Un informe de la Universidad de Brown (universidad privada estadounidense localizada en Providence, en el estado de Rhode Island), computa las víctimas directas e indirectas provocadas por la guerra contra el terrorismo en Afganistán, Irak, Libia, Pakistán, Somalia, Siria y Yemen
La guerra contra el terrorismo iniciada tras el 11S podría haber provocado al menos 4,5 millones de muertes en una media docena de países, según un informe publicado a principios de mayo por la entidad académica que estudia los costes, víctimas y consecuencias de una guerra en la que bombas y balas siguen matando e hiriendo a personas en multitud de naciones.
El nuevo informe del proyecto Costs of War (Los costes de la guerra) del Instituto Watson de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Brown demuestra que “la muerte sobrevive a la guerra”, y lo hace basándose en el cómputo de muertes indirectas provocadas por la guerra contra el terrorismo en Afganistán, Irak, Libia, Pakistán, Somalia, Siria y Yemen.
“En lugares como Afganistán, resulta imperioso preguntarse si hoy en día hay alguna muerte que no esté relacionada con la guerra –declara Stephanie Savell, codirectora de Costs of War y autora del informe–. Las guerras a menudo matan a más personas de forma indirecta que en combate directo, sobre todo a niños pequeños”.
La publicación “examina las investigaciones más recientes para analizar las relaciones causales que han provocado entre 3,6 y 3,7 millones de muertes indirectas en las zonas sumidas en guerra tras el 11-S”, si bien “el número total de víctimas mortales en estas zonas de guerra podría ser de al menos 4,5 o 4,6 millones, cifra que continúa en aumento, aunque los datos exactos de muertes siguen sin conocerse”.
Como destaca The Washington Post, el primero en informar sobre el análisis, desde 2010, un equipo de 50 académicos, especialistas en derecho, profesionales del campo de los derechos humanos y médicos que participan en el proyecto Costs of War han llevado sus propios cálculos. De acuerdo con sus últimas estimaciones, más de 906.000 personas (entre ellas, 387.000 civiles) murieron de forma directa en las guerras iniciadas tras el 11-S. Otros 38 millones se han visto desplazados o convertidos en refugiados. El gobierno federal de Estados Unidos, entretanto, lleva más de ocho billones de dólares invertidos en estas guerras, señala el informe.
Sin embargo, Savell afirma que, según la investigación, hay muchísimas más personas, sobre todo menores y miembros de las poblaciones más empobrecidas y marginadas, que han muerto por los efectos de la guerra: aumento de la pobreza, inseguridad alimentaria, contaminación del medioambiente, el trauma generado por la violencia y la destrucción de infraestructuras públicas y sanitarias, junto con la de la propiedad privada y los medios de subsistencia.
Como indica el informe, “la inmensa mayoría de muertes indirectas que provoca la guerra se producen por desnutrición, por problemas relacionados con el embarazo o el parto y por multitud de enfermedades, tanto de tipo infeccioso como no contagiosas, como el cáncer”.
Un estudio del año 2012 halló que más de la mitad de los bebés nacidos en la ciudad iraquí de Faluya entre 2007 y 2010 tenían malformaciones congénitas. Entre las mujeres embarazadas que participaron en el estudio, más del 45 % sufrieron abortos espontáneos en los dos años posteriores a los ataques estadounidenses a Faluya en 2004. Las lecturas que realizan los contadores Geiger en áreas contaminadas con uranio empobrecido, en zonas urbanas iraquíes con gran densidad de población, muestran sistemáticamente niveles de radiación que son entre 1.000 y 1.900 veces más altos de lo normal.
Asimismo, el estudio ha revelado que algunas muertes “también son consecuencia de lesiones provocadas por la destrucción de infraestructura que genera la guerra, como las de las señales de tráfico, y por las repercusiones del trauma y la violencia interpersonal”.
Savell indica que “las partes beligerantes que dañan infraestructuras y afectan a la salud de la población tienen la responsabilidad moral de ofrecer asistencia rápida y eficaz y reparaciones”.
“El gobierno de Estados Unidos, aunque no sea el único responsable de los daños, tiene la importante obligación de invertir en ayuda humanitaria y en la reconstrucción de las zonas donde iniciaron guerras tras el 11-S –añade–. El gobierno estadounidense podría hacer mucho más de lo que está haciendo para cumplir con esa responsabilidad”.
(*) Los atentados contra las Torres Gemelas en Estados Unidos fueron una serie de cuatro ataques terroristas suicidas cometidos en la mañana del martes 11 de septiembre de 2001, por el grupo terrorista Al Qaeda que dejaron un saldo de 3.000 muertos y 25 000 heridos. Aporte de la agencia Other News de Roma.
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