GATO PREMIADO
Por Abraham Santibañez
Con “casi 70” azarosos años de vida profesional, Alberto (Gato) Gamboa no ha ganado el Premio Nacional de Periodismo. Ha sido propuesto en más de una ocasión. Pero nada. Se puede suponer que hay razones de todo tipo, incluso políticas.
En lo personal, sospecho que el jurado es el problema. Sólo cuenta con un periodista entre sus miembros: el último galardonado. En cambio, un jurado de “pares” acaba de votar abrumadoramente por Gamboa y le concedió el Premio Bicentenario “Camilo Henríquez” establecido por el Colegio de Periodistas.
Vía electrónica, cientos de colegiados emitieron su voto en todo el país y el miércoles 11 de julio, aniversario de la creación del Colegio, le dieron este reconocimiento por su “trayectoria profesional”.
Hay quienes no le tienen afecto al “Gato” Gamboa. No han olvidado que dirigió Clarín, marcado por un sesgo popular que en los años 60 podía resultar ofensivo. “Cuando tu haces diarios populares, lo único que piensas es ser gracioso”, confesó en el libro “Las siete vidas...”. Pero ese mismo diario tuvo la más alta circulación en toda la historia chilena. Eso explica que, en un momento muy amargo, en 1973, cuando viajaba entre Antofagasta y el campo de concentración de Chacabuco, Mario Kreutzberger (Don Francisco) se acercara afectuosamente a Gamboa. Lo contó el mismo en su libro “Un viaje por el Infierno”. Lo consideró una inolvidable señal de aprecio.
Tampoco olvidan –amigos o no- los titulares periodísticos pergeñados por Gamboa. El más famoso debe ser, sin duda, el de Fortín Mapocho luego del plebiscito de 1988: “Corrió solo y llegó segundo”. Y hay más porque este Gato, además de siete vidas, goza de un inagotable ingenio.
Aunque para este premio había cuatro postulantes, la lucha se libró fundamentalmente entre Gamboa, y Enrique Ramírez Capello. (Los otros dos eran Iván Cienfuegos y Salvador Schwartzmann). Ramírez, de indudables méritos como periodista y como formador de periodistas, está postrado desde hace un año y medio. Fue víctima de una gravísima negligencia médica. Sus colegas, sus amigos y sus discípulos, propusieron su nombre como una manera de alentarlo en su recuperación. Tuvo una muy buena votación. Pero no logró superar a Gamboa.
El miércoles pasado se entregó el galardón en una ceremonia en la sede santiaguina del Congreso Nacional. Junto con el aniversario del Colegio de Periodistas, se celebraron los 200 años de la Aurora de Chile. Se colmó el salón de la Cámara de Diputados. Pero no llegó autoridad alguna.
Es que, creo yo, el Gato está en las antípodas de quienes, aunque defienden de los dientes para afuera la libertad de expresión, cuentan con funcionarios que, ante una pregunta incómoda, no vacilan en tapar el lente de una cámara o desenchufar un micrófono.
Camilo Henríquez, que llegó a ser censurado en su trabajo periodístico, anticipaba estos problemas. Fue él quien dijo: “Quitadme todas las libertades, pero dejadme las de pensar y escribir”.
Es lo que ha hecho toda su vida el Gato Gamboa. La semana que se inicia hoy martes, pondrá a prueba la voluntad política de los legisladores, especialmente los de RN y la UDI.
En lo personal, sospecho que el jurado es el problema. Sólo cuenta con un periodista entre sus miembros: el último galardonado. En cambio, un jurado de “pares” acaba de votar abrumadoramente por Gamboa y le concedió el Premio Bicentenario “Camilo Henríquez” establecido por el Colegio de Periodistas.
Vía electrónica, cientos de colegiados emitieron su voto en todo el país y el miércoles 11 de julio, aniversario de la creación del Colegio, le dieron este reconocimiento por su “trayectoria profesional”.
Hay quienes no le tienen afecto al “Gato” Gamboa. No han olvidado que dirigió Clarín, marcado por un sesgo popular que en los años 60 podía resultar ofensivo. “Cuando tu haces diarios populares, lo único que piensas es ser gracioso”, confesó en el libro “Las siete vidas...”. Pero ese mismo diario tuvo la más alta circulación en toda la historia chilena. Eso explica que, en un momento muy amargo, en 1973, cuando viajaba entre Antofagasta y el campo de concentración de Chacabuco, Mario Kreutzberger (Don Francisco) se acercara afectuosamente a Gamboa. Lo contó el mismo en su libro “Un viaje por el Infierno”. Lo consideró una inolvidable señal de aprecio.
Tampoco olvidan –amigos o no- los titulares periodísticos pergeñados por Gamboa. El más famoso debe ser, sin duda, el de Fortín Mapocho luego del plebiscito de 1988: “Corrió solo y llegó segundo”. Y hay más porque este Gato, además de siete vidas, goza de un inagotable ingenio.
Aunque para este premio había cuatro postulantes, la lucha se libró fundamentalmente entre Gamboa, y Enrique Ramírez Capello. (Los otros dos eran Iván Cienfuegos y Salvador Schwartzmann). Ramírez, de indudables méritos como periodista y como formador de periodistas, está postrado desde hace un año y medio. Fue víctima de una gravísima negligencia médica. Sus colegas, sus amigos y sus discípulos, propusieron su nombre como una manera de alentarlo en su recuperación. Tuvo una muy buena votación. Pero no logró superar a Gamboa.
El miércoles pasado se entregó el galardón en una ceremonia en la sede santiaguina del Congreso Nacional. Junto con el aniversario del Colegio de Periodistas, se celebraron los 200 años de la Aurora de Chile. Se colmó el salón de la Cámara de Diputados. Pero no llegó autoridad alguna.
Es que, creo yo, el Gato está en las antípodas de quienes, aunque defienden de los dientes para afuera la libertad de expresión, cuentan con funcionarios que, ante una pregunta incómoda, no vacilan en tapar el lente de una cámara o desenchufar un micrófono.
Camilo Henríquez, que llegó a ser censurado en su trabajo periodístico, anticipaba estos problemas. Fue él quien dijo: “Quitadme todas las libertades, pero dejadme las de pensar y escribir”.
Es lo que ha hecho toda su vida el Gato Gamboa. La semana que se inicia hoy martes, pondrá a prueba la voluntad política de los legisladores, especialmente los de RN y la UDI.
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