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miércoles, 12 de octubre de 2011

HELMUT FRENZ: UN IMPRESCINDIBLE VUELVE A CHILE

Por Gabriel Sanhueza Suárez

El sábado pasado un amigo me contó que los restos de Helmut Frenz*, obispo luterano defensor inclaudicable de los derechos humanos bajo la dictadura, vendrán a Chile, país donde él quería ser enterrado. Sus cenizas descansarán en Villa Grimaldi**. Será entonces la oportunidad de hacerle un agradecimiento masivo a este héroe de la paz.

Me meto a la página web de la Embajada de Alemania en Santiago, para ver si puedo confirmar la noticia.

No encuentro nada, ni siquiera una línea de su deceso ocurrido en Alemania hace un mes. Menos aún un reconocimiento. Parece que no era muy querido por esos lares, tanto así que le negaron su pasaporte alemán argumentando que ya no tenía esa nacionalidad por haber recibido el 2007 la chilena, por especial gracia.

Helmut Frenz recibe por gracia la
 nacionalidad chilena
Conocí a Helmut en Concepción en 1970. Lo volví a encontrar en Santiago en la calle Santa Mónica, donde funcionaba el más tarde llamado Comité Pro Paz, que él presidía. Hasta ahí llegábamos a dejar informaciones sobre las violaciones a los derechos humanos que recogíamos en las poblaciones, para que fueran conocidas en el mundo. Camuflados como distribuidores de productos para los boliches, hoy elevados por nuestra siutiquería a la categoría de “minimarket”, nos movíamos con sigilo en una citroneta de origen dudoso y nos enterábamos de las atrocidades que los militares cometían en los barrios pobre de mí país.

En la noche, provistos de una máquina de escribir, de esas que aceptaban hojas de calco y donde te podías atrapar un dedo, redactábamos nuestros informes. De mañana partíamos a Santa Mónica, siempre repleta de personas tristes, sobre todo mujeres, en busca de un familiar desaparecido o de una esperanza de sacar fuera del país a un perseguido en peligro de muerte.

Eran tiempos de hablar, de caras empalidecidas por un terror oscuro, de manos trémulas. Pero era también un tiempo de gran solidaridad y valentía, de quienes, por ejemplo, nos cobijaban por días en sus casas humildes, cuando no teníamos domicilio fijo.

En esa atmosfera de terror, Frenz y el Comité Pro Paz, eran como un faro de esperanza y fortaleza. Las organizaciones de derechos humanos dicen hoy, que lograron salvar a unos siete mil chilenos.

Helmut era tuerto. Había perdido el ojo derecho siendo niño durante un bombardeo en Berlín. Podría decirse con justicia que tenía una visión de izquierda, amplia y profunda. Mucho más que todos aquellos, que con sus dos ojos bien puestos, preferían cerrarlos para no querer ver el terror que el golpe había desencadenado en este país.

*   Mi Vida Chilena. Editorial Lom. Santiago de Chile. 2006.

** Siniestro centro de tortura de la dictadura, donde fueron asesinados decenas de hombres y mujeres. Hoy convertido en un Parque de la Paz

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