A comienzos de los años 90, cuando me desempeñé como director de La Nación, conocí a Ana María Campero de Romero (*). Era directora del diario Presencia, el matutino católico de La Paz, Bolivia.
En un encuentro -pudo ser en Guadalajara o en Cartagena de Indias- donde nos llevó entonces el proyecto Periolibros de la UNESCO, conversamos un día junto a otros editores del continente acerca de la mediterraneidad boliviana. Alguien –pudo ser un argentino o un uruguayo- me preguntó por qué yo no planteaba en La Nación la idea de entregarle un puerto a Bolivia. En un ambiente de cordialidad, sin aparentes segundas intenciones, se sumó a la petición la mayoría de los presentes, periodistas de un extremo a otro de nuestro continente.
¿Qué podía responder yo en ese momento, cuando en Chile todavía estábamos bajo la sombra de la recién terminada dictadura, cuando la Derecha, declaradamente pinochetista, consideraba que reabrir el debate era poco menos que una traición a la patria?
Justifiqué mi negativa como pude y quedé para siempre con la sensación de haber defraudado a mis colegas y sobre todo, a una buena amiga.
Casi 20 años después, cuando el senador Pablo Longueira ha propuesto un plebiscito sobre la materia, tal vez mi respuesta sería diferente. El tema no es darle o no salida al mar a Bolivia, sino debatir en nuestro país un tema que ha estado cargado de connotaciones negativas.
Tal vez no estemos de acuerdo en ceder soberanía o en hacer algún tipo de canje y seguiremos, como hasta ahora, muy cercanos, no solo en lo geográfico, sino en lo social y lo económico, pero muy lejanos espiritualmente. Para los bolivianos no puede haber verdadera amistad mientras no estemos dispuesto a ceder posiciones… empezando por la discusión misma del tema.
Es posible que actualmente estemos iniciando el camino hacia ese debate. Pero Ana María, “Ana Mar” como se firmaba, brillante periodista, destacada política y, sobre todo, un testimonio de vida permanentemente por su defensa de los derechos humanos, ya no lo verá; murió hace unos días, a los 68 años de edad.
“Ana Mar” era una católica comprometida. Fue presidenta de la Asociación de Periodistas de La Paz y de la Asociación Nacional de la Prensa (ANP), luego de haber fundado, con sus colegas, el Círculo de Mujeres Periodistas. A nivel internacional fue secretaria general de la Unión Católica Latinoamericana de Prensa (UCLAP) y Vicepresidenta de la Federación Internacional de Diarios. En tiempos difíciles fue designada Defensora del Pueblo y en la actualidad era senadora, llegando a ocupar la Presidencia del Senado.
El gobierno del Presidente Evo Morales decretó siete días de duelo nacional. Al anunciar la medida, el ministro de la Presidencia, Oscar Coca señaló: “Bolivia está de luto, puesto que una persona como doña Ana María Campero nos ha dejado, pero sus enseñanzas, su convicción, su fortaleza, de haber batallado hasta el último momento (contra la enfermedad), para todos nosotros va a ser un ejemplo... Su paso por esta vida ha dejado huella, no ha sido inútil”.
Creo que así ha sido, aunque a nosotros nos deja una tarea que recién comienza.
(*) Conocí y trabajé con Ana María cuando ella era corresponsal en Bolivia de la Agencia Alemana de Prensa (dpa) . Fue una gran periodista, como escribe el colega Abraham Santibañez. Hicimos investigaciones conjuntas en un Servicio de Documentación y Análisis que estaba a mi cargo en el puerto alemán de Hamburgo. Me recuerdo que con Ana María escribimos uno de los primeros perfiles sobre la mujer latinoamericana. Mi dolor es muy grande al saber que Ana María ya no está entre nosotros. Walter Krohne, periodista.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario