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martes, 10 de septiembre de 2013

10-9-2013-KRADIARIO-EDICIÓN N° 870
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EL DÍA QUE LOS PERIODISTAS PIDIERON PERDÓN 
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Por Luis Conejeros
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Algunos periodistas cometieron horrores. Ellos trabajaban para medios de comunicación que eran los dueños de las grabadoras y las cámaras. Otros eran quienes decidían el acceso a la pantalla y las rotativas.
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Dos fallos del tribunal de ética del Colegio de Periodistas probaron (a 33 años del golpe) el colaboracionismo de periodistas de diferentes medios con la DINA, informando crueles asesinatos como “enfrentamientos”.
El primer fallo fue “Montaje Rinconada de Maipú”.  Periodistas de TVN y Canal 13 mostraron “en vivo” un “enfrentamiento” inventado por la DINA para justificar la muerte por torturas de 6 detenidos en Villa Grimaldi. Algunos de los miembros de equipos de prensa incluso aconsejaron a los agentes de seguridad como ubicar los cuerpos y casquillos.
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El segundo, la prensa en la llamada “Operación Colombo”.  Montada en 1975 buscaba encubrir la desaparición de 119 personas. Se fabricaron incluso revistas apócrifas en Argentina y Brasil para servir de “fuentes de información” a los diarios chilenos. En este contexto La Segunda publicó el tristemente célebre titular de portada “Exterminados como ratones”.
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Aquí fueron sancionados periodistas de El Mercurio y los directores de La Tercera y Las Últimas Noticias. Entre ellos estaba el presidente del Colegio de Periodistas de la época. En 2007 el director de La Segunda ya estaba fallecido y nunca fue observado éticamente por sus colegas en forma oficial.
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En estos fallos, el tribunal de ética nos sugirió a los dirigentes del Colegio de Periodistas en 2007 pedir perdón a los familiares de las víctimas, que además del dolor y la pérdida, debieron sufrir durante años la afrenta de una prensa agresiva, mentirosa y humillante.
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Más de un año pasó para que los fallos de primera instancia quedaran a firme, tiempo suficiente para producir un amplio debate sobre el perdón institucional.
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Finalmente, ese 21 de junio de 2008, cumplimos con el mandato del Tribunal de Ética y en una ceremonia citada especialmente, pedimos perdón.
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Dijimos que llegábamos a ese acto de perdón con un profundo dolor por el daño causado y también con dolor por quienes lo causaron. Al fin y al cabo eran o son nuestros colegas, eran o son parte de la Orden, eran quizás quienes más requerían de una claridad, un compromiso y una voluntad que como gremio -dijo el tribunal- no tuvimos. Los periodistas fallamos cuando más nos necesitaban.
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Dijimos también que en el caso del periodismo, quien mira para el lado, quien abandona su rol de servicio, quien olvida su deber de solidaridad y verdad, abandona la esencia, la base y el fundamento de nuestra profesión. Y qué duda cabe que durante la dictadura algunos de los nuestros dejaron de servir al periodismo, a la verdad y a la humanidad.
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En la “Comisión Verdad y Periodismo”,  el Colegio de Periodistas estableció que entre 1976 y 1986 fue política editorial de la prensa chilena evitar el tratamiento periodístico del tema de los derechos humanos. Los mismos periodistas que declararon en estos sumarios señalan que era política editorial de sus medios no chequear la información oficial, reproducirla sin cuestionar.
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Las excepciones obvias estuvieron en la prensa opositora al régimen militar, APSI, Análisis, Fortín, Cauce, La Época y las radios Cooperativa, Chilena, Santiago.
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Es ridículo señalar hoy que la prensa opositora a la dictadura pudo existir porque otros fueron obsecuentes o simplemente partidarios del horror. La mala justificación se constituye como una ofensa a la inteligencia colectiva.
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No se humilla quien reconoce error. Y a mi juicio se empequeñecen aquellos que después de tantos años continúan pidiendo cuentas a todos, siendo fiscales de todo, sin sacar la tierra de debajo de su propia alfombra. La reconciliación y el reencuentro pasan por gestos que no se pueden exigir, que deben nacer del alma y del corazón, y que seguimos esperando.
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Los periodistas y los medios nos sentimos autorizados a pedir cuentas a todos, a exigir transparencia a todos, a inmiscuirnos en la vida de todos. Lamentablemente aún no se ven con la frecuencia que debiera nuestras propias cuentas públicas, la cuentas de los medios, los defensores del lector y del auditor. Aún no observamos una actitud socialmente responsable de rendición de cuentas en la prensa chilena.
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Nada en Chile, creo, podía prevenirnos en los 70 del horror que cubrió el país y que tiñó también a la prensa. Sin embargo, los actos de perdón, tan de moda las últimas semanas, tienen la virtud de ir haciendo patente lo impresentable que es haber sido parte o partidario de un gobierno de facto, brutal e inhumano.
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Nada puede reparar a las víctimas. Pero un consenso amplio sobre lo injustificable de apoyar el atropello a los derechos humanos, incluso siendo un “cómplice pasivo” como dice Sebastián Piñera, puede ser una buena prevención hacia el futuro.
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El sentido de pedir perdón es un compromiso con el nunca más, para que las futuras generaciones puedan comprometerse más profundamente con la verdad y la paz.

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