Opinión Política
PATRICIO
WALKER PRIETO E IVÁN ALADINO FUENTES CASTILLO: “EL PRÍNCIPE Y EL PESCADOR”
Por Rafael Luis Gumucio Rivas
En el Evangelio se dice que siempre habrá
pobres entre nosotros y que es deber de los cristianos de buena voluntad el
protegerlos. En el Partido Conservador – aun cuando parezca raro – existía un
sector conformado por obreros católicos llamados “los josefinos”, que defendían
las posiciones más oligárquicas basadas en la doctrina social de la Iglesia,
difundida por León XIII, en la Encíclica Rerum Novarum; posteriormente, el sindicalismo
católico pasó a los hijos de los conservadores, los democratacristianos. En el
fondo, en ambos partidos políticos ha existido una especie de paternalismo
respecto a los sindicalistas católicos: por ejemplo, en la campaña presidencial
de 1964 las señoras democratacristianas visitaban a las pobladoras pobres,
convirtiéndolas en “sus amigas”, protegerlas y enseñarles una forma de
enfrentar el diario vivir; algo de este paternalismo se repite en la relación
entre “el príncipe” Patricio Walker y su protegido, el sindicalista de Aysén,
Iván Fuentes.
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En el antiguo Parlamento,de rico té y
pésimas leyes, según Vicente Huidobro, siempre hubo algún dirigente obrero (Mario
Palestro) o mapuche (Vanancio Coñopan) que llegaba a ocupar algún sillón
parlamentario, pero este hecho - como la
existencia de “los josefinos” en los conservadores – no cambiaba el carácter
plutocrático de las instituciones, por consiguiente, lo que hizo Patricio
Walker no fue más que seguir el camino elegido por “los príncipes cristianos” para
proteger a los sindicalistas.
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Nada más odioso que los Savonarola – de
antaño y actuales – que, en nombre de la moral se convierten en jueces de su
prójimo, condenando a troche y moche, a Pedro, Juan y Diego. Personalmente,
prefiero abstenerme de juzgar, pues la historia demuestra que este tipo de
procesos inquisitorios en nombre de la moral terminan, en la mayoría de los
casos, hundiendo a la democracia. (Véanse los casos de España, Italia, y en la
historia, los múltiples escándalos que sólo han servido a los fascistas, como
puede investigarlo lo ocurrido el 4 de febrero de 1934, en París, o el de Roger
Salengro en 1936, en pleno Frente Popular francés).
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Pensar que en el Chile plutocrático una
persona pobre – así cuente con grandes cualidades morales e intelectuales – pueda
llegar al Parlamento sin el apoyo de un príncipe o de una máquina feudal – los
dirigentes de los partidos políticos – y mucho menos, sin las “donaciones” de
las empresas parece imposible alcanzar un cargo de esta naturaleza y, si hace y
se mantiene independiente, siempre terminará “cazado” por la maraña
plutocrática y empresarial.
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La relación entre dinero y política tiene
que ser analizada más profundamente que la mera supuesta compra por parte de
las empresas a casi la totalidad de la casta política en el poder. En el fondo,
como lo he sostenido en varias ocasiones, la representación está en crisis,
arrastrando con la democracia electoral y desvirtuando la soberanía popular. En
esencia, ante esta situación, hablar de probidad política es casi imposible,
pues el divorcio entre la ética y la política, entre las instituciones y la
sociedad civil, es total.
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El diputado Iván Fuentes fue identificado
por la opinión pública como un sindicalista valiente y probo, que demostró
capacidad para poner en cuestión al sisma oligárquico centralista: su modo de
hablar sencillo y claro y su capacidad para comunicar la cotidianidad
dramática de los chilenos de a pie, logró remover y motivar las conciencias, en
este Chile centralista, autoritario, oligárquico, que necesita un cambio
radical comenzando por la necesidad de implementar un país federal, con una
Constitución que emane del propio pueblo y no como la impuesta, que rige
actualmente.
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Nada más insensato que el creer que la vida humana se divide entre los buenos y
los malos, los santos y los demonios, los puros y los pecadores, es decir, es
blanco o negro. El drama de la existencia es mucho más trágico y matizado y,
sobre todo, absurdo – parodiando a Albert Camus -. Cada persona y cada caso entre relación política
y dinero no es igual: para algunos, como los de derecha, que las empresas
financien a los políticos es algo normal; para otros, es una forma de financiar
campañas – recordemos que el acuerdo entre José Miguel Insulza y Pablo
Longueira incentivaba a permitir el aporte secreto en las campañas políticas –
en que el monto comprometido no es igual, tampoco lo es en la forma en que se
utilizó, por consiguiente, no es asimilable el caso IvánFuentes con el de Jaime
Orpis, por ejemplo, no es lo mismo 12 millones de pesos que 300 o más millones,
como tampoco es lo mismo para utilizarlo en el Club de yates, que para hacer
sobrevivir a su familia y, así, poder desplazarse y dedicarse a la vida
política.
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Iván Fuentes ha tenido la valentía de
reconocer sus errores y mostrar arrepentimiento, pero desafortunadamente, la
“igualdad ante la ley” siempre ha sido una utopía. El mismo Robespierre, al
referirse a la declaración de los Derechos del Hombre, cuyo artículo 1º dice
“los hombres nacen y viven iguales en derechos”, recordaba que en la primera
etapa de la revolución francesa existía la esclavitud. Por cierto que la
justicia actual no es lo mismo para el pobre que para el rico. El prohombre
Valentín Letelier nos recordaba en su libro Los
pobres, que preferirían la justicia
de San Luis, rey de Francia, que la que se aplicaba en su época – y sigue
teniendo vigencia -.
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En el caso que nos ocupa hoy, “el
príncipe y el pescador”, el noble protector y su súbdito, mucha más
responsabilidad, a mi modo de ver, cae en el primero que en el segundo.
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