EL REGRESO DE LA GEOPOLÍTICA CLÁSICA
Por Martín Poblete
Terminada la Guerra Fría con la derrota final, terminal, del comunismo soviético seguida del colapso y disolución de su proyecto histórico, la Unión Soviética, surgió en los centros de investigación y estudios internacionales en Estados Unidos, la idea del devenir de un largo período de predominio mundial estadounidense, idea pronto aceptada por las élites políticas, militares y navales.
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Esta percepción estuvo en la base del lanzamiento de la expansión de la OTAN hacia Europa oriental, de la guerra de ocupación en Irak, y de la prolongada guerra de represalia en Afganistán, todas esas operaciones ejecutadas con aparente impunidad, sin desafíos visibles al frente; no faltaron quienes hablaron del fin de la geopolítica. La historia y la dinámica del capitalismo presentarían propuestas diferentes en el Siglo XXI.
Entre la batalla de Trafalgar y la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Británico tuvo algo mas de un siglo de control de mares y océanos; sin embargo, hacia fines del Siglo XIX ya empezaban a notarse elementos cuestionando la efectividad del dominio naval británico.
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Los mas importantes trabajos de teoría naval aplicados a la geopolítica, surgieron en Estados Unidos bajo el liderazgo intelectual del Almirante Alfred Thayer Mahan; los mas significativos aportes a nuevos conceptos de diseño naval se dieron en Italia, en el genio de Vittorio Cuniberti; el submarino, concebido como amenaza a la escuadra de superficie, en Alemania.
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La Segunda Guerra Mundial dejó a Estados Unidos con la mayor fuerza naval, y al portaaviones sucesor del acorazado. La construcción a fines de la década del 1970 de los primeros portaaviones nucleares de la Clase Nimitz, con desplazamiento superior a las 82.000 toneladas, revolucionó la estructura del poder naval y su proyección estratégica, ordenando las fuerzas en torno a una base aeronaval flotante de alcance global.
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El símbolo mas notorio de este poder es la 7ª Flota, con su base histórica en Pearl Harbor y sus extensiones a las bases en Okinawa y Guam. Al superportaviones nuclear lo acompañan un crucero nuclear con misiles teledirigidos de rango intermedio; un submarino nuclear estratégico de la Clase Tridente; dos submarinos nucleares del tipo "hunter killer" Clase Los Angeles, cuya finalidad básica es proteger el superportaviones; y considerable cantidad de naves auxiliares de variadas categorías y especialidades; una estructura en apariencia inexpugnable, o así lo pensaron los estrategas en Annapolis (la academia naval de EE UU en el estado de Maryland) y Washington.
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Los nuevos diseños de misiles teledirigidos de rango intermedio lanzados desde bases en tierra firme, son la mas seria amenaza a la integridad de la proyección naval americana; el superportaviones nuclear es un blanco móvil, su velocidad de combate es un dato clasificado, se la estima entre 55 y 60 kilómetros por hora, protegido por su propia red de radares y otros equipos de rastreo electrónico. Los estrategas navales chinos no han ocultado estar trabajando en el diseño y desarrollo de misiles, capaces de burlar la detección electrónica, encontrar y destruir un superportaviones nuclear.
China ha reclamado soberanía sobre varios islotes y roqueríos en el extremo sur del Mar del Sur de China, uno de los mares regionales del Océano Pacífico, para ello ha proyectado su poder naval en abierto desafío de las legítimas reclamaciones de otros países militarmente inferiores, y del derecho internacional, así como de convenciones pertinentes en el sistema de Naciones Unidas. A la presencia de unidades de su marina de guerra, China agrega la construcción de bases y pistas de aterrizaje, creando verdaderas islas artificiales en aguas por lo menos de soberanía cuestionada y disputada por otros países ribereños. Esto último ha provocado la reacción estadounidense.
Al enviar un destructor de línea con la misión de navegar desafiando las reclamaciones chinas de aguas soberanas, el gobierno de Estados Unidos anuncia su desconocimiento de la pretensión soberana de China sobre los Islotes Spratly y los roqueríos de Mischief Reef, particularmente la pretensión de construir islas artificiales en cuanto expresión de control y extensión de dominio. En juego está el control de algunas de las mas utilizadas rutas de navegación comercial, por las cuales pasan mercaderías estimadas en mas de dos trillones de dólares (contabilidad americana) anuales, y un verdadero tren de buques petroleros con destino a puertos en Japón y Corea del Sur.
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