kradiario.cl

domingo, 9 de enero de 2011

Otro Mundo

Por Hugo Latorre Fuenzalida

Desde las teorías de la escasez del factor de la tierra, que planteaba la reducción demográfica por hambre, de Thomas Malthus (1798) “Ensayo sobre el principio de la población”, hasta la declaración del Club de Roma (1972), llamado “Los límites del crecimiento”, el mundo comienza a tomar una relativa conciencia del problema de la escasez de recursos que puede afectar a la humanidad, derivando en enormes procesos de inestabilidad y crisis.

Thomas Malthus
Lo que anunció Malthus en el siglo XVIII, no se cumplió según sus predicciones, pues no alcanzó a ver en profundidad las consecuencias de la Revolución Industrial, que potenció enormemente la producción, al igual que subestimo la capacidad productiva de los suelos agrícolas y de la aplicación del conocimiento a la explotación productiva (dominio de la genética vegetal, fertilización de tierras, plaguicidas. Etc.

Los sabios de Roma, parece que también subestimaron al cambio tecnológico, por lo que precipitaron un juicio que a mediano plazo no resultó tan cierto. Claro que no sabían que ya estaba en curso una gran crisis del capitalismo mundial, que deprimiría el consumo del mundo desarrollado casi por una década, y del mundo pobre por cuatro décadas más; que se produciría un cambio sustancial en el componente calórico industrial por unidad de producción, mediante la incorporación de nuevos materiales y de nuevos procesos de producción menos dispendiosos en uso de combustibles fósiles. Es lo que se llamó la cuarta revolución tecnológica: expansión del motor a combustión interna, tecnología del automóvil, de la aviación, de la química, de los microprocesadores, de la telemática, televisión, biotecnología, la revolución verde, energía nuclear, medicina y farmacología, etc.

Sin embargo, a largo plazo, los riesgos anunciados, están amenazando con volver por sus fueros. El capitalismo mundial nunca se ha recuperado del todo de esa enorme crisis de los años 70 y 80, excepto la parte asiática de la economía, que viene expandiéndose a tasas elevadas desde hace más de 30 años. Si uno saca de las estadísticas económicas al mundo asiático de reciente desarrollo, veremos que el Occidente industrializado permanece en estado crítico, con excepciones contadas y por períodos cortos de recuperación.

Claro que los asiáticos han tenido también sus crisis, pero la han sabido manejar bastante mejor que Occidente y son, por ahora el gran motor de la economía mundial.
El mundo es propiedad de los capitalistas

Justamente el problema pasa por ese desarrollo acelerado del mundo asiático, pues si bien está sirviendo para que la economía mundo no colapse, está generando, por ser una etapa joven del desarrollo, una gran demanda de materias primas y de alimentos. Los asiáticos siguen un modelo que se aproxima más al neokeynesiano que al modelo neoliberal, por tanto mantienen una estrategia de doble desarrollo: del mercado de exportación y del mercado de consumo interno de manera paralela. Esto hace que la población asiática acostumbrada a niveles de consumo diez veces inferior a las de un occidental (consumo calórico percápita de un norteamericano), comienza ahora a incorporar patrones de consumo más parecidos al de un hombre de Occidente. Lo grave es que allá se encuentra la mitad de la población del mundo, ubicada entre los habitantes del planeta con bajo consumo. Y ahora comienzan a demandar intensivamente los artículos que eran muy propios de una sociedad enriquecida.

Entonces ahora es que aquello que pronosticó Malthus y el Club de Roma comienza a parecer creíble. Antes de la crisis financiera del 2008-2009, la demanda de productos desde el mundo asiático era tan fantástica que ya estaba comenzando a plantearse una escasez de alimento y un encarecimiento de una serie de materias primas, entre ellos el petróleo y nuestro amado (pero enajenado) cobre. Es verdad que estas crisis sucesivas del capitalismo mundial (se han detectado más de 40 crisis desde los años 80), generan frenos a los procesos de demanda e inversión que vienen en curso, pero las tendencias a mediano y largo plazo es que 
Teoría básica de Malthus
sigan la del crecimiento en ciertas áreas y la de decrecimiento en otras. De hecho, Asia no ceja en su afán de alcanzar un desarrollo expansivo y acelerado; América Latina, por otra parte, vive la bonanza del precio de sus materias primas, pero carece de una propuesta de desarrollo que pueda alimentar esperanzas de crecimiento estable a largo plazo.

Resumiendo, podemos señalar entonces que esa mitad de la población del mundo que hasta hace un par de décadas fue tercermundista, retrasada y viviendo en el subconsumo, hoy se lanza a la caza de su espacio en el desarrollo y creará problemas enormes al ya afligido y depauperado Planeta.

Si esa masa enorme de población entrase a consumir a niveles que no sea más de la mitad de los que los hace un hombre del Occidente desarrollado, los recursos del Planeta colapsarían y la ecología también. En esto, Malthus tenía razón. Puesto que la tecnología agrícola había resuelto temporalmente una demanda creciente de una población que se incorporaba de manera vegetativa, pero cuya mayoría permanecía en niveles de consumo muy bajo. Ahora la población crece menos rápidamente pero aumenta su nivel percápita de consumo, lo que finalmente se traduce en lo mismo.

Revolución del conocimiento

En consecuencia, o el mundo produce una gran revolución tecnoproductiva, un gran cambio civilizatorio en los estilos de producir y consumir o simplemente entra en crisis a corto plazo. Pero una crisis severa de recursos, a lo que colaborará el cambio climático con sus grandes trastornos y deterioro en el patrimonio productivo de la humanidad: quema, de bosques, tala, desertificación, inundaciones, enfermedades, plagas, etc.

Es cierto que la revolución del conocimiento y el desarrollo acelerado de las tecnologías de todo tipo seguirán y aportarán grandes soluciones, pero, al parecer, la etapa de crisis de escasez no se logrará evitar a tiempo, lo que obliga a plantearse un cambio de estilo de vida.

Es probable, entonces, que volvamos a esquemas de consumo mucho más austeros y comencemos a ser felices con menos cosas y más conciencia, con más saber y menos tener, con más solidaridad y menos individualismo.

Ondas electromagnéticas
En la década de los 70 se planteaba un sistema de organización social sustentado en el “comunitarismo”, y este sistema (que es muy diferente al comunismo), se sustentaba en un postulado esencial: la mística de la vida sencilla.

Tal vez esté llegando la hora de revisar nuestra loca carrera hacia el desastre y comencemos a mirar la vida desde una perspectiva des SER y no del Tener.

Hasta ahora hemos vivido en nuestro mundo industrial y productivista un total “OLVIDO DEL SER” . aplastado por el imperio de LAS COSAS.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario