese bloque histórico difícilmente será desmontado, una vez que el tiempo
de las revoluciones ya pasó. Los pocos cambios de orientación popular y social
introducidos por los gobiernos del PT están siendo bombardeados con los cañones
más poderosos. Los herederos de la Casa Grande y el grupo del privilegio están
volviendo e imponiendo su proyecto de Brasil.
Para ser sucintos e ir al punto central: se trata del enfrentamiento
entre dos visiones de Brasil.
La primera: o nos sometemos a la lógica imperial, que nos quiere como
socios incorporados y subalternos, en una especie de recolonización
intencionada, obligándonos a ser solamente abastecedores de los productos in
natura (commodities, granos, minería, agua virtual, etc.) que ellos
casi no tienen y necesitan urgentemente.
La segunda: o continuamos osadamente con la voluntad de reinventar
Brasil, con un proyecto sobre bases nuevas, sustentado por nuestra rica
cultura, nuestras riquezas naturales (extremadamente importantes tras la
constatación de los límites de la Tierra y del calentamiento creciente), capaz
de aportar elementos importantes para el devenir futuro de la humanidad
globalizada.
Esta segunda alternativa realizaría el sueño mayor de aquellos que
pensaron un Brasil verdaderamente independiente, desde Joaquim Nabuco,
Florestán Fernandes, Caio Prado Jr y Darcy Ribeiro hasta Luiz Gonzaga de Souza
Lima en un libro que hasta ahora no ha merecido la debida atención (La
refundación do Brasil: rumbo a la sociedad biocentrada, RiMA, São Carlos,
SP 2011), y de la mayoría de los movimientos sociales de cuño libertario. Éstos
siempre proyectaron una nación autónoma y soberana, pero abierta al mundo
entero.
La primera alternativa que ahora vuelve triunfante con el presidente
interino Michel Temer y su ministro de relaciones exteriores José Serra, prevé
un Brasil que se rinde resignadamente al más fuerte, muy dentro de la lógica
hegeliana del señor y del siervo. A cambio recibe inmensas ventajas,
beneficiando especialmente a los adinerados (Jessé Souza) y a sus socios. Éstos
nunca se interesaron por las grandes mayorías de negros y pobres que ellos
desprecian, considerándolos peso muerto de nuestra historia. Nunca apoyaron sus
movimientos, y cuando pueden, los rebajan, difaman sus prácticas y con el apoyo
del Estado elitista controlado por ellos, los criminalizan. Cuentan con el
apoyo de Estados Unidos, como ha señalado nuestro mayor analista de política
internacional Moniz Bandeira, pues no aceptan la emergencia de una potencia en
los trópicos.
¿De dónde nos podrá venir una salida?
De arriba no podrá venir nada verdaderamente transformador. Estoy
convencido de que sólo podrá venir de abajo, de los movimientos sociales
articulados, de otros movimientos interesados en cambios estructurales, de
sectores de partidos vinculados a la causa popular. El día en que las
comunidades favelizadas se conciencien y proyecten otro destino para sí y para
Brasil, se dará una gran transformación, palabra que hoy sustituye a la
de revolución. Las ciudades se estremecerán.
Entonces sí podrán los poderosos ser «derribados de sus tronos», como
dicen las Escrituras, el pueblo ganará centralidad y Brasil tendrá su merecida
independencia.
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