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lunes, 24 de octubre de 2011

Una causa noble y hermosa, pero tan lejana - Escribe Abraham Santibañez

Por Abraham Santibañez


Después del largo invierno de las protestas, parece que la primavera –o Halloween, tal vez- ha dado paso a un estallido de duras descalificaciones.

Lo más grave ha sido el intercambio de epítetos que siguió a la invasión de la sede santiaguina del Congreso Nacional. Recordemos que cerca de 60 manifestantes -entre estudiantes y activistas medioambientales- irrumpieron en una sala; gritaron a los parlamentarios, forcejearon con sus asesores y casi hacen caer al ministro Felipe Bulnes cuando fue obligado a abandonar el lugar. Pese a la violencia –es difícil precisar si solo fue verbal como creen algunos- el presidente del Senado optó por dialogar y no desalojar por la fuerza.

El primero en reaccionar fue el propio ministro Bulnes:

“Me parece lamentable que él (Girardi) no sea capaz de condenar los actos de violencia”, dijo, junto con señalar que “un grupo reducido de violentistas no nos va a apartar de nuestro trabajo”.

Agregó: “No lo coloca a la altura de cargo de presidente del Senado que él desempeña”.

Replico casi de inmediato el aludido:

“¿De qué altura me habla, si él no ha sido capaz de mantener el diálogo con los estudiantes?... Estar a la altura significa resolver los problemas que cada uno tiene encomendado”.

Los ataques no terminaron ahí.

En otro frente, otro ministro, el de Justicia, Teodoro Ribera, abrió otro flanco, esta vez lo que se ha interpretado como una amenaza nada velada contra los magistrados que no demuestren “mano dura”:

“Hay que tener en claro que también los jueces no son un tema exclusivo de los jueces, sino que también participan otros poderes del Estado; por eso, quien quiere llegar a la Corte de Apelaciones o a la Corte Suprema, obviamente tiene que ser un magistrado que sepa considerar adecuadamente los intereses individuales y los intereses colectivos”. El ministerio -cuando le corresponde participar en esas designaciones- “obviamente, que revisa la jurisprudencia, los criterios del juez, su moralidad pública y privada y los informes que han hecho sobre ellos las propias cortes”.

Pese a algunas precisiones posteriores, estas afirmaciones fueron rechazadas por los aludidos. La principal reacción correspondió al presidente de la Corte Suprema, ministro Milton Juica:

“Nos preocupa que esto se transforme en una campaña sistemática en contra de los jueces y que se afecte su independencia. Aceptamos las críticas, pero cuando a éstas se les agregan ciertas observaciones en el sentido de que vamos hacer tal cosa, eso nos preocupa. Deja de ser una crítica y es una hostilización”.

Estos intercambios no deberían resultar inusuales en una democracia. Pero el tono descalificador, en el ambiente que vive el país, hace temer una escalada peligrosa. Después de casi seis meses de violencia callejera, indudablemente mal manejada por el gobierno, en la semana se produjeron dos estallidos inesperados: el incidente en el Senado, en Santiago, y el desalojo de la Cámara de Diputados en Valparaíso, ordenado por su presidente Patricio Melero.

Ninguno de los dos episodios tuvo un final plenamente feliz. A partir de ese momento se generó un acalorado intercambio de acusaciones y descalificaciones.

En este enardecimiento, parecen muy lejanas algunas señales positivas generadas en lugares más conflictivos que nuestro país.

En España Eta, la organización terrorista vasca, finalmente anunció que deponía las armas. En medio Oriente se produjo un histórico intercambio de prisioneros palestinos por un soldado israelí Guilad Shalit, secuestrado por Hamas hace cinco años.

Nunca se sabe cuán definitivos son estos episodios. Pero es destacable que rivales que han recurrido a la violencia durante largo tiempo, sean capaces de llegar a acuerdos y salvar el recurso más valioso de cualquier país: las personas.

Sorprende que los chilenos, tan orgullosos de nuestro espíritu democrático no logremos acuerdos en temas complejos pero sobre los cuales existen consensos básicos. Por lo menos, así lo creímos cuando el propio Presidente Piñera se refirió a la campaña de los estudiantes como “una causa noble y hermosa”.

¿O era una frase solo para los titulares de la prensa?

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