Derechos Humanos
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LA HISTORIA DEL HIJO DE PADRES DESAPARECIDOS QUE CHEYRE REFUGIÓ EN UN CONVENTO
En
diciembre de 1973, con dos años y medio, Ernesto Lejderman (arriba) sobrevivió al
asesinato de sus padres, un matrimonio mexicano-argentino, a manos de una
patrulla militar. El niño fue llevado al regimiento donde estaba destinado el
entonces joven teniente Juan Emilio Cheyre, quien lo entregó a la Iglesia.
Ernesto
Lejderman Avalos tiene 35 años, pero tardó más de dos décadas en reconstruir la
verdadera historia de su familia y, de paso, la suya propia. Tenía apenas dos
años y medio de vida cuando fue testigo inconsciente del homicidio de sus
padres -Bernardo y María del Rosario- por parte de una patrulla militar del
regimiento Arica de La Serena, comandanda por el oficial Fernando Polanco
Gallardo. Los militares se llevaron al niño al regimiento y se lo entregaron a
un joven teniente: Juan Emilio Cheyre, por entonces secretario personal del
comandante del regimiento Arica, coronel Ariosto Lapostol.
Cumpliendo
las órdenes que se le dieron, el militar de 26 años que llegaría a ser
comandante en jefe del Ejército, dejó al menor al cuidado de las monjas del
convento Casa de la Providencia.
Ni Cheyre
ni el niño Lejderman volverían a recordar esta historia hasta mucho después, en
abril del 2003, cuando el aún jefe castrense debió declarar ante el juez Daniel
Calvo para relatar ese episodio.
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Mirando
directamente a los ojos del magistrado -según el propio Calvo-, en el living de
su casa, Cheyre confirmó haber sido él quien entregó el niño a las religiosas.
"Mi participación en estos hechos parte en la tarde del día que vuelve la
patrulla, ellos venían con un niño de un año y medio o dos. El capitán Fernando
Polanco venía con un menor de edad y entregó una información que decía que habían
perseguido a dos personas, que se escuchó una explosión y que al acercarse
vieron a dos personas reventadas.
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El
comandante Lapostol me instruye que el niño pase en el más breve plazo a un
convento de la ciudad de La Serena, que tuviera menores a su cargo".
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Cheyre le
explicó al juez Calvo, quien investigaba entonces el asesinato del matrimonio
Lejderman Avalos, que tomó contacto con el obispado de La Serena, donde le
mencionan la existencia de un convento cercano al cuartel militar. "Si mal no recuerdo las
monjas vinieron al regimiento a buscar la guagua, no me parece que yo haya
entregado al menor a las monjas. La guagua estuvo no más de una hora y media o
dos horas en el regimiento hasta que se lo llevaron las religiosas", declaró el general.
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El niño
pasó tres meses bajo el cuidado de la monja María Cecilia Ibarra, hasta que fue
reclamado por su familia en Argentina.
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Su padre
tenía esa nacionalidad y su madre era mexicana. A comienzos de marzo de 1974,
cuando la noticia de la muerte de la pareja ya había trascendido, el gobierno
del general Juan Domingo Perón presionó para recuperar al pequeño y los
militares chilenos le indicaron al cónsul dónde estaba. Finalmente, fue
entregado a sus abuelos en Buenos Aires.
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Los restos
del profesor argentino Bernardo Lejderman fueron depositados en el Memorial de
los Detenidos Desaparecidos. Fue la
tercera vez que recibió sepultura desde que fuera asesinado junto a su mujer
mexicana, pero la primera a la que asistirá su hijo.
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Ernesto Lejderman
Avalos vuelve de pronto a ser esa guagua y recordar la historia que lo vinculó
a Cheyre, justo la misma semana en que el ex comandante en jefe del Ejército
fue objeto de críticas y acusaciones de partidarios de Pinochet, quienes le
gritaron "traidor" cuando fue al Hospital Militar a visitar a su ex
superior.
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"No guardo ningún sentimiento especial hacia Cheyre. Lo único que
le pediría es que entienda la gran necesidad que tengo de saber lo que
pasó", dice Lejderman (hijo), quien
asegura que recién ha logrado atar algunos cabos de su historia.
