POLÍTICA-OPINIÓN-LATORRE-KRADIARIO
AHORA NADA ES LEGÍTIMO
Por Hugo Latorre Fuenzalida
AHORA NADA ES LEGÍTIMO
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Con el respaldo que vemos por estos días a los políticos,
ninguna acción que asuman en adelante será legítima, y se hace digno de revisar
las que tomaron en el pasado. Esas acciones pueden ser legales, pero van
perdiendo legitimidad a ojos vista.
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Las leyes que discutan en el Parlamento, las que salgan de
ahí con estos representantes, que apenas se empinan en el 3% de aprobación, no
pueden reclamar ser acatados por el
pueblo que los repudia en tan alta proporción.
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Es cierto que fueron electos, pero ya no lo serían si el
electorado universal se manifestara en el voto. Gutemberg Martínez
argumentó, por diversos medios, que ya
se perdió la mayoría de aceptación del gobierno, por tanto no se podía seguir
adelante con un programa que fue aprobado por el 60% de los votantes y que hoy
reconoce apoyo apenas del 24%.
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Según Martínez, habría que paralizar los cambios
y volver atrás, es decir a la “Concertación”, a los arreglines con la derecha,
a “recocinar” las reformas para que resulten neutras.
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Pero si uno siguiera el argumento de Martínez, igualmente
podría trasladar el resultado de las encuestas para autorizar, no una vuelta
atrás, sino un salto hacia adelante, es decir sacar adelante estas reformas. Porque la otra lectura dice que la gente
mayoritariamente se ha decepcionado de la política sórdida, venal y
escandalosa, pero no de las reformas. Lo que
ha sucedido es que la gente ya no cree en nada ni otorga su apoyo a
ninguno de estos grupos corrompidos, entonces lo único que les reivindicaría
sería el que cumplieran fielmente el programa de gobierno, para el cual fueron
electos, pero no el vaciar el agua sucia junto con la criatura, como propone el
sector más conservador de la Nueva
Mayoría.
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En este punto se debe tener más cuidado, pues si se pregunta con más detalle y
con más fundamento, se verá que la mayoría de los chilenos desean los cambios
estructurales. Lo que la gente ha transmitido en las encuestas es el desprecio
por quienes tenían la misión de sacarlas adelante, es decir, contrario a la
propuesta de Martínez, que consiste en usar la misma bañera, con la misma agua sucia, esa agua en la que nadie acepta más lavar a la
criatura.
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Va por este lado la salida para recuperar legitimidad. Lo
otro es blanquear el sepulcro sin tirar al muerto maloliente a la fosa.
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La derecha y los empresarios, los democristianos, y otros
personajes de similar discurrir, han
aprovechado la caída de la presidenta Bachelet y la de su primer gabinete
(víctimas de su propia inconsecuencia, de su torpeza y de su no muy inocente soberbia, toda vez que pensaban que
se podía hacer todo tipo de trapacerías, incluso estafar al fisco, y no tendría
consecuencias, en un país donde pocos o casi nadie es o ha sido muy fiel a nada,
ni siquiera en las formas, desde la izquierda más tremebunda hasta la derecha
más furibunda).
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En los sistemas extremosamente individualistas, la
disolución de la “cooperación” (cohesión social) es un signo que aparece licuando
las fuerzas “religantes” de manera inevitable, por tanto la opción del “caos
orgánico”, condición propia de toda sociedad capitalista subdesarrollada, puede
derivar fácilmente al “caos inorgánico”, condición propia de las sociedades
subdesarrolladas en crisis sistémica.
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Cuando las sociedades
deslizan hacia el “caos
inorgánico”, se tiene dos posibilidades de salida: un salto al origen
democrático o un asalto por los poderes autoritarios; es decir una vuelta a la
legitimación democrática mediante una refundación constitucional, o la
usurpación del poder por una oligarquía represiva.
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En el primer caso, se daría un período de fuerte dinámica controversial, hasta dar con nuevas fórmulas legitimantes de conducción
para el Estado y la sociedad. En el segundo, se articularían los conocidos
discursos conspirativos para generalizar la sensación de peligro inminente por
parte de cualquier organización disidente respecto del orden imperante, cuya
conducción la sustentan las elites medrantes.
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La primera opción se hace viable sólo si la sociedad es
capaz de presionar lo suficiente para imponer sus estrategias de recuperación
democrática. La segunda opción se hace
viable si logran burlar nuevamente la buena voluntad de los dirigentes sociales
con promesas elusivas o dilatorias y hacen uso exitoso de todo su aparato de
comunicación y de seducción distractiva.
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Esta lucha la veremos plasmarse en el futuro próximo con
avances y retrocesos de una y otra barricada. No se dará una victoria total y
definitiva de ninguno de los contendientes, la sociedad chilena sigue empatada
en poderes agonales que dificultan una dominación plena del escenario de lucha
política.
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En esta confrontación, los desgastes pueden llevar a una
especie de “crepúsculo veneciano”, en que todo decae en irresolución, los caminos
se bloquean, las aguas se estancan y la sociedad no logra avanzar, pero sí
retroceder respecto a otros países que sí han resuelto su conflictividad en
nuevos y más altos niveles de cohesión social, con un proyecto político
aceptable para todos a largo plazo.
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Lo peligroso de Chile es que desde hace mucho vive inmerso
en el corto plazo, como sociedad de negocios y no como sociedad en desarrollo. Los planificadores de antaño acostumbraban a advertir que si tu no planificas, alguien planifica contra ti.
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