ELECCIONES-ARGENTINA-KRADIARIO
ARGENTINA: ¿FIN DE UN CICLO?
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Por Claudia Korol
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El año electoral ha estallado en Argentina, tiñendo el país
de debates políticos, sociales, culturales, económicos. No porque haya un
interés especial de parte de la sociedad en las discusiones programáticas, ni
curiosidad por los pases políticos de una a otra fuerza de los candidatos, o
por las repentinas alianzas de último momento que suscriben, sino porque hay
una fuerte probabilidad de que estas elecciones pongan freno o terminen con más
de una década de gobiernos kirchneristas, clausurándose el proceso abierto en
2001 con la rebelión argentina y el ¡Que se vayan todos!
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No tiene sentido mirar con detenimiento cada una de las
candidaturas que se presentan en este momento, etapa de elecciones primarias
previas a las elecciones nacionales donde se van definiendo las “internas” en
cada partido y alianza; pero sí se puede subrayar que el proyecto político
hasta ahora hegemónico, el kirchnerismo, no logra encontrar un candidato que
suceda a Cristina: un candidato que concite suficiente consenso interno.
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Quien aparece con más chance presidencial es el actual
gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. Un hombre del
Partido Justicialista que nunca estuvo entre los más cercanos al núcleo
kirchnerista, como sí lo está Florencio Randazzo, ministro del Interior y
Transporte, que disputa la candidatura presidencial con el primero por el
Frente para la Victoria.arg scioli.
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La mayor parte de las encuestas indican que Daniel Scioli
lleva una amplia ventaja sobre Randazzo y los otros candidatos en la “interna
del kirchnerismo”, lo que representará -si fuera electo como presidente-, un
giro hacia posiciones clásicamente conservadoras y derechistas, tanto en la
gestión estatal como partidaria. Sin embargo, tampoco parece ser que pueda
ganar las elecciones. Al menos no en la primera vuelta, y con dificultades en
el ballotage. Es por eso que para algunos sectores del oficialismo lo que se
impone es pensar en el retorno de Cristina en 2019, cediendo ante la
posibilidad de perder posiciones en estos años, gane quien gane.
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En el campo de la oposición, la disputa presidencial está
centrada en dos fuerzas de derecha: la que encabeza Sergio Massa, peronista que
se “despegó” del kirchnerismo en 2013 (fue intendente por esa fuerza, y jefe de
gabinete de Cristina), y la que encabeza el conservador liberal Mauricio Macri,
quien va tejiendo alianzas con distintos sectores del peronismo, radicalismo y
un rejunte de personalidades del espacio de derecha más clásico, el que
participa activamente de las cumbres de la derecha continental con los Vargas
Llosa, los Uribe, la gusanera cubana y las escuálidas venezolanas. Al momento
de escribir esta nota, Macri va adelante de Massa en la disputa de la derecha
conservadora, y sería uno de los próximos posibles presidentes.
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¿Y la izquierda?
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En la Izquierda, dos hechos pueden señalarse como novedosos:
el primero es el afianzamiento y crecimiento del espacio electoral del Frente
de Izquierda y de los Trabajadores, una alianza de partidos de la Izquierda
trotsquista, a la que se sumaron algunos dirigentes obreros clasistas, que
recibió el apoyo de un conjunto de organizaciones provenientes de la Izquierda
independiente.
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Este frente en la elección anterior sacó unos cuantos
diputados y legisladores, y es previsible que crezca su impacto en este turno
electoral. La otra novedad es la opción de integrarse a la lucha institucional
de la mayor parte de las organizaciones que nacieron como movimientos sociales
alrededor de 2001 (la mayoría como movimientos piqueteros).
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Si bien estas fuerzas, y otras corrientes de Izquierda que
se presentan, no compiten en términos de desafío a las fuerzas de centro y de
derecha en la disputa presidencial o de gobernadores, es posible que se sigan
consolidando con diputados/as y legisladores/as en diferentes provincias y
municipios, coloreando al menos los debates parlamentarios y acompañando
diferentes demandas del movimiento popular. La pregunta que queda abierta es si
esta decisión no está debilitando la capacidad de movilización del campo
popular, al subsumirse en las disputas de candidatos, recolección de apoyo y
propaganda.
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La derechización del panorama hegemónico, tanto en el plano
del oficialismo como de la oposición, y el desplazamiento de las izquierdas que
actuaban en el campo de la construcción social hacia políticas institucionales,
son dos de los hechos que permiten caracterizar el agotamiento de la energía
desencadenada en 2001 con el “argentinazo”. Esto se produce en el contexto de
un continente donde la derecha conservadora viene siendo alentada por la
política imperialista norteamericana, que para sostener su disputa de
territorios y bienes intenta recuperar el terreno perdido en el continente.
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La abierta amenaza de agresión a Venezuela y la política de
desestabilización en Brasil son algunos de los nuevos datos preocupantes de
este contexto continental. En Argentina no faltan maniobras desestabilizadoras,
de manipulación mediática, pero que no alcanzan a configurar una perspectiva
golpista eficaz. De todos modos, en este panorama destituyente, y de ofensiva
conservadora, se vuelve más complejo el escenario abierto con el posible
desplazamiento del kirchnerismo, ya sea por otras fuerzas o por la pérdida de
hegemonía en su propia fuerza.
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