Columna del periodista Fernández
LO QUE PUDO HABER SIDO
Por Enrique Fernández
Desde la ruptura de sus
relaciones diplomáticas hace 38 años –el 17 de marzo de 1978-, Chile y Bolivia
no enfrentaban una tensión tan delicada como la que desencadenó el canciller
boliviano David Choquehuanca, cuando llegó hasta los puertos del norte chileno
sin avisar con la debida anticipación, como corresponde entre personas bien educadas.
Es que el visitante traía
un libreto y lo aplicó.
Su primera escala fue el
puerto de Arica, cercano a la Línea de la Concordia con Perú. Entre la ciudad y
esa frontera, fue donde el dictador chileno Augusto Pinochet le propuso a su
colega boliviano Hugo Banzer, en 1975, trazar un corredor para que Bolivia
tuviera una salida al mar. Arica era territorio peruano antes de la Guerra del
Pacífico (1879-1883) y los acuerdos de paz establecieron que Chile no puede
ceder territorios que pertenecieron a Perú sin autorización de ese país. Por
eso Pinochet consultó al gobierno militar peruano, que se opuso a que Bolivia tuviera
un acceso al mar con un corredor al norte de Arica.
De acuerdo con su
libreto, el Canciller Choquehuanca reclamó en Arica por el trato discriminatorio
que recibirían los camioneros bolivianos que transportan cargamento desde y
hacia su país. También protestó porque tuvo que esperar seis horas para entrar
al recinto portuario, ya que su visita no figuraba en la agenda de las
autoridades locales. El Presidente del Senado boliviano, José González –uno de
los 58 miembros de la escolta del Canciller- reprendió a una funcionaria
chilena y le aseguró que “el ochenta por ciento de su sueldo lo paga Bolivia”.
Todo estaba en el
libreto, que al día siguiente se repitió en Antofagasta, el puerto donde en
febrero de 1879 desembarcaron las tropas chilenas cuando estalló la Guerra del
Pacífico, en la que Chile derrotó a Bolivia y Perú. Fue ahí donde Choquehuanca y
su comitiva entonaron el himno naval boliviano, cuyos versos anuncian que esa
ciudad, Calama y Tocopilla, que antes de la guerra fueron bolivianas, “otra vez
a la patria volverán”. En términos
radiales y televisivos, era un libreto con fondo musical.
Lo que no estaba en el
libreto fue la postura errática de la diplomacia chilena. El domingo el
Canciller Heraldo Muñoz se manifestó molesto y enérgico. Afirmó que esta visita
intempestiva era como si alguien llegara a nuestra casa y se metiera a nuestro
dormitorio, sin autorización. Advirtió que los visitantes tendrían que acatar
la legislación chilena y las medidas de seguridad que aplicarían las autoridades.
Pero el lunes, cuando Choquehuanca estaba en Arica, el Canciller Muñoz, jefe de
nuestra diplomacia, pidió a los chilenos que no se dejaran provocar por el
visitante.
“Yo diría a nuestros
compatriotas que no enganchen con esto, que lo dejen pasar”.
Pero no lo dejaron
pasar. Por eso tuvo que esperar seis horas en Arica, hasta que le entregaron
cascos y elementos de seguridad para entrar a las instalaciones portuarias.
Después de este primer incidente, según el libreto preparado, el Canciller
boliviano y el Presidente Evo Morales lanzaron las acusaciones esperadas y
calificaron a las autoridades de Chile como “fascistas” y “colonialistas”.
Eso es lo que ocurrió y
ya forma parte de la Historia.
¿Y si el libreto
hubiera sido distinto? Supongamos, en un ejercicio de política - ficción, que
al ministro boliviano lo alcanza un disparo proveniente de un automóvil en
marcha. “Este fue un acto de guerra”, advertiría el Gobierno de La Paz. En
Santiago el Ministerio de Defensa y la Cancillería entregarían sendas declaraciones
afirmando que “Chile no intervino en ese acto terrorista”. Porque una
investigación posterior, dentro de este relato de política ficción, detecta que
el autor del disparo no era chileno, sino un enemigo interno del Canciller Choquehuanca,
que obedeció instrucciones para sacarlo del camino y evitar que sea candidato a
la Presidencia cuando termine su período el Presidente Morales.
Por suerte para ambos
países eso no sucedió… pero pudo haber ocurrido.
Supongamos ahora que en
lugar de manifestarse tan enojado, el Canciller Heraldo Muñoz hubiera dado
instrucciones para que su colega boliviano fuera atendido como una autoridad
representativa de un país hermano. Por cierto que Choquehuanca no habría
modificado su libreto, porque lo traía ya escrito desde antes de salir de La
Paz. Pero al menos Chile podría haber mostrado ante la comunidad internacional
que conoce las estrategias de la diplomacia y es un país decente.
Como dice un antiguo
bolero de Leo Marini, eso es “lo que pudo haber sido y no fue”.
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