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domingo, 21 de noviembre de 2010

Moy de Tohá: “Nos merecemos la verdad”


El doctor Patricio Silva Garín era subdirector médico del Hospital Militar cuando el 15 de marzo de 1974 fue encontrado, en la pieza 303 de ese centro asistencial, el cuerpo sin vida del ex ministro de Defensa y del Interior del presidente Salvador Allende, José Tohá.

En una entrevista con el diario chileno La Segunda, el médico, hoy procesado por la muerte del ex presidente Eduardo Frei Montalva, insistió en la versión del suicidio en el caso Toha como consecuencia de una depresión profunda y fue más lejos: deslizó que le había advertido a su esposa Moy de Tohá que no le hablara de los sombríos momentos del país porque eso más lo podía deprimir. Moy se enfurece al oír esas declaraciones, lo que quedó registrado en una entrevista que le hizo Ciper Chile.

-El doctor Silva Garín insiste en que su marido se suicidó y añade que le advirtió a usted “tiene que tener mucho cuidado con lo que le hablas, porque si le tras puras tragedias acá, el enfermo no va a salir del cuadro depresivo.”

Es mentira, absolutamente mentira. Jamás me dijo eso, porque jamás se me habría ocurrido llevarle ni medio problema a José al Hospital Militar. Al contrario, todo lo que le decía era optimista: le hablaba de las invitaciones que habían de afuera, y de las reuniones que había para que saliera en libertad. Quería que se diera cuenta de que no estaba aislada, porque parte de la tortura que le hacían a José era decirle que yo estaba presa con los niños. Por Dios, es no conocerme decir que yo iba a hacerle una olita más al drama que estaba viviendo. Y cuando yo veía su deterioro, ¡está loco!

Moy de Tohá
-Por supuesto que el doctor Silva no está loco.

No, claro, loco no es. Es una persona que ha estado involucrada en puros casos oscuros, desde la muerte del general (Augusto) Lutz, hasta la del propio ex presidente Eduardo Frei, por empezar a nombrar… Este señor puede decir lo que quiera y si La Segunda quiere darle cobertura, que se la dé, pero que a mi no me venga a inventar cosas. Él sabe lo que de verdad pasó con José, igual que mucha gente más. Y les hago un llamado a que cooperen, que alivianen su conciencia, porque podrán dormir más tranquilos. Yo no ando buscando venganza ni que me reditúen económicamente. No lo necesito. Estoy trabando hasta hoy y tengo 74 años. Yo solo busco la verdad y quedar en paz con José: poder decir que hice todo lo que estaba de mi parte por saber la verdad igual que sus hijos y toda la familia. Lo demás no me interesa.

-En las visitas que le hizo a su marido, ¿le pudo contar de las torturas a las que los sometían o de que lo llevaban a la Academia de Guerra para interrogarlo?

No, imagínese, las visitas que yo tenía con José eran con un militar al frente y apuntándonos con bala pasada. Duraban 40 minutos, dos veces por semana; una vez iba yo con un niño y otra vez iba mi suegra con el otro niño.

-¿Qué recuerda que le decía el doctor Silva en esas visitas?

Era un hombre muy gentil porque conocía a José hacía muchos años, desde la época en que José era dirigente estudiantil. El tuvo conmigo innumerables gentilezas y un muy buen trato, seguramente propio de su formación en la Escuela de las Américas, en Panamá, donde los hacen especialistas en el camuflaje. Ahora, lo que pasa es que una era muy ingenua también y en esos momentos de soledad absoluta, cualquier persona que te tratara bien tendías a pensar que era decente. ¡Cómo iba a imaginar que detrás de esa amabilidad había monstruos!

José Tohá

-Usted ha pedido que participe en la reconstitución de la muerte de su marido, ¿cree que él estaba en el lugar cuando murió?

Lo que yo sé es que entrar al Hospital militar era como entrar a un regimiento. Estaba lleno de militares, que te apuntaban y había revisión total al ingresar. Silva Garín tiene que saber exactamente quiénes sacaba a José en las noches, qué organismos se los llevaban para interrogarlo y torturarlo. Él lo sabe.

-¿Es él quien le comunica la muerte de su marido?

No, lo hizo un oficial de Ejército. Me llamó a la casa por teléfono y me dijo: “su marido se ha suicidado, si quieren venir a retirar el cadáver, puede venir al hospital”.

-¿Le dejaron ver el cuerpo?

Si. Y tenía pinchazos y un rostro que no era el de las personas que se han suicidado ahorcadas. Porque yo trabajé 13 años en el laboratorio criminalístico de policía técnica de Investigaciones, y vi cientos de cadáveres de suicidas que habían resuelto ahorcarse. Esos rostros no los voy a olvidar nunca en mi vida. Pero no tenían nada que ver con el rostro de José. Porque él tenía su cara pálida, tranquila, relajada. Tenía una gotita de sangre en la nariz y en el borde del cuello, casi imperceptible, un marca delgada, como un hilo, no de cuerda ni cinturón, sino un hilo rojo. Y prueba de eso es lo que dice el médico Alfonso Chelén: que cuando lo vio se dio cuenta que no era un suicidio.

-¿Qué es lo que usted espera ahora?

Yo ayer me puse una coraza. Mis sentimientos me los guardé. Estoy haciendo lo que tengo que hacer. Me duele recordar, me duele revivir y pensar en José y en lo que vivió. Me produce un dolor casi físico, pero voy a seguir en esto, porque la verdad tiene que aparecer. Nos merecemos la verdad. Este país se merece la verdad.

Por Ciper-Chile

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