OPINIÓN DEL EDITOR
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¿VA CUESTA ARRIBA LA NUEVA CONSTITUCIÓN O ES SÓLO UNA NUEVA
PROMESA QUE NO TIENE FUTURO?
Por Walter Krohne
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No es nada fácil
gobernar un país, especialmente uno con tantos problemas diversos y complejos como
es Chile, pero tampoco es fácil hacer un anuncio top en campaña y luego estirar
su gestión o tramitación hasta el punto en que la iniciativa se autodestruya en
mil pedazos porque se ha proyectado sobre una ruta técnica y humana equivocadas y un plazo demasiado extendido,
aunque espectacularmente hábil en lo político.
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Esto es más o menos lo que queda del formal anuncio anoche
de la Presidenta Michel Bachelet frente
a su promesa de dotar al país de una nueva Constitución para reemplazar a la
actual que es pinochetista y, por lo tanto, escasamente democrática.
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"Chile necesita una nueva y mejor Constitución, nacida
en democracia y que exprese la voluntad popular. Una legítima y respetada por
todos, que la conviertan en un motor de unidad nacional. Eso ha sido lo que
consistentemente ha venido demandando la ciudadanía y es uno de los principales
compromisos por el que fui elegida", aseguró la Presidenta en su discurso.
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Y realmente fue uno de los pilares principales de sus
reformas: Tributaria, educacional y nueva Constitución. De las tres parece que
no veremos ninguna totalmente completada en este período, porque la primera
está sometida a un proceso de revisión y seguramente habrá que reformularla al final para que el pago de tributos se
“amalgame” con la situación económica real de Chile y que en el futuro, por la
baja del precio del cobre, la menor productividad y la amenaza de la inflación y el desempleo,
no parece que ésta mejorará en el futuro
próximo.
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La segunda, la reforma educacional, tiene aspectos sin pies ni cabeza, sin
vislumbrarse claridad en la cuestión de
la gratuidad y menos el tema de la
calidad y, la tercera gran promesa de Bachelet, la constitucional, quedará para 2018.
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¿Para qué nos preocupamos entonces si, bien o mal, están
todas las reformas ya encaminadas?
No quisiera decir que la hoja de ruta conocida anoche es un
tremendo engaño para el pueblo de Chile,
a hombres y mujeres de muy escasos ingresos que llegaron a las urnas a la
rastra con muchos problemas económicos, para poder sufragar por “una líder” que les
prometía una solución para sus problemas originados en la gran
desigualdad, vigente en Chile tras
finalizar un gobierno de derecha en que el capitalismo era el centro de todo. Sin embargo, hoy seguimos montados en el
mismo modelo capitalista y para más remate sin disminución visible de la
profunda desigualdad que afecta al país.
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La Presidenta refiriéndose a la tercera promesa dijo que
“uno de los principales compromisos por el que fui elegida"… ¿significa
esto que ya ha llegado al final sin haber cumplido sus propias promesas?
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Todo esto es
simplemente un retraso descarado y provocado de una nueva Constitución
para Chile ya que nadie puede saber hoy la o las fuerzas políticas que
dominarán el Parlamento en 2018. Como, en general, dicen hoy los diarios, Bachelet no se jugó finalmente por ningún
mecanismo y retrasó la reforma hasta que haya un nuevo parlamento, es
decir la Mandataria dejó la puerta
abierta para que el próximo Presidente "eche a la basura" su hoja de
ruta constitucional. Y esto después que el Estado chileno habrá gastado un
presupuesto millonario en “clases” de educación cívica a la comunidad,
consultas ciudadanas y votación para derogar o cambiar totalmente el capítulo
15 de la actual Constitución.
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Mientras tanto seguirá vigente el alto índice de
criminalidad y los atentados en la Araucanía, donde hay terrorismo puro, aunque
este término moleste a las autoridades que no lo quieren reconocer. Esto son
temas prioritarios que este Gobierno no los ha abordado con la debida seriedad.
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Bachelet cumplió, no con la promesa de su campaña, sino
simplemente con el anuncio del cronograma con que su administración iniciará el
proceso de cambio a la Constitución, pero ella ya no va a estar en el
poder cuando esto ocurra, si es que
ocurre, y, por lo tanto, no será responsable directa del resultado final.
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Es la típica política de liberarse de responsabilidades y
traspasarle “el bulto” a otros, como son también las comisiones nombradas, en
diferentes Gobiernos, para abordar temas cruciales en Chile y cuyos resultados
después no se cumplen o se cumplen a
medias.
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