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jueves, 15 de noviembre de 2012

LA CORRUPCIÓN EN ARGENTINA

Por Daniel Muchnik (*)

Los analistas de la opinión pública, que viven haciendo sondeos y conservan estadísticas confirman que en la Argentina la corrupción en el Estado importa poco, o no es tomada en cuenta, en especial cuando la población vive una etapa de consumo satisfactorio. Cuando la economía se deteriora, los salarios disminuyen y el consumo desaparece, la población, mayoritariamente, en todas sus manifestaciones, abomina de la corrupción.

Conviene analizar el fenómeno. Cuando hablamos de corrupción nos referimos a la pública (aunque la privada también corre en paralelo) y consiste en apropiarse de los fondos públicos a través de distintos mecanismos. Es un ilícito de extrema gravedad porque dinamita la credibilidad y la estabilidad de un país. Fomenta el descreimiento. Y seca los recursos disponibles para obras de significado social. Hay una larga tradición de corrupción en la Argentina, con casos más o menos graves, de acuerdo con las circunstancias.

Los proveedores de los Ejércitos en distintas campañas, las del Desierto y la de la guerra del Paraguay facturaron de más con anuencia de los oficiales encargados de las compras y los que los autorizaban desde los Ministerios. En 1890 cayó un presidente de la Nación, Miguel Juárez Celman, arrinconado por denuncias serias y fundamentadas de corrupción. Tras ello hubo vacío de poder político y se debió sortear el primer gran default externo del país, el que fue solucionados 10 años después. En el medio también corrió la sangre con la Rebelión del Parque, a partir de la cual nació una opción polìtica muy distinta a la de la clase dominante que gobernaba. En la década del treinta del siglo veinte distintos actos de corrupción impactaron en los partidos oficialistas como en los opositores. Fue el tiempo en el que se lució Lisandro de la Torre con sus denuncias a los negociados de los frigoríficos extranjeros con anuencia oficial. Perón en la segunda presidencia tuvo que cargar con serias acusaciones, que involucraron a su círculo más estrecho..

La puesta en marcha de las grandes obras públicas entraron en el ranking del despojo. Participaron militares, civiles y empresarios. Y con Menem se llegó al pico máximo. Desde los inicios de su primer mandato se divulgaron operaciones increíblemente nefastas para el erario público.

Con la corrupción del menemato, descripta con informaciones muy precisas por investigaciones periodísticas en diarios y en libros (que tuvieron gran tiraje) se puso en evidencia la fórmula aquella de que el consumo consagrado gana conciencias, como dicen los expertos. Porque Menem ganó su segundo mandato por mayoría en 1995 y volvió a ser votado por 4 millones y medio de ciudadanos, en 2003, en medio del colapso, con la esperanza de volver a los milagros pocos serios de la Convertibilidad.

Existe una tabla mundial que registra la marcha de la corrupción en el mundo. Es elaborado por Trasparencia Internacional, un organismo no gubernamental que tiene sede en Berlín. En 2011 demostró que en dos tercios de los 182 países donde se investigó hay distintos grados de corrupción pública y privada. Hay naciones donde la corrupción no existe, especialmente en el norte de Europa, en Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia, lo mismo que en Nueva Zelanda y en Singapur. Se considera a Venezuela el país más corrupto de Amèrica Latina, seguido de Paraguay. Los más limpios son Chile y Uruguay. La Argentina está en la zona negra.. la vigilancia de lo que aquí pasa también es interna porque está a cargo de la Oficina Anticorrupción y la Auditoría General de la Nación.

La puesta en la evidencia de estas ilegalidades sigue estando en manos del periodismo. Pero la consigna del kirchnerismo y del cristinismo es considerar que el periodismo hace daño y que sólo se encarga de crear un clima de desasosiego en la población. La contracara es Brasil donde la presidenta Dilma Roussef se desprendió de siete ministros que el periodismo demostró participaban de la corrupción. Y viene siendo una firme defensora de la independencia de la Justicia que ha aplicado penas graves de prisión a la vieja cúpula del Partido de los Trabajadores, en donde nació el liderazgo del expresidentes Lula. Esos hombres, de jerarquizada participación en las gestiones de Lula, participaron del llamado “Mensalao”, un manejo perverso de u$s 76 millones para comprar voluntades y votos en el Parlamento, donde Lula no tenía la mayoría.

Como se ve, el proceso en Brasil es distinto al de la Argentina. Porque el país ya es potencia, le va todo bastante bien, pero igualmente trata de criminalizar a la corrupción.

(*) Periodista, Diario El Cronista Comercial

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