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viernes, 14 de agosto de 2015

LEER DEL ARCHIVO DE KRADIARIO EL 10-9-2013-EDICIÓN N° 872-KRADIARIO


miércoles, 2 de octubre de 2013

¿QUÉ ES “LA FAMILIA MILITAR”?

Por Hugo Latorre Fuenzalida
La familia es un vínculo que tiene varios tipos de acepciones: afectivos, sanguíneos, conspirativos y volitivos.
Se habla, por parte de algunos militares,  de “la familia militar”.  Este término viene de esa especie de “hermandad” o agremiación en torno a algún coto institucional, formal o informal.

Uno podría entender que esos militares que usan este término para referirse a todo el personal  militar, más sus familias, lo hacen en un sentido de solidaridad entre ellos, de un acuerdo tácito, de un convencimiento no explícito de que entre toda esta gente se deben ciertas lealtades.

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Entre esas lealtades  hay correspondencia de deberes y hasta obligaciones: como preferir a un miembro de sus filas antes que otro que es externo o ajeno a la “familia militar”. Eso viene sucediendo de manera  discriminatoria desde que se instalaron en el poder. Aunque se practicaba una cierta preferencia desde mucho antes, pero de manera menos estricta y sesgada.
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Esa preferencia puede ser comprensible, y se da en muchas de las instituciones burocráticas: desde las médicas, las científicas, las artísticas, las políticas, etc., etc., donde usted verá repetirse los mismos apellidos y vínculos de familiaridad.  Pero el problema en esta “familia militar” radica en que esas lealtades se vinculan a una ideología  que viene siendo dominante al interior de las Fuerzas Armadas de Chile. Esa ideología impone una visión institucional tremendamente sesgada y, por tanto, peligrosa para la prevalencia de la democracia. La institucionalidad castrense debe su legitimidad a su subordinación a los poderes políticos democráticos de la Nación, formalizada en el poder del Estado. En ningún caso puede adoptar posturas extra estatales y de sesgo ideológico, pues desde el momento que asoma una vocación ideológica, se corre el riesgo de su intervencionismo anticonstitucional.
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No por otra razón las Fuerzas Armadas de Chile presentan una postura política tan tremendamente cargada a la derecha política, y en su postura más extremosa. Es cosa de hacer una encuesta  entre sus miembros y se verán los sesgos casi militantes de esta gente. Otro elemento a considerar, por su complejidad, es la perpetuación de este sesgo en las generaciones  en curso. La selección de los postulantes y los cadetes, así como los ascensos, además de contener una discriminación de clase y de etnias (los oficiales son de clase media y media alta; los suboficiales son de clase baja en su totalidad; por otra parte, no se ven apellidos nativos en la oficialidad), porta una continuidad “familiar”, es decir, es casi una rutina el que el cadete tal es hijo o sobrino del general tal o el coronel cual.
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Esta nueva generación “familiar” es indefectiblemente  portador del sesgo ideológico familiar y, por tanto, de las viejas lealtades reclamadas desde los tiempos en que se ejerció el poder total, y que se siguen aplicando hasta las generaciones actuales.
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Cuando se impone una dictadura sanguinaria, los implicados en los hechos de sangre tratan de protegerse hacia el futuro, entonces inventan estas especies de códigos de fidelidad (o pactos de silencio), tal cual lo hacen todas esas organizaciones que transgreden las normas básicas de la trasparencia en el poder. Lo vemos con la “familia de las mafias” de todo el Orbe. 
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Si uno revisa los expedientes de las asociaciones mafiosas que han surgido desde las filas militares, prontamente caerá en la cuenta que en el tráfico de armas y de otros “valores de mercado” han existido castigos mortales para quienes traicionan o no se someten. “Colonia Dignidad” es otra evidencia de “familia” asociada a los militares de entonces, que usó las mismas prácticas mafiosas y violadoras de derechos básicos y logró sobrevivir a muchos intentos de enjuiciamiento gracias a ese cruce de lealtades  con las Fuerzas Armadas y grupos de civiles, cuyo sesgo nazi-fascista es indesmentible.
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La eliminación de los testigos comprometedores ha sido otra práctica demostrada, como lo acredita el caso Berríos; también los atentados y asesinatos de hombres calificados como enemigos de la “familia”, debido a su insobornable fidelidad a la ley y la democracia (caso Leighton, Frei, Prats y Neruda).
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Entonces, si el término “familia militar” está siendo usado con esa carga de “prontuariedad delincuencial”, debieran ser las mismas Fuerzas Armadas quienes deberían prohibir a gente de sus filas, o quienes han pertenecido a ellas,  a usar ese término, pues pone en duda la recomposición democrática de las Fuerzas Armadas de Chile y la eliminación de la malévola infiltración de una ideología que contaminó a ese cuerpo  del Estado hasta el punto de  enfermar gravemente su condición moral y honorabilidad.
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Es hora de abordar con valentía los cambios al interior de las Fuerzas Armadas, para ponerlas al servicio de Chile, de la democracia y del futuro.

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