OPINIÓN DE CARLOS PEÑA
Por Carlos Peña
EL DISCRETO ENCANTO DE LA BURGUESÍA
Por Carlos Peña
Una foto de la visita que la Presidenta hizo al CEP (y que
La Segunda, fiel a la inevitable malignidad del oficio periodístico, puso ese
mismo día en portada) la muestra bromeando, condescendiendo, haciendo un gesto
simpático, rodeada por los empresarios, como si ella y ellos fueran viejos
amigos, cómplices de un juego que compartirían y del que todos los demás
estarían ausentes.
Los empresarios la rodean. La Presidenta organiza su
gestualidad en torno a ellos.
Esa foto (y otras que ese diario puso como en un álbum)
expuso visualmente la estructura más íntima de la sociedad chilena. El discreto
encanto de la riqueza, capaz de atraer, como un imán, a quienes ejercen el
poder del Estado (lo que prueba, diría Marx, que este último tiene mucho de formal,
de superestructura). Fue casi el Gobierno en pleno el que, con el pretexto del
aniversario del CEP, acudió a reunirse con ese grupo de personas que no están
igualadas ni por el linaje ni por el saber, sino por el dinero y su oposición
al Gobierno.
Por supuesto no tiene nada de malo que un gobierno de
centroizquierda, comprometido con la igualdad, se reúna con un grupo de
empresarios ricos, incluso si son opositores férreos. Eso es parte de la
democracia, del deber ciudadano de confrontar ideas y debatir. El problema es
hacerlo consintiendo una puesta en escena que -a estas alturas, después de
tanto espesor retórico de sus intelectuales y luego de la férrea oposición que
esos empresarios han hecho al Gobierno- se asemeja simbólicamente, sonrisas y
chistes incluidos, a prosternarse. Antes de autorizar la visita y las fotos de
la Presidenta (rodeada por ese remedo de corte que se comportaba como siguiendo
un guión), los asesores comunicacionales debieran haber releído esas páginas en
las que Habermas describe la publicidad representativa o feudal: los actos
mediante los cuales se escenifica el aura del poder. Eso fue el encuentro de la
Presidenta en el CEP: una forma de escenificar, de hacer palpable el aura del
poder, solo que en este caso se trató del poder de los anfitriones, y no de la
invitada.
Si alguien creyó que la frase "los poderosos de
siempre" había quedado atrás, se equivoca: este acontecimiento (no la
visita, no la conversación, no el diálogo, sino la puesta en escena que las
fotos inmortalizaron) la hace irrefutable.
A lo anterior se suman las contradicciones del encuentro.
Entre las significaciones de lo público (esa dimensión que
el Gobierno promueve), una de las más obvias alude a lo que está a la vista de
todos. Público es así lo que se expone y privado lo que se oculta; público es
lo transparente, privado lo opaco ¿Habrá contradicción mayor que realizar una
conversación sobre temas de gobierno, en un think tank donde se ejercita la
razón pública, cuidando que todo ello ocurra, no obstante, en medio de la
opacidad?
Los infidentes relatan que la Presidenta explicó al
auditorio que uno de los objetivos subyacentes al programa gubernamental era
"disminuir la distancia entre las élites y la ciudadanía". La frase es
sorprendente, porque una élite cercana es casi una contradicción en los
términos y suena como hierro de madera o como hielo ardiente. Y el esfuerzo por
disminuir la distancia entre las élites y la ciudadanía resulta absurdo si,
como es el caso, comienza contribuyendo a que las élites sigan ejecutando las
prácticas (como esa reunión de empresarios visitados por el Gobierno) que les
ayudan a ser lo que son: élites.
Y es que el discreto encanto de la burguesía consiste en
eso: esa distancia que a punta de sonrisas parece achicarse, pero que en verdad
se ensancha; esa familiaridad que parece cercanía, pero que es simple
condescendencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario