La opinión de un teólogo
EL INDÍGENA, AQUEL QUE DEBE MORIR
Por Leonardo Boff
La cuestión indígena
es un problema nunca resuelto en las políticas públicas brasileras. Una gran
parte fue exterminada desde el tiempo de la colonización y hoy componen
solamente el 0,4% de la población, lo que equivale a 817 mil personas que
conforman 300 pueblos. Viven muy concentrados en solo 200 municipios de los más
de cinco mil que existen en Brasil.
Prácticamente ellos no cuentan. Sólo a partir de 1991
comenzaron a entrar en el censo poblacional efectuado por el IBGE.
La cuestión se ha agudizado este año, como lo ha estado
siempre, con el asesinato de Clodiode Aquileu Rodrigues de Souza, un guarani-kaiowá,
de 26 años, agente de salud, muerto a tiros en la hacienda Yvu, en Caarapó, a
273 km de Campo Grande en Mato Grosso del Sur. Otros cinco miembros de la
comunidad fueron heridos, entre ellos un niño de 12 años. Cerca de 200
camionetas y automóviles rodearon las tiendas de los indígenas que habían hecho
una “retomada”, como ellos dicen, de tierras que les pertenecían desde siempre.
Llegaron y fueron disparando balas de goma y balas letales.
Los guarani-kaiowá vivían en esa región desde tiempos
inmemoriales, pero a partir de 1882 empezaron a ser expulsados para dar lugar a
la plantación de yerba-mate.
Posteriormente, el gobierno comenzó a vender las tierras con
la intención de crear haciendas para plantaciones de soja y cría de ganado. Los
indígenas quedaron recluidos en 8 pequeñas áreas, pero a medida que la
población crecía se sentían forzados a salir. Entonces comenzó a ganar fuerza
la idea de retomar las tierras que siempre fueron suyas.
Se creó un conflicto peligroso entre los nuevos propietarios
que mostraban su documentación de compra y los indígenas que argumentaban ser
los dueños originales de aquellas tierras.
Hubo varios enfrentamientos. Especialmente Mato Grosso del
Sur fue escenario de varias muertes. A finales de agosto de 2015, Semião Fernandes
Vilhalva, de 24 años, fue bárbaramente ejecutado con un tiro en la cabeza.
En 2013, Ambrósio Vilhalba, de 52 años fue asesinado a
puñaladas cerca de Dourados.
En 2001 ocurrió algo más grave. El cacique Nísio Gomes de 59
años fue cercado y eliminado por hombres armados al mando de hacendados.
Lo que sucedió en Caarapó es la continuación de los
enfrentamientos por tierras que el Gobierno tarda en delimitar. Apenas un
tercio de las tierras están delimitadas, otro tercio se encuentran en estudio y
el último tercio ni siquiera ha entrado en la agenda todavía.
Pero la decisión de los indígenas es clara: «Nuestro futuro
depende de nuestro territorio, de nuestra tierra. Pretendemos hacer cada vez
más “retomadas” porque estamos cansados de la demora del gobierno brasilero en
delimitar nuestra tierra. Tomamos una posición y decidimos que esa era nuestra
única salida», dice Gomes, el líder indígena del área donde está la hacienda
Yvu.
Hay una cuestión mal planteada por parte del gobierno que
hace compleja la delimitación y es fuente de conflictos permanentes. Por
legislación, los indígenas no integrados son considerados como relativamente
incapaces (artículo 8º del Estatuto del Indio). Ellos no tienen derecho de
propiedad privada sobre las tierras delimitadas, consideradas colectivas y
tuteladas por la FUNAI. Además la Constitución prohíbe la comercialización de
estas tierras (art. 231, §4º), considerándolos menores de edad.
Si tuvieran ese derecho, podrían tener otra relación con los
latifundistas que, sabiendo que los indígenas no son propietarios, invaden sus
tierras para la plantación de soja o la cría de ganado. Más prudente sería
considerarlos adultos y entregar títulos de propiedad privada de la tierra a la
que los pueblos indígenas tienen derecho y dejarlos organizarse en las formas
de producción que les son peculiares e incorporando las formas modernas.
Esta ausencia de una solución definitiva para esos pueblos
originarios, genera en ellos inmenso sufrimiento, inseguridad y hasta
desesperación. Hay un número significativo de suicidios. El organismo de la
Iglesia católica que trabaja la cuestión indígena, el CIMI, computó en la
última estadística de 2014 un suicidio cada tres días. La mortalidad infantil
es altísima. En 2014, 785 niños menores de 5 años murieron por enfermedades
evitables. Esto ocurre especialmente entre los xavantes de Mato Grosso.
Esto nos recuerda la denuncia hecha por algunos obispos
misioneros que publicaron un impresionante documento: “y-juca-pirama. El indio:
aquel que debe morir”. Guarda permanente actualidad y traduce la situación
actual de los pueblos originarios de nuestro país.
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