Por Martín Poblete

Siempre se los ha considerado individuos cuyo negocio es vender su capacidad de combate en guerras y conflictos armados por elevadas sumas de dinero. En la Antigüedad era por monedas de oro y plata.   

Tienden a carecer de una estructura propiamente militar, funcionan en torno a un jefe aceptado como tal por sus dotes de liderazgo en el campo de batalla, ese líder es el encargado de negociar el mejor trato posible, las oficia de intermediario entre los mercenarios y el régimen dispuesto a pagar por sus servicios, sus lealtades son con el líder y consigo mismos, su disciplina en combate cuestionable, su confiabilidad dudosa.

Los generales romanos del período final de la República prescindieron de los servicios de tropas mercenarias, sus legiones eran ejércitos de ciudadanos leales a Roma, así lo entendieron Lucius Cornelius Sulla, y Gaius Julia mejor conocido por Julio César.

Los débiles reinos surgidos después de la disolución del Imperio Carolingio (Sacro Imperio Romano Germánico) a lo sumo tenían guardias reales, los señores feudales reclutaban sus propios guardias entre quienes los servían en sus territorios.   

Los mercenarios reaparecen en las guerras de religión posteriores al estallido de la Reforma luterana, algunos de sus líderes alcanzaron considerable notoriedad destacando el italiano Bartolomeo Colleoni «il condottiero»; los atroces abusos y crímenes cometidos por las tropas mercenarias, fueron un factor importante en poner fin a esas guerras en la Paz de Westphalia (1648).

Las guerras de expansión imperial de España en Europa tuvieron el protagonismo del Tercio Real, fuerza militar integrada por súbditos de  la Corona española. 

Las guerras napoleónicas las pelearon ejércitos de súbditos leales a los imperios y reinos involucrados.  Las dos guerras mundiales en la primera mitad del Siglo XX tuvieron de protagonistas a ejércitos nacionales.

Sin embargo, hay una situación nunca debidamente aclarada. Entre 1940-41, Charles Lee Chennault, un general retirado de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, reclutó oficiales y personal para formar un grupo de combate aéreo llamado The Flying Tigers / Los Tigres Voladores, cuya finalidad era combatir contra la fuerza de ocupación japonesa en Birmania, en el marco de la operación encabezada por el Ejército Británico de India con el apoyo de Estados Unidos; el General Chennault y su gente se condujeron con distinción, destruyeron más de trescientos aviones japoneses, pero nunca se aclaró quienes habían sido responsables de su presencia en ese teatro de operaciones, ni menos quienes los habían financiado.

Un par de vueltas a la manivela de la moviola, estamos en el Siglo XXI.    Desde hace aproximadamente cinco años, Rusia en cuanto estado-nación ha estado involucrada en intervenciones militares en África Subsahariana, esas intervenciones las ha ejecutado un grupo militar mercenario llamado Wagner; como hace cinco siglos lo fue Bartolomeo Colleoni, dicho grupo tiene un jefe indiscutido Yevgeny Prigozhyn (foto derecha).

Debemos asumir que fue él quien negoció con Vladimir Putin el traslado del Grupo Wagner al frente de operaciones militares en el marco de la invasión rusa de Ucrania.   Proveniente de fuentes de variada confiabilidad, se han recibido informaciones de graves violaciones a los derechos humanos y gruesos crímenes de lesa humanidad cometidos en territorios bajo control de la mencionada fuerza mercenaria, se habla de abusos y actos de extrema crueldad contra población civil indefensa.   Prygozhyn se ha caracterizado por bombásticas declaraciones carentes de base en la realidad.

Prygozhyn y su patrón Putin

Dicen algunas fuentes que el Grupo Wagner intentó marchar hacia Moscú, pero nada está comprobado.

Recientemente, el Grupo Wagner y su líder intentaron marchar  hacia Moscú, se presume con intenciones de remover del poder a Vladimir Putin, pero esta ni otras especulaciones han sido posible confirmar, como se lo mire un caso típico de la falta de confiabilidad característica de mercenarios. 

 Se dice que Prygozhyn y su gente serían recibidos en Bielorrusia por el dictador Alexander Lukashenko, recibirían cuarteles actualmente desocupados dónde instalarse.   

De concretarse tal maniobra, sería una amenaza directa a Ucrania desde el norte, y también a Polonia desde el noreste, un claro agravamiento de las tensiones  con implicancias de abrir un nuevo frente en esa prolongada guerra.