Opinión de actualidad
JUAN EMILIO CHEYRE: EL MILITAR MODELO DE LA
CONCERTACIÓN
.
Por Rafael
Luis Gumucio Rivas

Los gobiernos de la Concertación no sólo
padecieron el síndrome de Estocolmo, sino que también terminaron entregándose a
la idea del “punto final” y al predominio de las cenizas del olvido, en nombre
de una ridícula reconciliación que suponía que las víctimas de los genocidios
perpetrados por los militares en el poder terminaran aceptando los hechos sin
exigir verdad, justicia y reparación por su actuar en pro de la destrucción de
la sociedad chilena, actuando como un ejército de ocupación en contra de sus
propios conciudadanos desarmados.
Los líderes de la Concertación comenzaron,
una vez conquistada la democracia, compartiendo con sus verdugos y,
posteriormente, se convirtieron en sus cómplices y salvadores – no hay que
olvidar que Eduardo Frei Ruiz-Tagle y su ministro del Interior, trajeron de
vuelta al tirano Augusto Pinochet, que bien debería haber terminado con sus
huesos en una cárcel española – y, luego, el mismo Presidente Frei se negó,
durante todo su mandato, a recibir a los familiares de detenidos desaparecidos.
Si consideremos la degradación moral a la
cual han llegado los líderes de la Concertación respecto a la condena de militares
acusados de crímenes de lesa humanidad, no nos debe extrañar las irracionales
declaraciones de algunos de estos personeros en favor del ex general Cheyre,
acusado - hasta ahora – de cómplice del asesinato de 15 personas, acaecido en
los primeros días después del golpe de Estado, en el Regimiento Arica, de La
Serena, donde el teniente era el directo colaborador del general Ariosto
Lapostol Orrego.
El que Jaime Ravinet diga tantas
insensateces, no es de extrañar, pues en este proceso de deterioro ideológico y
moral ya ha devenido en un derechista y defensor de los genocidas de tomo y
lomo, pero que salgan a hacer declaraciones en favor de Cheyre, pero que los
concertacionistas, entre ellos el ex Presidente de la República, Ricardo Lagos,
sostenga tantas estulticias, incluso errores jurídicos al exculpar al general
Cheyre por el “nunca más en Chile…”, al
hablar ante la Prensa que el teniente Cheyre, “en esa época, sólo tenía 25
años”, deslizando el mensaje de que “debía someterse a la obediencia debida”.
Semejante torpeza no llevaría a afirmar que la responsabilidad penal sólo
podría aplicarse con más de 25 años. Por su parte el dirigente
democratacristiano, Genaro Arriagada, salió con la tontería de comparar a
Cheyre con los “padres de la patria”, recordando que O´Higgins podría haber
sido acusado del asesinato de los hermanos Carrera y de Manuel Rodríguez, y que
Diego Portales, de los fusilamientos de Curicó. Si estos llamados héroes
salieron incólumes de los crímenes que se les imputa no es deseable que la
misma impunidad se extienda al ex
comandante en jefe del ejército. (Por lo demás, O´Higgins fue castigado
con el destierro en la Hacienda de Montalván, donde murió, y Portales fue
víctima de un magnicidio, en el Cerro Barón, de Valparaíso).
Los testimonios en contra de Juan Emilio
Cheyre son indesmentibles: el entonces niño Ernesto Legderman, abandonado por
Cheyre en un convento de Monjas, en La Serena, luego que sus padres – una
pareja de mexicano y argentina fueran asesinados a mansalva por “los valientes
soldados” – ahora adulto, en un cara a
cara en Televisión Nacional, enrostró al
ex comandante en jefe su complicidad en la muerte de sus padres. Otros
muchos testimonios se han agregado a este caso conmovedor: el de Nicolás
Barrantes, cuyo hermano Marco Enrique fue masacrado en la visita de la
“caravana de la muerte”, quien asegura haber reconocido la voz y la forma de la
boca de Cheyre mientras era salvajemente torturado, cuando contaba apenas
contaba con 17 años.
El Ministro en Visita, Mario Carroza,
para ordenar el procesamiento y detención, en la Base Militar de Peñalolén, no
sólo consideró el sinnúmero de antecedentes de testigos, víctimas y
familiares que lo acusan, sino también
la reconstitución de escena. El mismo Ministro sostiene que Cheyre tenía
conocimiento de cuanto estaba sucediendo en el Regimiento – tanto es así que
llevó un bando militar a los Diarios locales en el cual se daba una versión
falsa de la masacre contra 15 personas, torturadas antes de morir, por los militares
de la “caravana de la muerte” -.
El famoso “nunca más” del entonces
comandante en jefe del ejército no lo exime de sus responsabilidades penales
cuando se desempeñaba como colaborador directo del general Lapostol, en el
regimiento Arica, de la Serena. Por lo demás, el pacto de silencio por parte de
los militares se ha mantenido hasta ahora y Cheyre hizo para denunciar y
avanzar en el esclarecimiento de los crímenes, torturas y desapariciones,
perpetrados por el ejército de ocupación.
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