OPINIONES DEL FIN DE SEMANA
LABERINTO CONSTITUCIONAL
Por Max Colodro
.
.
Luego de meses de divagaciones e indefinición, finalmente el
proceso constituyente anunciado por el gobierno se inicia de la única forma
posible: descartando cualquier vía extra-institucional y dejando en manos del
actual y el próximo Congreso todas las definiciones sustantivas. En los hechos,
una autoridad que asumió la primera magistratura prometiendo ‘cumplir y hacer
cumplir la Constitución y la Ley’, nunca tuvo otra opción. Se jugó, sin
embargo, durante largo tiempo con el beneficio de la ambigüedad, pero las cosas
han terminado -o más bien empezado-, en el único cauce del que no podían salir.
.
Asistiremos entonces en los próximos meses a la puesta en
escena de un país masivamente convocado de vuelta al colegio: con cursos de
‘educación cívica’, clases de nivelación, debates entre padres y apoderados
sobre qué es una constitución y para qué sirve. Luego se le preguntará a los
participantes qué quieren agregarle o modificarle a la Carta Magna vigente,
para concluir por último en la instancia decisiva: la discusión en el presente
período legislativo de un proyecto de reforma constitucional que permita
habilitar al próximo Parlamento, para discutir sobre los diversos mecanismos de
generación propuestos. Y, todavía más importante, que sólo podrá concluir en esa
instancia si se logra la aprobación de 2/3 de los actuales congresistas, es
decir, si obtiene respaldos significativos de la actual oposición.
.
Únicamente si esta situación llega a ocurrir, a partir de
marzo del 2018 se abrirá una discusión legislativa para definir el mecanismo de
creación constitucional y comenzará el análisis del proyecto de Carta
Fundamental que envíe el actual gobierno. Dicho proyecto será a su vez el
espacio donde se incluirán los contenidos plasmados en los diálogos ciudadanos.
Pero, de nuevo, todo lo que se resuelva en ambas materias -mecanismo y
proyecto- deberá ser ratificado luego por 3/5 del próximo Congreso, es decir,
también con votos decisivos que difícilmente podrán ser sólo de la Nueva
Mayoría.
.
A primera vista, parece casi un contrasentido que haya sido
precisamente la actual Presidenta quién optó por este largo y complejo
laberinto constituyente, que termina dando a sus opositores un rol destacado en
las ‘clavijas’ que permiten abrir o cerrar las instancias relevantes. No pocos
actores han visto en ello simplemente la intención de usar el debate
constitucional como arma en las próximas campañas electorales. Otros han
preferido poner el acento en la extensión que tendrá todo este proceso y en la
larga incertidumbre que, inevitablemente, afectará las decisiones de inversión.
Pero también cabe también otra interpretación, sin duda más benévola: Michelle
Bachelet al final se convenció de que no puede haber una nueva Constitución,
que resuelva el problema de la ‘ilegitimidad de origen’ que la actual arrastra
desde hace 35 años, si en su generación no se respeta la plena vigencia de la
actual institucionalidad. Paralelamente, no podría existir una Carta
Fundamental en la que todos los chilenos se sientan integrados, si en su creación
no participan al menos representantes de las dos principales coaliciones
políticas del país.
.
Hay sin duda riesgos, temores e incertidumbre en un proceso
de esta naturaleza, pero el gobierno sabe que el cambio constitucional posee
hoy un respaldo mayoritario y ha decidido por tanto que el país está en
condiciones de afrontarlo. Y lo ha hecho, al menos, de la única forma en que
podría asegurarse que los ‘déficits de origen’ de la actual constitución no
vuelvan esta vez a repetirse.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario