Fue sobre todo una decisión de Angela Merkel. Las
fronteras alemanas están abiertas a los refugiados y no hay vuelta atrás. Ahora
la canciller tiene que seguir mostrando coraje, opina Kay-Alexander Scholz.
Hace apenas unos días era incapaz de conciliar el sueño. Me asaltó el
miedo a que Alemania no hallara cómo lidiar con esta crisis de refugiados. No
veía sino ramos de flores en estaciones de trenes. Echaba de menos una
respuesta política. Es importante contar con una cultura de bienvenida. No hay
dudas. Pero el trato a los refugiados no es solamente un tema emocional, sino
sobre todo un duro tema político.
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Por suerte, también Angela Merkel lo ve así y ha mostrado coraje con su
política: abrió las fronteras a los refugiados y ha forzado a todo un
continente a ocuparse de la miseria que sufren estas personas a las puertas de
Europa. Ahora no hay vuelta atrás.
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En el debate general del Bundestag (Parlamento alemán), Merkel ha dejado claro que se mantendrá firme.
Y es justamente esa posición de vanguardia, esa fuerza, la que requiere el
momento. Al mismo tiempo se necesita un nivel operativo que funcione,
especialmente a escala de los estados federados. La presidenta del Estado de
Renania del Norte Westfalia, la socialdemócrata Hannelore Kraft, toda emoción y
comprensión, y su
homólogo bávaro, el socialcristiano Horst Seehofer, todo desdén, están demostrándoles
a los demás cómo se hacen las cosas. Se necesita independencia de la política
partidaria.
Hay, por si fuera poco, otra razón para el optimismo: Alemania se
libera, poco a poco, del corset de su rígida cultura del debate. Muy pocos se
habían preguntado hasta ahora qué viene tras la solidaria bienvenida inicial o
qué miedos asaltan a los alemanes de a pie. Hay que involucrar a los
ciudadanos, exige ahora la líder parlamentaria socialcristiana Gerda Hasselfeldt
en el Bundestag. Los partidos tienen que tomar en cuenta la realidad, no
negarla. Esta crisis de refugiados requiere un debate sin miedo a temas
tabúes. ¡Usted tiene razón, señora Hasselfeldt! No puede haber tabúes. Ese
será, como usted misma dice, el mejor instrumento contra el pensamiento de
extrema derecha.
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Asimismo, tiene razón la líder parlamentaria verde, Kathrin
Göring-Eckhardt, cuando dice que hay que empezar a discutir desde ya, cómo
manejará Alemania la visión del mundo de muchos refugiados musulmanes que “no
es la nuestra”. ¿Cómo podemos transmitirles lo que representa nuestra
Constitución? Se necesita una discusión sobre nuestros valores y leyes, para
compartirlos con “el otro”.
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Reconocer nuestros errores
Valioso es también el llamado de la política verde a reconocer
abiertamente nuestros errores. La política de asilo alemana ha fallado en
muchos aspectos en el pasado. Ahora mismo, uno de los problemas fundamentales
es la falta de funcionarios para procesar las solicitudes de asilo. Hay que
hallar soluciones a estos fallos.
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Para alivio nuestro constatamos, también, la certeza sobre la
estabilidad del sistema político alemán, pese a la reciente avalancha de
refugiados. En otros estados europeos, los partidos populistas reducen las
posibilidades de respuesta de la política. No es el caso de Alemania. La
llamada “Alternativa para Alemania” (AfD), nuestra variante del populismo de
derecha, no ha logrado imponerle su sello al debate actual.
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Elogios desde el exterior
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Y para rematar, Alemania recibe impulso simbólico desde el exterior, con
alabanzas editoriales incluidas. Mientras algunos alemanes se hunden en su
“German Angst” (el típico miedo alemán), otros ven que el país está dando un
positivo salto moral y confían en el liderazgo de Merkel.
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Pese a la complejidad de la actual situación, hay motivos suficientes
para confiar en que Alemania podrá lograrlo. Quizá, incluso, cuando se mire
atrás en el futuro, haya que decir que la crisis migratoria hizo de Alemania un
mejor país.
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