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jueves, 11 de noviembre de 2010

El camino a la Moneda

Por Eugenio Alvial Díaz

Alguien dijo que estadista es aquel que piensa en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. El concepto está bien claro.

De acuerdo a lo anterior, y haciendo un contraste con personajes actuales de la política chilena, ninguno, que sepamos, estaría dentro del marco de dicho concepto a juzgar por las reiteradas declaraciones, en diversas circunstancias, en las que directa o indirectamente se alude al proceso eleccionario de 2014.

Es increíble, pero cierto, a todos nos consta. La actual administración lleva apenas alrededor de 8 meses y los dos partidos políticos que componen la Alianza por Chile, entre declaraciones tangenciales, miradas de reojo, sonrisas de yeso, una que otra miradita de odio, etc., se han enfrascado en no perder la delantera en la nominación del próximo candidato a la presidencia “por derecho propio”, como dicen.

Claro, que han tenido que soportar varios eventos inesperados, salvo uno, que no estaban en la agenda pro designación del candidato presidencial: un terremoto, el Mundial de Fútbol, el rescate minero con sus ramificaciones mediáticas “urbi et orbi” y la elección de la ANFP, todo esto por el momento, pero con inconvenientes para los aspirantes al sillón de La Moneda.

Es así que, cada evento ha tenido protagonistas de primera línea, que estaban fuera de la mira de los grupos pro candidatos. Por ejemplo, el terremoto, con el Presidente electo (por derecho propio); el Mundial de Fútbol con el Presidente de la República (durmió una noche en una mediagua en la zona del desastre, para presenciar un partido de fútbol en compañía de los damnificados); el desastre minero con el ministro Golborne, como estrella principal, y en el papel secundario, el Presidente, quien “picó” muy fuerte desde la retaguardia, con un papelito plastificado y unas piedras, en su viaje a Europa.

Y, para terminar por el momento, la defenestración del presidente de la ANFP

Harold Mayne Nicholls, junto a la renuncia del entrenador de la Selección Marcelo Bielsa, situación, que como se sabe, provocó el enojo de la hinchada y la reacción de protesta por diversos medios.

He aquí, que en medio de este “mare magnum” de desastres y peleas, ha surgido de repente, con gran simpatía y popularidad, un candidato no previsto, el ministro Laurence Golborne, destacado por su desempeño en el rescate de los mineros de Atacama; su gran acercamiento a las personas vinculadas a dichos trabajadores, más la espontaneidad y sencillez al tratar con los medios de prensa y TV, lo tienen en el primer plano de las noticias.

Pues bien, estábamos en esto cuando irrumpió inesperadamente el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, declarando que no le parece justo que un hecho casual, como el rescate de los mineros, pueda influir en la designación de un candidato, en contraposición a la formación de un verdadero líder presidencial, a través de la vida política, la trayectoria y el oficio. Ergo, el Sr. Hinzpeter y sus adláteres tenían bien guardada en la alacena partidista, la candidatura a la presidencia de Chile del citado ministro, salvo que prosperara en algún momento, la peregrina idea de modificar la Constitución e intentaran reelegir al actual mandatario por cuatro años más, considerando que las encuestas que hubiere, igualaren el porcentaje obtenido por la Sra. Michelle Bachelet al final de su mandato.

Pero retomemos el camino. Como decíamos al principio de este artículo, Sir Winston Churchill, dijo: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.

Opinamos que un político, con aspiraciones presidenciales, debe transitar más caminos que la obtención de maestrías y doctorados en universidades del hemisferio norte. Aquí en el país, al menos, pensamos que hay dos senderos imprescindibles que los candidatos deben recorrer, uno es el camino del sentido común y el otro, que lo llamaremos el “puente de oro”, que lleva directamente al corazón de la ciudadanía, al pueblo, y que es imprescindible porque en una democracia, como sabemos, el poder radica en él.

Y aún cuando se nos pueda criticar aquello del sendero del sentido común, nos reafirmamos en el concepto, porque las universidades norteamericanas y europeas crean conceptos y normas para su realidad de países desarrollados, mas no para realidades tercermundistas, que es el caso de Chile

Y ¿dónde se encuentran las entradas a los “puentes de oro”?

Fácil. Se encuentran en las chozas y villas que circundan los basurales; en los pueblitos olvidados del desierto; en los edificios ruinosos de la educación fiscal; en los paraderos de la movilización colectiva, a las cinco de la mañna en invierno; en los pequeños huertos inundados por relaves mineros; en las casas de los enfermos que esperan atención médica para tres años más; en las aldeas precordilleranas aisladas de las comunicaciones; en las caletas pesqueras, donde los pescadores regresan a menudo con los botes vacíos, porque el “arrastre” se lo llevó todo; en el hogar de modestos empleados, donde sacan las cuentas una y otra vez, buscando el saldo que permita educación universitaria para los hijos y tantos otros puntos, largo de enumerar.

Cuando se llega donde ellos, de improviso, en silencio, sin TV, sin radio, sin prensa y se reúne sin prisa, para escucharlos directamente, mirándoles a los ojos, ha encontrado la entrada a los “puentes de oro”, que conducen al corazón de los ciudadanos, cuya salida está signada por la aprobación y el respaldo, que más tarde se traducirá en el halo invisible, pero real, que llevan los verdaderos estadistas. Y así, una muchedumbre esperanzada pondrá al candidato en la puerta grande de la Moneda y lo mantendrá en el Poder, sustentado por el afecto sincero de la masa ciudadana, para concretar los planes que beneficien a todo el país.

Ya no será Presidente entonces, aquel candidato electorero, elegido a conveniencia por mesas de partidos políticos, y que las encuentas pretenden meterlo a la fuerza, por la ventana chica a la casa de Gobierno.

Al final, y como Chile es una democracia, los ciudadanos estamos por sobre los poderes del Estado y partidos políticos, porque elegimos libremente, en forma directa e indirecta, a los que gobiernan.

“Vox populi, vox Dei”

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