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Criado por
sus abuelos paternos en Argentina -sobrevivientes del holocausto judío-, éstos
le ocultaron por décadas lo que le ocurrió a sus padres. "Me dijeron que
habían muerto en Chile en un accidente automovilístico", señala. Recién a
fines de los 80 se enteró de que esa historia no era cierta. "Encontré en
el velador de mi abuela unos recortes de diarios en los que se mencionaba la
muerte de un matrimonio argentino-mexicano en Chile", dice. Las noticias,
sin embargo, asumían el parte oficial entregado por los militares chilenos.
Este aseguraba que el matrimonio se había suicidado haciendo estallar unos
cartuchos de dinamita al ser localizados por una patrulla militar.
Viajes a Chile
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A mediados
de los 90, Ernesto comenzaría una serie de viajes a Chile en búsqueda de su
historia. Un viejo amigo de su papá, Arturo Barrios, padre del
ex secretario general del PS del mismo nombre, le daría pistas.
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Barrios le
contó que sus padres habían viajado a Chile desde Argentina en 1971
entusiasmados por la llegada de Allende al poder. Instalados en la Cuarta
Región, Bernardo Lejderman -profesor de física, músico y escritor aficionado-
se transformó en el principal asesor del gobernardor de Vicuña.
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Tras el
golpe de Estado, con el pequeño Ernesto en brazos, la pareja intentó huir a
Argentina, por el Valle del Elqui, guiada por el baquiano Luis Ramírez.
Mientras esperaban los deshielos, permanecieron ocultos en una cueva en la
localidad de Guallihuaica.
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Allí
fueron sorprendidos y asesinados por la patrulla militar que dirigía el
entonces capitán Polanco. Los soldados fueron guiados por Ramírez, a quien
torturaron para que delatara el paradero de los Lejderman. Ramírez
cavó junto a la cueva la primera tumba del matrimonio.
Meses
después, el campesino condujo al agregado militar mexicano hasta la fosa y
sacaron el cuerpo de María del Rosario Avalos, el que fue trasladado al
Cementerio General de Santiago, donde, mucho tiempo después fue incinerado, sin
avisarle a su familia.
Los restos de Bernardo Lejderman, en tanto,
fueron llevados por militares chilenos hasta una fosa en Vicuña.
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La monja Cecilia
A fines de
los 90 Ernesto logró ubicar en una casa de reposo para religiosas ya ancianas a
la monja María Cecilia Ibarra, que lo cuidó luego de que Cheyre lo dejara en el
convento. "Ella se emocionó muchísimo, lloró, me confesó que durante el
tiempo que me cuidó se había sentido mamá. Fue un momento muy
emocionante", relata. Desde entonces mantiene correspondencia con ella y
cada vez que viaja a Chile pasa a verla.
Pero el
último capítulo de la historia estaba por venir. En agosto de 2000, el
suboficial Pedro Aguirre Bustos entregó al juez Juan Guzmán los nombres de los
militares que iban en la patrulla.
Junto al
abogado Héctor Salazar, Ernesto Lejderman presentó entonces una querella. Cuatro
militares fueron procesados, entre ellos el coronel (R) Ariosto Lapostol y el
brigadier (R) Fernando Polanco.
Esa misma
investigación judicial establecería el rol de Cheyre en la entrega a un
convento de ese hijo que finalmente, hoy, sepulta a su padre.
General agradeció a quien le dio la orden
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El 10 de
septiembre de 2003, un día antes de los 30 años del golpe de Estado, el
entonces comandante en jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre, le envió una
carta privada a quien fuera su comandante en el regimiento Arica de La Serena
en 1973: el coronel (R) Ariosto Lapostol, el mismo que le había ordenado dejar
en manos de las monjas al hijo de los Lejderman.
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"Hoy como comandante en jefe de Ejército valoro en todo lo que significa
el poder haber desarrollado mi carrera militar sin fantasmas del pasado,
gracias a que nunca se me dio una orden alejada de la recta doctrina",
señala en parte el texto de la misiva.
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La carta,
usada seis meses después sin conocimiento de Cheyre por la defensa de Lapostol
en el juicio por el homicidio de los Lejderman, proseguía:
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- "Le
vi actuar con eficiencia, prudencia, justicia, apego a los valores que nos
inculcan a los soldados".
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El
resultado de esa forma de actuar, añade Cheyre sobre Lapostol, le permite
volver a la IV Región sin nada que ocultar.
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-
"Para las estadísticas se cumplió la misión, pero es la única región sin
detenidos desaparecidos".
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Al juez
Calvo, Cheyre le contó que el comandante Lapostol le ordenó que el niño pasara
en el más breve plazo a un convento de la ciudad de La Serena, que tuviera
menores a su cargo.
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